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No tengo televisor

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La serie web Limbo quiere asustarnos desde el otro lado del monitor.

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Entre tantas expresiones que han perdido el sentido en el mundo moderno, como “revelado en una hora” o “¿qué número tengo que discar?”, existe una que durante mucho tiempo sirvió para diferenciar a cierta clase de personas que quería probar que era mejor que otras: “No tengo televisor”. Si bien todavía existe esa clase de electrodoméstico cuya única finalidad es recibir y reproducir imágenes y sonidos para nuestro entretenimiento, el solo hecho de tener una computadora en el hogar hace que cualquier intento de aislarse de películas, series y toda clase de material audiovisual sea imposible. “Pero si quiero no las veo”. Eso también podías hacerlo con un televisor en el living, Carlos.

Durante mucho tiempo ese contenido llegó a través de transmisiones aéreas, para luego sumarse la televisión por cable. El desarrollo de internet y sus velocidades de conexión cada vez mayores hicieron que todo eso también pueda consumirse mediante la llegada de unos y ceros. Y ahora también tenemos contenido que solamente puede verse de esa manera.

Sitios de noticias, canales de televisión y grupos de individuos se encuentran constantemente nutriendo a los internautas de webseries, que suelen tener una extensión de pocos minutos, pensando en la poca atención de aquel individuo que tiene 15 pestañas abiertas en el explorador y al que le llega un promedio de ocho mensajes por segundo.

Una de estas plataformas es Playz, lanzada en octubre del año pasado por Radiotelevisión española. Allí se ofrecen ficciones, programas de entretenimiento y hasta de cocina. Esta semana se sumó a su catálogo Limbo, primera coproducción entre Argentina y España.

Esta serie consta de ocho episodios que rondan los ocho o diez minutos de duración y que están presentados en otro formato que popularizara la sitcom Modern Family en su episodio de 2015 titulado “Connection Lost”. Allí se presentaron las aventuras de los Pritchett solamente desde el monitor de la computadora portátil de Claire, mientras ella utilizaba servicios de mensajería y redes sociales para comunicarse con su familia.

Claro que no fueron completamente originales; al menos dos años antes, el cortometraje Noah contaba la historia del protagonista epónimo y su separación de Amy por medio de aplicaciones como Facebook, Youtube, Skype y hasta iTunes.

Volviendo a Limbo, ese es el formato que eligieron la productora argentina Cruz del Sur y la española Aquí y Allí para contar esta sencilla historia de suspenso y terror, protagonizada por dos sujetos que viven a más de 10.000 kilómetros de distancia.

Lidia (Ingrid García-Jonsson) es una joven actriz española que compra una casa demasiado grande para ella, más aun en estos tiempos de inestabilidad económica y dificultad para el acceso a préstamos inmobiliarios. Pero vamos a permitir este punto sin catalogar esta serie como de “ciencia ficción”.

Ella mantiene un contacto frecuente con el argentino Wally (Demián Salomón), anterior propietario de la vivienda. Desde Neuquén, este simpático joven la ayuda a adaptarse a su nueva vida, dando pistas sobre el correcto funcionamiento de los cerramientos y, de a poco, llevando la relación a algo más que una amistad. Todo, por supuesto, a través de las pantallas de sus computadoras. O, en el caso de ella, su “ordenador”.

Lamentablemente para Lidia y Wally, estamos ante una ficción, y por lo tanto deben pasar cosas dramáticas para mantener la atención de los espectadores. Así que, como dijo Mauricio Macri, “veníamos bien pero pasaron cosas”.

Las complicaciones se intuyen desde un primer momento, ya que la comunicación entre ellos sufre de constantes interferencias, producto de la mala conexión a internet (¿o acaso se trate de algo más oscuro?). El efecto utilizado en posproducción para simular esas interferencias es un poco risible, ya que los rostros se cuadriculan de una forma demasiado artificial y las voces se aflautan o se hacen más gruesas. Es como estar viendo un episodio de Max Headroom. Veinteañeros: pregúntenles a sus padres quién era Max Headroom.

Claro que no estamos viendo Limbo para ponernos a criticar la forma en que se deforman los rostros, sino para asustarnos. Y los ocho episodios, estrenados estos días, tienen sus jump scares, como dicen los yanquis; esos momentos en los que algo o alguien aparece de sopetón y ¡zas! pegás un saltito en el lugar. En especial si no sos fanático de las películas o series que aterrorizan y solamente estás viendo la serie para poder recomendarla en algún diario sabatino.

No es una serie plagada de saltitos; están bastante espaciados, así que es recomendable ver los episodios de corrido, como si se tratara de un largometraje. En caso contrario, encontraremos episodios que pasan sin ese chute adrenalínico que (supongo) necesitan los amantes del género.

Decíamos que Lidia es la única habitante de una casa vieja, así que ella será la protagonista de las escenas jorobadas. García-Jonsson logra meterse en el papel de la joven que escucha voces y ve objetos moviéndose, entre conversaciones con su algo-más-que-amigo del otro lado del océano. Por el contrario, la actuación de Salomón como Wally es de lo más flojito de la serie y es capaz de distraernos hasta que la próxima sombra pase detrás de su interlocutora y nos haga aferrarnos al posabrazo del sillón.

Cada pildorita de menos de diez minutos se va sucediendo y la trama tiene algunos volantazos que no llegan a vuelta de tuerca, con los que nuestra atención se mantendrá entre julepe y julepe. Un ex de Lidia podría estar detrás de algunos de los sucesos, pero no todos, mientras las llamadas de Skype (o su equivalente sin pagar derechos, aunque con el mismo sonido) se hacen cada vez más complicadas. Para cuando todo termine, habremos disfrutado de un experimento visual con salpicones de suspenso que nos dejarán con ganas de cambiar el chip y ver cualquier otra cosa.

Más webisodios

Para olvidarnos de la pobre Lidia, o si no nos animamos a ver esa clase de historias, tenemos una serie web cuya premisa es tan ridícula que nada debería sorprendernos al empezar a verla. Y, sin embargo...

Car Jumper es un producto de Channel 101, sitio creado por Dan Harmon (Community, Rick and Morty) y Rob Schrab que exhibe cortometrajes en el mundo real con espectadores que deciden cuáles continúan con vida en internet. Allí, entre 2012 y 2015 se emitieron 25 episodios de esta joya del absurdo.

El protagonista de esta ficción es Car Jumper (obvio), un agente de la ley y el orden cuya distinción es la habilidad de saltar desde un vehículo en movimiento a otro vehículo en movimiento. Tanto en solitario como formando parte de un equipo de agentes con talentos especiales, se encontrará en todos los episodios en una situación en la que deberá saltar de un vehículo en movimiento a otro vehículo en movimiento, en persecuciones que invariablemente transcurren a muy baja velocidad, para que el salto no ponga en peligro a quien lo hace.

Con cada episodio, quedará de manifiesto la capacidad de los creadores para escribir historias de cinco minutos que incluyan alguna escena con dos automóviles conduciendo en paralelo, para delicia de los seguidores del héroe más específico del mundo.

Limbo te hace saltar de miedo en rtve.es/playz/limbo.

Car Jumper salta a tu computadora en channel101.com/show/577.

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