Las tardes noche de primavera encuentran los alrededores del Centenario y del Velódromo colmados de personas, quienes toman los predios públicos como excusa para fusionarse en innumerables charlas con el mate de por medio. Entre los grandes escenarios del fútbol, del ciclismo y del carnaval, tiene su lugar el Méndez Piana, estadio de Miramar Misiones, en donde estas mujeres están entrenando.
Miramar tiene hace casi cuatro años fútbol femenino. En 2017 surgieron las monitas, apropiándose del apodo de los varones del club, sobrenombre que, más tarde, con simpatía generó la unión entre las chicas que defienden la camiseta color blanco, negro y rojo.
El equipo empezó a tomar forma cuando un grupo de padres, motivados por querer hacer crecer el fútbol femenino, se organizó para potenciar el grupo que había. Tras este trabajo se creó un cuerpo técnico con una colaboradora en la parte técnica y una profesora, pero posteriormente se disolvió, explica Pablo Ojeda, el entrenador, quien aclara que el objetivo de cuando asumió fue nutrirse de la experiencia de los que estuvieron el primer año. “‘Tenemos diferencias pero podemos trabajar juntos’, pensé. Pero era como un romance que no iba a funcionar”, dice.
Ojeda fue uno de esos padres que empezó llevando a su hija el primer año y que, cuando vio que ciertas cuestiones no funcionaban, decidió tomar la posta con el grupo de mayores, grupo que había logrado el campeonato Clausura de la B ese primer año, 2017. Hoy en día, junto con Rubén Domingo, quien es el vicepresidente de la parte política del femenino, coordinan esa categoría del club.
Con su apodo de El papá de atrás del arco, el DT empezó con el femenino en el fútbol infantil cuando su hija Valentina empezó a jugar en Colón a los cinco años. “Mi característica es estar siempre atrás del arco apoyando”, resume. En ese entonces dirigía la sub 13 de Colón junto con Graciela Rebollo, quien dirigía la sub 11. Actualmente, Valentina, de 20 años, es la golera de las monitas.
Desde los inicios Ojeda recuerda que “éramos muchos trabajando por el fútbol femenino, dando origen a algo muy interesante que se hizo colectivo y que demuestra que hubo gente que quiso trabajar en pos de un proyecto, que no era sólo por un club determinado, sino que era por fomentar el fútbol femenino, que es una opción válida en el entendido de lo que puede fomentar en valores. El deporte genera mucho, hoy se necesita en la sociedad fomentar valores y la mujer tiene esa posibilidad de, a través del deporte, ser emblema de un montón de cosas”.
De diversidad
“Tres pasadas trotando. Vamos y venimos, después estiramos”, les indica el entrenador mientras le cuenta a Garra sobre el equipo, que tiene chicas de entre 17 y 33 años, y son madres, trabajadoras y estudiantes. Están en el conjunto luego de una convocatoria que se hizo cuando se disolvió el equipo anterior –convocatoria a la que se presentaron más de 50 mujeres, fundamentalmente chicas mayores– y que dio comienzo a un nuevo proceso.
Las chicas se movilizaron, juntaron plata, consiguieron sponsors, consolidaron el grupo. Lo que destaca como positivo el entrenador es que el conjunto no tiene deudas: “Estamos económicamente saneados porque ellas tienen un aporte propio que las ha ido manteniendo”, explica Ojeda.
Las monitas se han nutrido mucho de jugadoras que no han estado en otros clubes. Cuando se realizó el llamado abierto se ficharon un montón de chiquilinas que nunca habían jugado al fútbol, porque el principal objetivo era terminar el año con un equipo formado en Miramar.
“Eso nos hizo apostar a algo distinto este año, porque descendimos; nos quedábamos sin nada. La opción era darles juveniles y darles fútbol femenino para brindarle una proyección a un club que se lo merece. Hubo un proyecto, se logró una cohesión con la base que nos había quedado del año anterior y ahí fue que se formó”, agrega el técnico.
Las chicas sintieron los inconvenientes con el cuerpo técnico anterior y el grupo fue decayendo, hasta que se terminó de armar el grupo nuevamente y cambió el ánimo, y si bien “no se dieron los resultados, lo que a mí me dolió, se lo atribuyo a que yo no logré transmitir cuál era mi idea y objetivo”, se lamenta el DT.
Las monitas tienen algo bien claro: el fútbol femenino necesita un montón de condicionantes para fomentar el deporte como tal. “Si los resultados no se empiezan a dar, le buscamos la vuelta. Jugamos 15 amistosos, porque después se venía la definición del campeonato en siete partidos”, finaliza el entrenador.
Persevera y triunfarás
Miramar femenino tiene solamente la categoría mayores. El equipo “está en una condición muy especial”, sintetiza Ojeda, por lo que se les hace difícil proyectarse, aunque toman como impulso los aprendizajes que dejaron determinados encuentros, como el partido que le ganaron a Boston River. Para el DT “fue un éxito, no por la victoria en sí sino porque ellas aprendieron que podían. Jugamos con diez y dos jugadoras con un solo pie. Eso fue una motivación. Ahí ellas valoraron los esfuerzos”. Con esto, para el año que viene aspiran a ganar la categoría. Lo sucedido este año es para el entrenador “un debe en lo personal, porque era muy posible ganar la permanencia, si bien no nos pautamos nada este año”.
Cuando las monitas juegan de locales en el estadio Méndez Piana, sólo habilitan una tribuna y ahí conviven las hinchadas. Si bien el fútbol femenino a veces no lleva mucho público, es suficiente con quienes se acercan para poder fomentar que se puede vivir sin separaciones.
El grupo se destaca por los valores que tienen como medio para el deporte, tanto en cancha como fuera de ella. Un ejemplo fue cuando enfrentaron a San José en el Complejo Pichincha, donde se las pudo ver limpiando los vestuarios al finalizar la jornada. “Queremos demostrar una forma distinta de hacer esto, porque eso también es una forma de jugar”, sostienen las jugadoras.