Muchos dicen que será solo por un año, pero las palabras de Fernando Alonso suenan a despedida definitiva: “Tras 17 maravillosos años en este deporte fantástico, ha llegado la hora de hacer un cambio y de seguir adelante. He disfrutado de todos y cada uno de los minutos durante estas temporadas tan increíbles y no puedo estar lo bastante agradecido con todas las personas que han contribuido a que fueran tan especiales”.
Todo indica que el piloto español, a sus 37 años, y con dos títulos mundiales, se retira de la Fórmula 1. Aunque muchos aseguran que está en plena forma, ya era difícil calibralo tras cuatro temporadas en un equipo, McLaren, en sostenido declive. Si bien el español fue la fuerza dominante de la Fórmula 1 en la segunda mitad de los dosmiles, hace una década que su trayectoria venía siendo afectada por lo que, visto en retrospectiva, resultaron malas decisiones.
Alonso fue -a no olvidarlo- quien terminó con la racha de títulos del piloto más ganador de todos los tiempos, el heptacampeón Michael Schumacher. Hiperveloz, agresivo y sobre todo, gran largador, el asturiano se llevó las copas de 2005 y 2006, y eso influyó en la decisión del alemán de retirarse de la Fórmula 1 (después volvería, pero esa es otra historia). Alonso, sin embargo, eligió abandonar al equipo Renault, con el que había logrado el bicampeonato, y se fue a McLaren. Allí fue humillado: el equipo inglés prefería a un jovencísimo connacional que acababa de llegar a la categoría, pero que venía tutoreando desde las categorías infantiles, un tal Lewis Hamilton. Alonso dio batalla al debutante, y la lucha fue fatal para el equipo: en la última carrera perdieron el título de pilotos ante el ferrarista Kimi Raikkonen. Eso fue en 2007. Alonso decidió volver a Renault, que ya era un equipo de tercer orden; de su pasaje por él solo se recuerda su victoria en Singapur en 2008, pero por pésimos motivos: fue producto de una maniobra antideportiva de su equipo, que hizo chocar a su compañero de equipo, Nelsinho Piquet, en coordinación con la parada en boxes de Alonso, situándolo en una posición ventajosa al reinicio de la carrera.
En 2010, Alonso decidió ir a Ferrari. Parecía la unión ideal: el piloto más aguerrido de la grilla en el equipo más pasional del planeta. Pero no funcionó: fueron los años del dominio de Red Bull, en los que Sebastian Vettel consiguió su tetracampeonato, y sólo en dos, el de 2010 y el de 2012, Alonso llegó con chances hasta el final de la temporada. En 2014 había cambio de reglamento y el español decidió esperar, pero ese año Ferrari construyó un auto muy por debajo no solo de Mercedes, que arrasaría en la nueva era, sino también de Red Bull e incluso de Williams. Alonso optó por abandonar a la scuderia y volver a McLaren. El equipo inglés y el piloto español estaban dispuestos a olvidar los viejos malos tiempos gracias al retorno de los motores Honda, con los que McLaren había dominado en los años 80, los de Prost y Senna. Pero una vez más, las cosas salieron mal: tras tres años con los constructores japoneses y un rendimiento desastroso, McLaren optó por usar motores Renault en 2018. El resultado, otra vez decepcionante: el problema no era el motor, sino el auto. Desesperado, aburrido, quejoso, Alonso vio en sus años con McLaren cómo su talento se diluía en batallas por puntos flacos en mitad del pelotón, y eso en los buenos días. Probó “salir con otras”: en 2017 corrió en Indianápolis y estuvo entre los punteros hasta que el motor (Honda, otra vez) lo dejó a pie, y este año se fue a Le Mans, donde ganó las 24 como parte del trío de pilotos de Toyota (que corrían contra sí mismos).
Dicen que ahora Alonso se dedicará a triunfar en las 500 millas de Indianápolis para conseguir la llamada “triple corona”, que incluye esa carrera, las 24 Horas de Le Mans y el Gran Premio de Mónaco, que ganó en 2006 y 2007. Lo cierto es que el español, para los estándares de la Fórmula 1, ya es veterano -compite contra pilotos casi 20 años más jóvenes- y que resulta muy difícil medir su verdadero rendimiento después de tantos años de pilotar autos mediocres. Tal vez su talento esté intacto, y en todo caso, ha trabajado bien en convencer a millones de que vale la pena seguirlo, vaya a donde vaya a correr.