[Esta es una de las notas más leídas de 2019]
“Sí, hubo dos viajes y muchas frases. Pero puede ser que las anote otro día. Total, ya son de un ayer muy largo”. Quien escribe no es Jorge Cazulo sino Juan Carlos Onetti, quien habita con todos sus títulos en la biblioteca del futbolista. Todos los pueblos en un pueblo, así nació Santa María, donde los textos onettianos transcurren. Quizás el barrio del Rímac, en el borde celeste de Lima, los bajos de Maldonado y de Montevideo, y todos aquellos barrios con esa cosa pueblerina en las entrañas se sientan identificados con los aconteceres en el frugal pueblo del escritor. Dice Onetti en Cuando ya no importe: “Mis riquezas son pocas. Tengo mesa y silla para escribir y comer cuando el tiempo impide hacerlo al aire libre. Hay un mamarracho con aspiraciones de biblioteca: los clásicos tres ladrillos en cada punta sosteniendo un tablón y otros ladrillos como sujetalibros. Una veintena supongo y de índole coincidente y curiosa. Volveré a esto. Y finalmente hay una gran biblioteca de verdad, de esas antipáticas con cristales que permiten divisar volúmenes prohibidos al mundo por un gran candado”.
Jorge Cazulo creció con Saramago y el Indio Solari. Silvio Rodríguez fue como una herencia, después como un refugio para el pensamiento. Onetti, un amigo veterano del barrio. Jugó en Peñarol, en Plaza Colonia, en Miramar y en Rampla. Sudó la de Bella Vista, la de Racing, la del Depor en Maldonado, la de Nacional, la de Defensor. En Perú vistió la del César Vallejo, un cuadro con nombre de poeta: “Por tus venas subo, como un can herido que busca el refugio de blandas aceras”, y llegó a Sporting Cristal, “la raza celeste”, en el barrio de Rímac. Alzó el metal de las copas. Se hundió en el corazón de la gente. Si lo soñó o no lo soñó, como dice el Indio, es un apunte menos. La vida lo puso en la órbita de un club que se le parece. Fue padre de los hijos de su novia de siempre y entendió que una derrota es una anécdota y que la vida es breve. Dice Onetti en el diario de la misma novela: “Apunto un sueño sin retocarlo: el hombre llega sudoroso en un caballo viejo y lento, tercamente ajeno a los apuros que buscaba imponerle el látigo. Encajado en aquel paisaje y aquellas costumbres, el forastero resultaba disfrazado. El jinete, desmontando con penuria, se revela pequeño y flaco, anda con el cuerpo recto y rígido, en un muy viejo afán de simular estatura. Piernas enfundadas en polainas, tiras de género hasta las rodillas y una sombrilla roja sin desplegar”. Quizás el rojo es la pasión o la furia o la sangre. Quizás es el corazón o la angustia o un taponazo en la tibia.
Jorge Cazulo, el popular Piki, el ídolo rimense de Maldonado, habló con Garra desde de lo efímero de una jugada hasta de lo sempiterno de una canción.
¿Por qué la gente puede pensar que vos tenés algo para decir?
Siento que la gente necesita que alguien diga cosas, yo no me siento muy cómodo en el rol de decir algo que le guste a la gente o que trascienda. El futbolista ocupa un lugar exagerado en la sociedad, y todo lo que dice para bien o para mal tiene una repercusión, por lo tanto, exagerada. Deberíamos tomar más en cuenta a gente que tenga algo más duradero para decir, nosotros los futbolistas hablamos de cosas efímeras, resultados, partidos, cosas que quizás la otra semana ya no importen.
¿Los jugadores tienen incidencia social?
Es un rol importante para el jugador de fútbol el de tener incidencia social. Yo estoy a favor de que los futbolistas se manifiesten. En lo que no estoy a favor es en que la gente tome como religión lo que dice un jugador de fútbol; es un rol desmedido el que le da la sociedad al futbolista. Hay cosas que tendrían que ser más meditadas. El medio también invita a decir siempre lo mismo o banaliza su relación con otras cuestiones de la vida.
