Cuando a los 20 minutos Philippe Coutinho sacó tremendo zapatazo para meter el primer gol de partido todo hacía prever -prejuicio mediante- que los brasileños ganarían cómodos, por goleada, floreándose. Nada más alejado de la realidad. El partido fue parejo, con menos ritmo que intensidad, con más táctica que brincadeira. Pudo, sí, ampliar el marcador la selección verdeamarela. Pero, como en caso todos los mundiales -por no ser absolutistas y decir “todos”-, siempre hay un arquero figura. En este caso, el suizo Yann Sommer.
El gol suizo fue de cabeza en el área chica tras un córner. Esa simple descripción puede sugerir que el portero brasuca estuvo flojo. Y sí, no salió, Steven Zuber saltó solo empujón mediante y cabeceó arriba para meter el empate.
El segundo tiempo tuvo la lógica de Brasil atacando, haciendo cambios de hombres y tácticos en pos de mejorar eso, y a los suizos aferrados a su cerrado 4-2-3-1 pensado, entre otras cosas, para contener a Neymar. Y lo hicieron. La prueba está.