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Durante la filmación de Conquest, en la plaza Independencia de Montevideo (archivo, setiembre de 2019).

Foto: Ernesto Ryan

¿Qué pasó con la serie de Netflix producida por Keanu Reeves filmada en la plaza Independencia?

4 minutos de lectura
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El creador de Conquest, que se había casado con una uruguaya, nunca terminó ni un solo episodio.

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Corría el año 2019 y la plaza Independencia sufría uno de los cambios más drásticos en su configuración desde que se tiene memoria. Se retiraron los panes de pasto de los canteros, las flores, los bancos y los tachos de basura, y se cubrieron con tela verde las palmeras y la base del monumento a José Artigas.

Este movimiento no respondió a políticas públicas de paisajismo sino a la filmación de una serie de Netflix producida por Keanu Reeves llamada Conquest. La tela verde era para borrar los objetos en posproducción, y luego de un rodaje que incluyó cientos de personas desnudas y otras tantas vestidas de soldados, ese punto característico de Montevideo volvió a su normalidad. Mientras tanto, los uruguayos quedamos esperando que los episodios se agregaran a la plataforma, algún día. Pero no sucedió y no sucederá.

Un informe de The New York Times reveló lo ocurrido con la saga dirigida por Carl Rinsch, quien en 2014 también había llegado a la prensa local por casarse con la modelo uruguaya Gabriela Rosés Bentancor, a quien conoció en México rodando una publicidad y con quien vino hasta nuestras tierras a contraer matrimonio. Lo noticioso de aquel hecho fue la presencia de Reeves, a quien Rinsch había dirigido en 47 Ronin: la leyenda del samurái (2013), que terminó siendo su único largometraje.

Pese a que esa película había sido un fracaso comercial, en 2018 media docena de plataformas se habían interesado en su proyecto de ciencia ficción Conquest. Era el momento de máxima explosión de los servicios de streaming, una burbuja que seguiría creciendo un tiempo más. Fue así que Netflix accedió a seguir adelante con su idea acerca de un futuro distópico y humanos artificiales, que tenía un presupuesto de decenas de millones de dólares.

La crónica describe de manera brutal lo ocurrido. “El proyecto con Rinsch se convirtió en un fiasco costoso, un microcosmos de la era del gasto despilfarrador que ahora los estudios de Hollywood luchan por ponerle fin. Netflix terminó gastando más de 55 millones de dólares en la serie de Rinsch y le dio una libertad presupuestaria y creativa casi absoluta, pero nunca recibió un solo episodio terminado”.

A poco de firmar el contrato, afirman, el comportamiento del director se volvió errático, según testimonios de gente cercana y otros proporcionados por su esposa en la demanda de divorcio. Rinsch dijo que había descubierto un mecanismo secreto de transmisión de la covid y que era capaz de predecir dónde caerían los rayos. Por si fuera poco, gastó millones de dólares en automóviles de alta gama y hasta en criptomonedas.

Actualmente la compañía y el director de 46 años se encuentran en medio de un arbitraje confidencial iniciado por Rinsch, quien alega incumplimiento de contrato por parte de Netflix y reclama 14 millones de dólares en daños y perjuicios. Del otro lado niegan cualquier deuda y calificaron sus demandas como una extorsión. Rinsch no contestó una serie de preguntas proporcionadas por el periódico y en su cuenta de Instagram explicó que no lo hizo porque imaginó que el artículo “discutiría el hecho de que de algún modo perdí la cabeza... Spoiler alert: no lo hice”.

La carrera del director se había disparado en 2010 por una publicidad de Philips que ganó en el Festival de Cannes y hasta se mencionó la posibilidad de dirigir una precuela de la saga de Alien, pero en lugar de eso optó por 47 Ronin: la leyenda del samurái, que tuvo sus propias dificultades de filmación. Luego de eso y con ayuda de su esposa Rosés comenzó a escribir la historia de un genio que inventa una especie humanoide artificial llamada la Inteligencia Orgánica.

Estos seres son enviados a lugares problemáticos del mundo a llevar ayuda humanitaria, hasta que las personas descubren sus verdaderas intenciones. Financió las primeras filmaciones con su propio dinero, contratando actores y mano de obra europea para reducir costos. Cuando faltó dinero, apareció su amigo Reeves a aportarlo, convirtiéndose en productor junto con Rosés. Así terminaron seis episodios cortos, de no más de diez minutos, que usaron para presentar el proyecto a las grandes compañías.

Creyendo que tendría al próximo Stranger Things en sus manos, Netflix puso el dinero de la rebautizada Conquest, firmando un contrato que le daba el poder de corte final a Rinsch, algo muy poco común en la industria, además de asegurar a la pareja que permanecería al mando en sucesivas temporadas o series derivadas. Así comenzó la filmación del resto de la serie en San Pablo, Montevideo y Budapest.

Según el testimonio de Rosés, el comportamiento del director comenzó a cambiar por esos tiempos, mencionando el abuso de una anfetamina prescripta para el déficit de atención, que lo llevó a tener comportamientos erráticos y violentos. Después de terminar de filmar en Budapest, Rosés intentó que su pareja iniciara una terapia de rehabilitación, y junto a Reeves y otros amigos cercanos realizó una intervención en su hogar de Los Ángeles, que no tuvo el efecto deseado.

En 2020, cuando estalló la pandemia de coronavirus, Rinsch pidió más dinero a Netflix, que ya había gastado más de 44 millones de dólares. A esa altura la serie ya estaba atrasada y la compañía prefirió entregarle los fondos a dar por perdido el proyecto. Fue así que sumaron otros 11 millones de dólares, pero la mayoría del dinero terminó en una cuenta personal del director, con la que invirtió en acciones de alto riesgo que lo llevaron a perder la mitad de la suma en pocas semanas. Fue en julio de ese año cuando la uruguaya inició el trámite de divorcio.

Pocos meses después, luego de un cambio de ejecutivos en Netflix, nuevas autoridades se comunicaron con Rosés preguntando si ella tenía acceso a la filmación de la serie, para saber qué se precisaba para completar la primera temporada, pero ella prefirió no meterse en el asunto sin la aprobación de Rinsch. El 18 de marzo de 2021 Netflix le informó por correo electrónico que no daría más dinero para la serie Conquest, que él podía ofrecerla a otras plataformas pero que si era aceptada debían reembolsar el dinero invertido.

Los cuatro millones de dólares que le quedaban del último dinero fueron invertidos en la criptomoneda conocida como Dogecoin, que dio sus frutos y le llevó a ganar unos 27 millones de dólares. Con ese dinero compró cinco Rolls-Royces, una Ferrari y un reloj de casi 400.000 dólares, entre otras cosas. Los abogados de Rosés afimaron que lo hizo para esconder las ganancias en el juicio de divorcio, pero él afirmó que eran para utilizar en la serie.

Mientras tanto, los uruguayos nos quedaremos sin ver a esos cientos de personas desnudas en una versión distópica de la plaza Independencia. Los tachos de basura volvieron a irse, pero esa es otra historia.

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