¿Es difícil mantener el perfil bajo en Lima?
Es difícil, se vive el fútbol con mucha pasión, como en toda Sudamérica, y hay muchos medios reproduciendo lo que uno hace y lo que uno dice. También con las redes sociales suceden cosas que son un diez por ciento y el resto es todo agregado. Yo soy de otra generación, me siento mucho más cómodo con un perfil más bajo, con ser más cuidadoso en elegir los momentos para hablar o para decir. Me crie escuchando Los Redondos, y el Indio Solari hace un culto al anonimato. Cuando uno llega a tener cierto reconocimiento por lo que hace entiende mucho más eso que decía el Indio, porque te quita mucha energía, te puede hacer infeliz. Yo acepto algunas cosas del medio aunque no las comparta, pero trato de vivir más liviano.
¿Cuando venís a Uruguay es distinto?
Acá conocen más a la persona, no al futbolista. Puedo ser un poco más libre de ese rol, estoy más con mi esencia, con mis raíces, con mis principios. Quizás acá no me siento tan observado.
¿Cuál es la idea de ahora en adelante?
Tengo dos años más de contrato allá, está pautado con el club retirarme en Cristal. En el último contrato que firmé dije que ya me quería retirar y el club me propuso continuar el vínculo en algún área en la que me sienta capacitado para darle cosas al club. Si encuentro ese lugar la idea es quedarme a trabajar allá, pero primero hay que dejar de jugar, sentir eso de no ser más jugador, y después ver qué se puede hacer.
¿Qué te ha dado Sporting Cristal?
Siempre se ve al jugador de fútbol cuando se pone la camiseta y juega, y se cree a veces que el vínculo con el club está en los partidos que uno jugó. Pero hace siete años que estoy en Cristal, me pasaron un montón de cosas. Desde ser padre dos veces, hasta el fallecimiento de mi vieja. Y el club ha estado presente en forma muy humana en todos esos momentos. Es un club muy especial en cuanto a los valores. Yo soy un poco idealista, y me siento muy afín con esa filosofía. Creo que encontré mi lugar en el mundo; lo valoro, lo cuido y trato de decirlo siempre que puedo, porque es bueno que la gente sepa que hay clubes en el mundo que se manejan de esa manera.
Además es un club arraigado en el barrio.
El Rímac. Cuando fuimos a jugar la final los rimenses, la gente del barrio, fue a despedirnos de nuestra casa en La Florida. La gente en las casas con sus camisetas, con sus banderas. El barrio está compenetrado con lo que es el club. Hay sentido de pertenencia. Paso 330 días en el año por esas mismas casas, con su mundo, con sus cosas. Y la gente salió a decir “acá estamos, somos el barrio, no van solos”. Para eso es para lo que sirven los clubes.
¿Por eso tenés ese vínculo cercano con el Urusol de Maldonado?
Sí, es lo mismo, salvando las distancias. Uno es profesional y el otro es amateur y vinculado directamente con los niños, donde nos criamos. Pero en diferentes escalas se trata de lo mismo. Esa es la misión de los clubes, de incluir, de nuclear gente, que se sienta la pertenencia, que el propio barrio lo cuide y que los más chicos sueñen con ser parte de eso.
Pelota de papel
¿Qué tiene que ver la literatura en todo esto?
Alonso Cueto me regaló una novela maravillosa que se llama La hora azul, que habla de lo que sucedió políticamente con el enfrentamiento interno con el gobierno de su momento. Me hizo acercarme a la historia de Perú, me transmitió a través de su literatura lo que pasó en el país. Me llegó a través de Pancho [Francisco José] Lombardi, un cineasta muy reconocido en Perú que fue dirigente de Cristal hasta hace muy poco. Me lo mandó con una dedicatoria muy linda. Me sorprendió gratamente que un escritor como Alonso se tome ese momento para hacerme llegar esa obra tan importante. Me hace pensar hasta dónde llega el fútbol, y que el fútbol y la literatura tienen una relación muy cercana, no están para nada en las antípodas.
¿Qué estás leyendo ahora?
