Cultura Ingresá
Cultura

Mockers, el segundo disco de Los Mockers

6 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

La discografía del grupo éxito de fines de los 60 esconde un segundo larga duración que no giró con la misma suerte que el primero.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Este audio es una característica exclusiva de la suscripción digital.
Escuchá este artículo

Tu navegador no soporta audios HTML5.

Tu navegador no soporta audios HTML5.

Leído por Andrés Alba.
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Tras casi un año viviendo en Argentina y ya editado su debut discográfico, en 1967 Los Mockers regresaron a Uruguay. Al cabo de unos meses, sin embargo, deciden volver a la capital porteña, y eso causaría el primer desmembramiento de la banda, ya que el tecladista Esteban Hirschfeld decide no viajar. Ya instalados en Buenos Aires, el vocalista, Jorge Polo Pereira, también abandonaría la agrupación.

En 1968 a Julio Montero, Beto Freigedo y Jorge Fernández se suma, por un corto período, el cantante y pianista Carlos Franzetti. Así lo recuerda Jorge Fernández: “Carlos Franzetti es un cantante de jazz buenísimo, es un músico muy reconocido en Estados Unidos [...] era una especie de zanja que había que llenar en un momento, hasta que Carlos Pardeiro se integró y quedó varios años como mocker, grabando este segundo LP”.

Mientras a Los Mockers parecía que los tapaba una ola luego de la salida de Carlos Franzetti, Carlos Pardeiro, por su parte, surfeaba otra en Uruguay. Él y Beto eran amigos, y mucho antes de compartir escenarios compartían su pasión por el surf y la música de The Beatles. Cuando Julio, Beto y Jorge se encontraron otra vez solos, no le dieron mucha vuelta al asunto y fueron a buscarlo.

“Yo era un admirador de Los Mockers, y cuando mi querido Beto vino con Julio a un ensayo de Los Hammers, en Carrasco, me sentí sorprendido, pues mi estilo era más hacia los Beatles y otros grupos con más armonías musicales”. Como señala el propio Carlos Pardeiro, sus gustos distaban del salvajismo de los primeros mockers. Sin embargo, luego de la partida de Polo, atrás habían quedado las guitarras rabiosas y los alaridos “jaggerianos”.

Los primeros registros del novel cuarteto se hacen en 1968 en el sello porteño Disck-Jockey, donde editan tres simples con versiones de Tommy Roe, Tom Paxton, The Grass Roots, además de grabar “La cama”, que forma parte de la banda sonora del film del mismo nombre. Cabe destacar que la banda tiene una breve participación en la película, pero con la formación que integraba Carlos Franzetti, porque fue grabada antes de su partida.

Foto: s/d de autor

Ese mismo año, y de la mano de un conocido músico argentino, hoy devenido empresario, firman con el sello Microfon. “Nosotros teníamos un programa de televisión en Canal 2 todos los sábados, comprometidos con un visionario que después se dedicó a difundir otro estilo de música, Johnny Allon [...] Él fue quien nos dio la posibilidad de grabar el segundo LP de Los Mockers”, recuerda Jorge.

Johnny, además de acercarlos al sello, les produce el famoso segundo disco, pero antes de presionar rec había una condición que debían cumplir: cantar en español. Negociación va, negociación viene, Los Mockers y Microfon llegan a un acuerdo que deja medio contentas a ambas partes: la cara A del disco tendría composiciones íntegramente en español, y la B, en inglés.

Jorge señala que el long play no era un mero capricho: respondía a la necesidad de hacer rentable a la agrupación. No aceptar las condiciones significaba no grabar, y por ende, menos trabajo. “Haber grabado era un motivo importante para las presentaciones [...] La banda que tenía un LP era importante ya de por sí, con eso la productora de Luis de Guvea y Luis Gentile nos hicieron trabajar un montonazo”.

En busca del mocker perdido

Carlos Pardeiro nació en Montevideo. Su papá, Aníbal Pardeiro, fue un reconocido locutor y actor con una notable trayectoria tanto en la pantalla chica como en la grande, además de un destacado basquetbolista. Clorinda Rodríguez era el nombre de su mamá, y su amor por la música y su profesión de maestra le permitieron dos cosas: grabar un disco de folclore en la década del 60 y enseñarle a su hijo los primeros acordes en la guitarra.

Antes de irse a Argentina y recorrer sus escenarios, Carlos había formado parte, en Uruguay, de Los Halcones y luego de Los Hammers. Además de ganarse su lugar en la historia de Los Mockers, hizo lo mismo en la historia del surf local, ya que fue uno de los pioneros que lograron domar las olas de las costas uruguayas a principios de los 60. Incluso representó al país en el 12º Torneo Internacional de Tabla Hawaiiana en Punta Rocas, Perú, en 1971.

Ese mismo año participó en el disco “She used to be a ballerina”, de Buffy Sainte-Marie. “Además de grabar mi tema ‘Mi tabla, el mar y yo’ o ‘The surfer’ [...] grabé con ella mi instrumentación de guitarra para el tema ‘Bells’, de Leonard Cohen. Él estaba presente cuando lo grabé y quedó muy contento con mis arreglos”. En 1974, ‘The surfer’ fue usada en la película Forgotten Island of Santosha, dirigida por Larry Yates.

