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Gino Peruzzi, de Nacional y Julio Landauri del Real Garcilaso, ayer en el Cusco, Perú. Foto: Cris Bouroncle, AFP

Nacional y Real Garcilaso no se superaron en Cuzco

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En un partido con dificultad agregada por la incomodidad de jugar en los 3.400 metros sobre el nivel del mar de la ciudad de Cuzco, Nacional consiguió un empate sin goles con Garcilaso al cierre de la primera rueda del grupo F de la Copa Libertadores. Fue un buen partido de los tricolores, que contuvieron a los locales y sobrellevaron los inconvenientes de la altura. Lo podría haber ganado Nacional, que con la unidad conseguida queda cerrando su serie con dos empates y una derrota.

Si nos quedamos sólo con la sensación previa de las dificultades que presentaba el juego en tierras peruanas ante un rival que en ese mismo estadio Garcilaso de la Vega había derrotado a Santos, podemos evaluar el empate como un buen resultado.

Si, por el contrario, congelamos el partido al final, en esa última que le quedó a Sebastián Fernández, o en la corrida de Gonzalo Bergessio, o en el remate de Leandro Barcia, o en las que tuvo Carlitos de Pena, incluyendo la que fue al caño en el primer tiempo, se puede concluir que fue una buena oportunidad de ganar –generada por el equipo y el planteo de juego– que no se pudo aprovechar.

La propuesta inicial de Nacional para afrontar las dificultades propias de la altura de Cuzco, y de su rival, fue la de tratar de jugar con un equipo compacto mas no retrasado, con los jugadores moviéndose juntos en todo el campo. Decididamente no multiplicó su defensa, como algunos especulaban al advertir la presencia de Diego Arismendi, esta vez como volante tapón. Con desajustes más parecidos a torpezas propias de la incomodidad de la altura, resbalones, caídas y rebotes, Nacional fue llevando el partido y jugó más tiempo de lo que se esperaba en el campo de Garcilaso.

Fue cuidadoso el elenco de Alexander Medina, pero esa cautela no lo condujo ni al miedo, ni a entregar el juego y el campo, y poco a poco fue advirtiendo en la contienda que podía ser posible ofender con peligro. Luis Aguiar comenzó a explicar su presencia con pelotas jugadas de manera segura y envíos largos, y al pie, como aquel que, cerca de los 20 minutos, habilitó al floridense Barcia, que por la izquierda desbordó y cruzó a De Pena, qué cabeceó débil.

Media hora, o un poco más, le duró esa propuesta a Nacional, porque en el último cuarto de hora de la fase inicial se empezó a jugar casi exclusivamente en campo tricolor, tal vez por el desgaste físico y tal vez porque los peruanos supieron esperar el momento para conocer a Esteban Conde.

A los 38, una muy buena trepada de Gino Peruzzi desde su lateral a la media luna rival fue limpiando gente hasta dejarle el espacio para el remate final de De Pena, cuyo zurdazo terminó rebotando en el caño derecho del arquero Diego Morales.

Parecido es lo mismo

El segundo tiempo comenzó con una mayor complejidad para Nacional. Cambió en algo la propuesta incaica asociada al ingreso en la delantera de Diego Mayora, y eso hizo que Nacional jugase más incómodo y en su campo.

Con el paso del tiempo se fue desgastando la inútil acción ofensiva de los peruanos y, jugando más atrás que en la primera parte, Nacional se fue acomodando al empate, pero sin dejar de correr atrás de la victoria.

La defensa estuvo muy sólida, y los medios, sostenidos por Arismendi, que debió salir sustituido por Álvaro Tata González, también cortaron y jugaron, con una muy buena gestión de Oliva. Al final, lo podría haber ganado, pero el punto del empate en la altura tal vez pueda llegar a ser una buena inversión a futuro.

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