La mañana del Mundial abre de forma inmejorable. Primero, porque juega Brasil, y que entre a la cancha la verdeamarela ya es motivo suficiente para parar la oreja. Segundo, porque enfrente estará México, selección de buen fútbol que, si bien perdió feo en el último partido que jugó, dio varias muestras de su potencial; sin ir más lejos, le ganó a Alemania en el debut.
A Brasil todo le ha costado en Rusia. Venía con viento en la camiseta por lo hecho en las eliminatorias sudamericanas, pero ha estado lejísimos de repetir. Salvo algunos destellos de Neymar y Willian, Brasil ha luchado más que lo que ha jugado. Lógico, tal vez porque los rivales de grupo le plantaron sendas defensas en todos los enfrentamientos. Con las cartas vistas se puede decir que, pese a todo, pasaron primeros, pero también que en el adentro, en el partido a partido, no tuvo nada fácil y que si no hubiera encontrado los goles sobre el final contra Costa Rica la historia sería otra.
Lo de México tal vez sea al revés que lo hecho por los brasileños. El Tri azteca empezó notablemente el torneo. Venció 1-0 a Alemania y dio, en buena parte de ese match, sobradas cuentas de su fútbol rápido, de toque y posesión, pero siempre buscando la vertical con una formación 4-3-3 preparada más para atacar que para defender. Pero ese antecedente queda lejos. Lo más cercano es la mala imagen que dejó ante Suecia al caer goleado 3-0 y mirar de cotelé al otro partido para pasar de fase. Al fin de cuentas, México pasó, pero no pudo lograr el anhelo de evitar justamente a Brasil en octavos.
Así llegan ambos, con esos antecedentes. Hoy será hoy y habrá que ver qué pasa, siempre sabiendo que la historia se escribe en presente. En el futuro, pasado el mediodía uruguayo, sabremos cuál de estos dos estará en cuartos.