Hoy Carlos vive en Estados Unidos, más precisamente en el estado de Arkansas, junto a su esposa, Nancy. En 1995 estableció en la ciudad de Springdale el canal de televisión Safe TV (www.safetv.org), que ofrece un amplio abanico de contenidos dirigidos especialmente a la familia. A pesar de su actual ocupación, su amor por la música, los Beatles y las olas siguen intactos.

Además, las bandas estaban extirpando de sus gargantas el inglés que se había apoderado de ellas con el arribo del beat a estas latitudes, y Los Mockers no podían ser ajenos a esa tendencia. “Había un gran auge y un despertar del cantar en español en varios lugares de Latinoamérica y fue lo que nos llevó a experimentar con composiciones en español [...] pero cuando había que apoyarse en la pesada del rock, nos exigía el inglés”, comenta Carlos.

No importa el lado del disco que pinche la púa, es notoria la influencia de sonidos más frescos y de las nuevas ideas y aportes de Carlos: “Les hice los arreglos musicales para Los Mockers, especialmente las armonías, ya que antes ellos más bien se apoyaban en Polo [...] Ese cambio de crecimiento musical, con más voces y armonías, fue donde aparece otra nueva visión de Los Mockers, donde quizás mi aporte se hizo sentir más evidente”.

La cara A es también una nueva cara de Los Mockers, con canciones como “Mi diosa”, cantada totalmente a capela, o “Flotando en una nube”, compuesta por Carlos y Beto, de un claro corte “beatlero” y tintes psicodélicos: “Yo tenía varios [temas] ya hechos antes de unirme a Los Mockers, y Jorge también. Pero Beto tenía mucha creatividad y a veces nos sentábamos a componer y Beto salía con buenas ideas”, puntualiza Carlos.

Beto también fue el ideólogo del track más singular del disco, “Un viaje con Los Mockers”, una vuelta al mundo en cinco minutos a través de diferentes sonidos y melodías. A pesar de parecer algo delirante, muestra el dominio de una amplia gama de instrumentos y ritmos. Cierra el lado “Chap-charara”, de Jorge, que además de ser una de las seleccionadas para difundir el disco, tuvo su videoclip, que lamentablemente está perdido.

Foto: s/d de autor

Basta con dar vuelta el disco para descubrir el abismo sonoro entre un lado y el otro. Cabe destacar que algunas de las canciones en español se compusieron exclusivamente para el proyecto. Respecto de eso, Jorge añade: “Hay una grieta importante dando vuelta el LP, pero uno es la esencia de lo que nos pasaba con la música, el rock crudo, el rock que corresponde a lo que vinimos a hacer, y lo otro fue una negociación”.

La cara B tiene como punto de partida “Estoy llorando”, un resumen de lo que vendrá hasta el final: armónicas distorsiones, arreglos a varias voces en inglés y acordes de hammond. El penúltimo surco es una versión de “Birthday”, de The Beatles, perteneciente al White Album de 1968. Como la versión original era un éxito y el “Disco blanco”, por ser doble, era caro, les propusieron grabarla, incluirla en el LP, y además editarla en single.

A pesar de que esta etapa significó muchísimo trabajo y giras por varias provincias argentinas, el disco no causó el mismo impacto que su antecesor, ni en 1969 ni después, y nunca fue reeditado. Hoy, conseguir una copia es extremadamente difícil, y los fanáticos tienen que conformarse con algunos temas subidos a Youtube o ripeos desde surcos dañados y rayados que pueden encontrarse en algún blog ya abandonado.

Mockers, como se titula el disco en cuestión, es una faceta de Los Mockers pocas veces escuchada y abordada. Es la segunda parte de una historia que comienza echando raíces en el rhythm and blues más primitivo y florece a planos con pasajes y sonidos más sofisticados. Ojalá que en un futuro Mockers vuelva a girar en las bandejas y así se pueda apreciar en su totalidad el potencial de una de las leyendas musicales del Río de la Plata.

Un libro de historia

Julio Montero y Esteban Hirschfeld decidieron unir los recuerdos y las anécdotas de la banda que formaron siendo unos adolescentes, y así dieron vida al libro La historia de Los Mockers, editado en marzo de este año por Ediciones B. Un libro ideal para todos los que quieren ir más allá de la escucha y conocer el contexto y las motivaciones que transformaron las ideas en canciones.

Lamentablemente, Julio Montero dejó este mundo en febrero, y es de orden subrayar la importancia que tuvo en este trabajo su decisión de llevar al papel sus recuerdos. Gracias, Julio, por la música, y sobre todo por compartir tus aventuras tras las cuatro cuerdas de una de las mejores bandas que parió Uruguay. Los fanáticos de hoy y los de mañana te estamos eternamente agradecidos.

.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

¿Te interesa la cultura?
None
Suscribite
¿Te interesa la cultura?
Recibí la newsletter de Cultura en tu email todos los viernes
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura