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Urbano Moraes (d) durante la clase Introductoria a Músico Profesional, en SUR. Foto: Pablo Vignali

Se puso en marcha el Conservatorio SUR

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“Creo que dentro de la música popular uruguaya no hay un lugar de esta magnitud”, asegura el pianista y productor de sonido Gustavo Montemurro en el living del Conservatorio SUR. Mientras tanto, Urbano Moraes (bajista de El Kinto, grupo de los 60 que fue precursor del candombe-beat) termina los últimos preparativos para dar comienzo a una clase centrada en la improvisación en percusión. “Nuestro diferencial son las características del edificio y la alta capacidad de los profesores”, continúa Montemurro.

En una casa reciclada del barrio Cordón que parece respirar música, desde principios de agosto algunos de los mejores músicos del país se juntaron para dar clases. Además de los ya nombrados Montemurro y Moraes, Eduardo Larbanois, Gonzalo Levin, Herman Klang, Jorge Trasante, Juan Pablo Chapital, Lucía Gatti, Nacho Mateu y Nicolás Mora, entre otros, forman parte del equipo docente del Conservatorio SUR. “Además de la calidad de los profesores, tenemos un estudio de grabación con todo de primera calidad y un piano Steinway [& Sons]. Imaginate que con 15 años, los alumnos están tocando un piano que yo toqué recién a los 35”, cuenta Montemurro.

El conservatorio ofrece tres carreras: Músico Profesional (con una duración de siete cuatrimestres), Técnico en Sonido (de dos cuatrimestres, a cargo del argentino Esteban Demelas, quien hace años trabaja con La Vela Puerca) y Productor Musical (de cuatro cuatrimestres). También están disponibles las opciones de Coro y de Músico Aficionado, que Montemurro define como una alternativa “para aquellos que simplemente tocan porque lo consideran un hobby”. Esta opción tiene menor carga horaria y no requiere exámenes.

Los alumnos que cursen la carrera de Músico Profesional deben optar por un ensamble, en el que eligen e interpretan distintas composiciones bajo la supervisión de un profesor. Las alternativas son jazz, bebop y fusión (dictada por Levin, saxofonista), pop, R&B y funk (con el bajista Mateu), rock y blues (con Chapital), ritmos latinoamericanos (con Manuel Contrera y Montemurro) y folclore (con el guitarrista Andrés Rodríguez). A fin de año se hará un encuentro “súper lúdico y práctico” en el que todos los ensambles serán grabados por los estudiantes que toman curso de Técnico en Sonido.

La idea, para Montemurro, es generar “un ámbito de club social”, donde los músicos puedan estar en contacto constantemente. “El otro día salí al patio y me puse a escuchar a un chico que tocaba la guitarra mientras que una chica cantaba bossa-nova. Lo mismo pasa en las clases: se van conociendo y se dicen ‘¿Vos qué haces?’, ‘¿Qué te gusta?’. Eso está buenísimo porque ya se han formado varias barritas de pibes que se juntan a tocar”, comenta. Por esta razón, el uso del recinto no se limita solamente a las clases. “Tenemos salas de práctica, que se hicieron para que los pibes puedan venir a practicar y no solamente lo hagan en la casa; pueden juntarse dos o tres para practicar. Simplemente piden la llave a la administradora. Se puede venir en cualquier momento aunque no tengan clase”, dice Montemurro.

Para las clases de bajo y de guitarra, se utiliza un sistema diseñado por ellos mismos. “Tenemos un pentágono con micrófonos de 360º en el que todos los alumnos se conectan a través de auriculares. El profesor tiene un iPad en el medio y desde ahí puede hacer las combinaciones que quiera: escuchar a todos, escuchar a alguno en particular o que dos se escuchen entre sí. De esta manera, la clase se hace muy interactiva, porque creemos que no sólo desde el profesor sino que entre los alumnos se aprende mejor”, comenta el pianista.

Keoma Carreño, en la dirección junto a Montemurro, plantea la importancia de la creación de un conservatorio musical así en nuestro país: “Estudié en Buenos Aires en la Escuela de Música Contemporánea y junto a los 50 uruguayos que estábamos ahí siempre nos preguntábamos ‘¿Por qué no hay algo de esto acá?’”. Estudiar en Buenos Aires les significaba afrontar varios gastos o tener que mudarse al país vecino. Por eso, asegura: “Todo el mundo sabía que esto hacía falta y por eso cada uno aporta su granito de arena”.

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