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Miniatura de la colección del Museo Histórico Nacional, expuesta en la muestra "Hemos visto una Maravilla" en Casa Rivera.

De maravilla: hasta el sábado se puede disfrutar de una exposición sobre los inicios de la fotografía en Uruguay

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Quienes todavía no hemos desactivado nuestra cuenta de Facebook tenemos algún conocido (“amigo”) que al volver de las vacaciones sube un álbum con 745 imágenes de lo acontecido durante ese fin de semana largo. Son tantas, que si las pasamos a alta velocidad dan la sensación de movimiento. Pero no estamos aquí para hablar del cine sino de la fotografía.

Semejante cantidad de instantáneas nos hacen olvidar de aquellos tiempos en los que apretar el botón de la cámara de fotos era doloroso, porque nuestro cerebro podía calcular cuánto costaría ese movimiento a la hora de revelar el rollo. Esto era mucho peor un siglo y medio atrás, cuando el costo de una sola fotografía podía ser similar al de un caballo (vivo y en buenas condiciones).

¿Cómo adquiría esa información tan jugosa para compartir en cumpleaños y otras veladas informales? Asistiendo a la exposición Hemos visto una maravilla. Inicios de la fotografía en Uruguay (1840-1860), que se extiende hasta el sábado en la Casa Rivera del Museo Histórico Nacional (Rincón 437).

Esta muestra cuenta con una impresionante colección de daguerrotipos y ambrotipos: la forma de captar imágenes que se “popularizó” en el mundo a mediados del siglo XIX, al menos entre aquellos que podían disponer de algún caballo o su equivalente en metálico.

El espacio del museo destinado a este material es relativamente pequeño, pero muy denso en cuanto a material e información. Comenzamos admirando las pinturas portátiles que se hacían de los rostros humanos justo antes de que la investigación con sustancias químicas y material fotosensible permitiera una mejor forma de conservarlos para la posteridad.

El francés Louis Daguerre fue quien desarrolló, con el apoyo del Estado, el sistema que lleva su nombre, que, entre otros procedimientos similares, fue el primero en ser difundido y comercializado en el mundo. Cuando corría 1839 llegó a nuestras tierras el primer aparato, y el 29 de febrero de 1840 se tomó el primer daguerrotipo de nuestra historia: una vista de la iglesia Matriz desde un balcón del Cabildo.

El sistema formaba la imagen sobre una superficie de plata y utilizaba otros materiales caros, por lo que la tecnología no estaba disponible al público en general. Con el tiempo llegarían versiones más económicas, como el ambrotipo, que utilizaba placas de vidrio. Esto, sumado a la reducción de los tiempos de exposición (que al comienzo eran de varios minutos) permitió que se popularizaran los retratos, que si bien seguían estando al alcance de unos pocos, ahora el precio era similar al de algún animal pequeño.

Este último dato es una suposición personal, pero el resto corresponde a la nutrida información que cubre las paredes de la muestra y a la visita guiada en la que participé, que realizó de excelente forma la curadora, Clara von Sanden, que es la encargada de la colección fotográfica del museo. Otro dato sorprendente aprendido durante la visita: la definición que tiene un daguerrotipo sólo se compara con la de la fotografía astronómica.

Volviendo a lo que puede apreciarse durante esta semana, la colección (una de las más grandes de la región) se compone de retratos, y la mayoría todavía se mantiene en sus costosos estuches u otros marcos que se utilizaban para lucirlos, además de que cuentan con información acerca de las personas fotografiadas, que en muchos casos coinciden con nombres de calles, por lo que se trata de protagonistas de nuestra historia. Y a propósito de esto, debido al período de tiempo que abarca la exposición, muchas de las imágenes fueron tomadas en el marco de la Guerra Grande y el Sitio de Montevideo.

Hay que tomarse el tiempo para apreciar a cada uno de esos pobladores de nuestro territorio que debían permanecer quietitos por varios segundos, con sus mejores galas, aprovechando lo que en muchos casos era una oportunidad única en sus vidas. Y como sigue ocurriendo hasta nuestros días, algunos niños presentes en las tomas aparecen movidos.

Se trata de un paseo que puede llevar unos pocos minutos o un buen rato, dependiendo del tiempo que dediquemos a admirar cada pieza y de si lo complementamos leyendo la información impresa. Saldremos de allí llevándonos una linda experiencia, además de un puñado de datos simpáticos. Aprovechen estos últimos días.

Guía del ocio

Hemos visto una maravilla. Inicios de la fotografía en Uruguay (1840-1860) puede verse desde el miércoles hasta el sábado, entre las 12.00 y las 18.00. La última de las visitas guiadas está prevista para el viernes a las 15.30. El sábado, mientras tanto, se dará la última de las diferentes “visitas dialogadas”, que contaron con referentes de distintos temas para que acompañaran al público en su recorrido. Esta vez, a las 17.00, el énfasis será el coleccionismo. Andrés Linardi, Carolina Porley y Carlos Vertanessian debatirán sobre el valor del patrimonio fotográfico y el rol de los coleccionistas en relación con las instituciones públicas.

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