Estoy leyendo Ensayo sobre la ceguera, de [José] Saramago. Leí mucho de él en una época, pero nunca había leído lo que para muchos es su mejor obra. Y también estoy leyendo Domingos, de Irène Némirovsky, que se lo escuché a Pancho Lombardi en una entrevista que le hicieron. Entonces leo la novela y los relatos según los espacios que tenga.
¿Y el Indio Solari de qué juega?
El ruiseñor, el amor y la muerte para mi gusto musical es el mejor disco que ha sacado como solista. Se lo nota en el final de su carrera, preocupado por la finitud de las personas entre otro montón de cosas, cosas que le preocupan a la humanidad. Me pareció un mensaje muy fuerte que en la tapa del disco aparezca una foto de sus papás. Hay algo de reconocimiento y de pararse en un lugar de la vida a decir cosas. Me ha conmovido mucho el disco, siempre que puedo voy escuchándolo.
¿Para los partidos también?
En el día a día escucho al Indio y para los partidos escucho a Silvio Rodríguez. Más allá de los géneros, son gente que habla de ideales, de sueños, de convicciones, con tremenda poesía. Me gusta escuchar “El necio” o “Canción del elegido”. “El necio” por esa cuestión de las luchas internas, por no dejar de ser quien somos a pesar de que los panoramas sean poco alentadores. Hay alguien que no sabe lo que es el destino, que caminando fue lo que fue, y sigue creyendo en lo que es. La “Canción del elegido” habla de un héroe humano que día a día construye un heroísmo que es fundamental, y tiene una frase muy hermosa que dice que lo más terrible se aprende enseguida y lo más hermoso nos cuesta la vida. Yo los partidos los vivo de esa manera.
¿Qué hacés después de los partidos?
Con el tiempo he cambiado un poco y valoro el esfuerzo de mi familia, valoro que me esperan después de dos días. Es injusto llegar arrastrando una derrota. Estoy en la gimnasia de cambiar esas cosas. Cuando sos padre empezás a entender que tus actos tienen un impacto en tus hijos, sobre todo en la más grande, Isabela, que ya tiene siete años. No quiero que me vea enojado o triste por una cuestión momentánea como es un resultado futbolístico. Yo trato de inculcarles que lo único que tenemos que perseguir en cualquier cosa que hagamos es hacer nuestro mayor esfuerzo. Estoy en ese camino, de dejar el egoísmo de mi derrota de lado, de preguntar cómo están. Mantener esa llama viva de la familia. Después de los partidos llego a casa como un hombre nuevo.
¿Cuáles son los objetivos personales y colectivos después de tantos años?
Van de la mano. En lo personal mantenerme en mis convicciones, tratar de ser yo mismo siempre, ese es un desafío permanente. A nivel nacional hemos tenido un ciclo muy exitoso, pero nosotros mismos y la gente esperamos hacer algo significativo en el plano internacional, sobre todo por lo que significa Cristal. Lamentablemente hay que conseguir cosas que pongan en foco para que se vea todo lo que hace Cristal desde lo deportivo, desde lo social. Este año el club donó más de 100 becas a niños de bajos recursos, por cada gol que hacíamos nosotros. Son cosas que para el mundo del fútbol de repente no son tan importantes, pero para la vida misma sí.
¿Entonces estás representando todo lo que hace el club, más toda esa gente que sale a despedirte del barrio cuando te vas a jugar, más toda la idiosincrasia tuya que traés de tus raíces?
Lo único que perdura es la esencia de las cosas. La vida es ganar y perder todo el tiempo, más veces perder que ganar. Lo que perdura es de qué estás hecho, y lo que hiciste y cómo lo hiciste es tu identidad. Si tenés que cambiar tu identidad por un logro deportivo o un logro material es el peor de los fracasos. Y en la vida lo mismo. Como jugador y como ser social creo en determinadas cosas, y no es por necio, como decía Silvio Rodríguez. Cuando se da que tu identidad o las cosas que vos creés son las mismas que defiende tu club se da algo maravilloso, que es lo que a mí me pasa en Cristal.