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»» Sukierae, de Tweedy. Jeff Tweedy, de Wilco, y su hijo Spencer compusieron y tocaron todo en esta gran colección de 20 canciones. El dúo muestra gran variedad de recursos y hay para elegir; desde baladas folk tiernas como “Pigeons” y canciones en clave meditabunda en “Down from Above”, hasta un rockito jugador y muy encantador como “Low Key”, que creo que habla sobre la falta de efusividad de Tweedy en sus expresiones amorosas. La producción es suave y muy cálida, se escucha todo cerquita. Si bien el disco se hace demasiado largo y le sobran un par de tracks, en mi opinión Tweedy es un imprescindible de los norteamericanos de los últimos 15 años, además de un exponente de la mejor tradición de rock de gringos blancos.

»» B’lieve I’m Going Down, de Kurt Vile. Con artistas como Kurt Vile me pasa que cuando están en la cresta del hype me cuesta mucho acercármeles de manera desprejuiciada. Tiendo a pensar siempre que son malos y están sobrevalorados. Una vez que me saqué esa tara y conocí este disco, quedé enamorado de tres cosas. Del sonido de la guitarra eléctrica: directo, nunca estridente, levemente sucio y con delay corto. De las letras: dudas existenciales pero sin oscuridad, incluso divertidamente chotas por momentos. De la voz: es amplia en su timbre y encantadoramente desgarbada en su interpretación.

»» Lilies, de Melanie de Biasio. La de De Biasio podría ser música de film noir; es misteriosa y de delicada oscuridad. Dice ella que grabó casi todo en una sola toma, y los tracks así se sienten, transmiten espontaneidad, pero sin que eso suene a azar o a despropósito. En un disco en el que la producción es mínima –por momentos peca de cierta falta de ritmo– y ni una nota parece innecesaria, canciones como “Sitting in the Stairwell” muestran una configuración de los recursos musicales realmente efectiva: chasquidos de dedos para percusión, la casi lánguida voz a capella de De Biasio y un coro armonizado haciendo de estribillo.

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