Heredero del hip hop, el trap se originó en los años 90 en Estados Unidos, pero Latinoamérica terminó siendo su verdadera patria grande. Y en esa ebullición, Argentina recogió el guante y ayudó a popularizar el género lanzando algunos de los artistas más reconocidos y talentosos: Cazzu, Khea, Dakillah pero, fundamentalmente, Paulo Londra y el mismísimo Duki.
Entretanto, el trap argentino es un género musical pero, más que nada, es un fenómeno social. El trap es la última de las revoluciones y está ocurriendo ahora mismo: sus primeros fanáticos provienen del freestyle, y cuenta con un sustento en el buen uso de tutoriales de Youtube, el autotune excesivo pero completamente afilado en las voces, y el uso de sintetizadores elegantes. “Estoy más pegado que Abel Pintos”, agita Duki en “Hit boy”, uno de sus últimos temas, que sustenta una idea concreta: si el artista pop-folk era el número uno de la plataforma Spotify, Duki llegó para destronarlo. El dato: según un informe de la compañía, que corresponde al primer semestre de 2019, Duki está entre los diez artistas preferidos por los argentinos.
Por acá, la fascinación por las redes sociales: son famosas sus idas y vueltas con su novia, los previews de sus nuevos temas, la bronca con otros traperos (el “beef”, tal es la jerga trapera para llamar a los pleitos, con Ecko, otro de los nombres pesados de la escena) y la pornografía de la vida privada. La vida como una novela digital y 2.0: Duki es, en el fondo, “el de los pibes que lo logró”, la fantasía del chico común en situación extraordinaria. Y aquel, por caso, es un espejo posible en el que reflejarse.
Y, más allá, la plata para marihuana (alguna vez, en una batalla de freestyle, alguien le espetó un “gana Duki porque fuma porro”), zapatillas (le compuso un tema a sus Vapormax, uno de los modelos más populares de Nike) y cadenas de oro (“Chain de Roque”, una balada en la que Duki llora la ausencia de una cadena), las fechas que caen como rayos, los músicos millennials y el público centennial, la gloria de un Luna Park, la hermandad a dos orillas con el trapero uruguayo Zanto, las giras por Europa con localidades agotadas y el planeta tendido a sus pies.
Revolución sonora
Nadie sabe bien qué pasó pero, de un día para otro, en los supermercados chinos, en las esquinas, en los coches bajitos, en las discotecas y en todas las casas de Argentina empezó a sonar “Loca”. Erróneamente, “Loca” se relaciona demasiado con Duki, aunque el tema es del joven Khea, otro de los artistas de la escena y parte crucial de esta nueva revolución sonora. No obstante, Duki participó con sus vocales y a ellos se les suma Cazzu, la reina del trap local; la alquimia de los tres artistas resultó perfecta. “Es una loca, me manda videos al Snap mientras se toca”, cantaban en noviembre de 2017. Es decir: el verdadero big bang del trap argentino tiene menos de dos años.
“¿De dónde son estos pibes?”, “¿por qué parecen de Centroamérica?”, “¿qué son esos nombres, por Dios?” eran las preguntas que flotaban por aquellos días. Producido por Mueva Records, la primera productora dedicada al género, bajo el mando de Omar Varela, “Loca” es de esos temas que no tienen público definido, ni edad, ni clase social: gustó a todos por igual. No tardaron en llegar las fechas por la costa atlántica y se encausó solito como el tema del verano. Y fue la punta de lanza para que se destrabe la movida del trap en Argentina y, luego, en distintos países de Sudamérica. El dato indestructible: por estos días, “Loca” tiene la friolera suma de 400 millones de reproducciones en Youtube.
Para agigantar el mito de origen, una enorme casa en las postrimerías del parque Centenario, en Capital Federal, albergó el mayor imaginario dentro de la corta historia del trap argentino. El concepto de “trap house” viene arrastrado de los estadounidenses como sinónimo de base de operaciones. A la sazón, en aquel espacio al que bautizaron como La Mansión vivieron Duki junto a Ysy A, otro de los referentes de la movida y productor de competencias de freestyle en las plazas más importantes de América Latina. Durante los meses que duró la aventura colectiva, se hablaba de jolgorio, de vecinos enojados y de una enorme capacidad creativa capaz de juntar largas jornadas lúdicas con intensas grabaciones musicales: de allí salió el disco Antezana 247, de Ysy A, y un tendal de canciones de Duki en su fase más ampulosa.
Y algo tiene. Algo ya tenía Duki en El quinto escalón, la competencia de plazas que catapultó a la disciplina del estilo libre sumando seguidores en todos lados. Por aquel entonces, ya era uno de los freestylers a los que el público más vitoreaba. Y, así, fue ganando popularidad teniendo como base a aquel grupo de seguidores. Con buenas performances en las batallas, Duki se envalentonó y sacó “No vendo trap”, su primer tema. Con los meses se hartó y lo borró: quería hacer otra cosa. Curiosamente, con el tiempo, se convertiría en el principal referente de la movida del trap.
A contrapelo de la fecha de vencimiento y de lo que podría suponer una ingenua capa de la opinión pública, el “fenómeno Duki” sigue vital y no para de crecer: su canal de Youtube maneja más de 603 millones de reproducciones, desestimó una nominación a los Premios Gardel (el máximo galardón que puede aspirar un músico argentino a nivel doméstico) y compuso el tema de apertura de la tercera temporada de El marginal, la ficción más importante del momento de la televisión argentina.
Asimismo, entroniza el ideal de cientos de pibes criados al calor de internet con ánimos de gloria. Y se para ante los escenarios siendo un morocho achinado con cara tatuada y pose de gánster. Si “Loca” lo puso en escena y “Rockstar” lo mostró como un artista de fuste, “Si te sentís sola” o “Hijo de la noche” lo llevarían a un estado de gracia. ¿Qué hace y qué deja de hacer? Duki es el artista que, en este tiempo, les “maneja la agenda” a los chicos y a la mayoría de los jóvenes habitantes de las redes.
Tentado por discográficas, esquivo de la fama tradicional (no sale en las revistas faranduleras ni goza de la bendición de las vacas sagradas de la música argentina), terminó siendo el pionero de una generación que no necesitó las armas del mainstream para instalarse en él. Tapa de la revista Rolling Stone y de la Billboard e incuestionable ícono juvenil, Duki es la generación de las redes sociales en su máxima expresión, el ejemplo cabal de un cambio de paradigma: con talento y constancia, el que quiere también puede. Y todavía ni siquiera sacó su primer disco.