Con la victoria de Lewis Hamilton y el segundo puesto de Valtteri Bottas el equipo Mercedes Benz se aseguró el campeonato mundial de constructores de Fórmula 1, cuando aún restan cuatro carreras para finalizar el torneo. El equipo alemán consigue así su séptimo título consecutivo, y el monopolio de campeonatos desde que la categoría adoptó la motorización híbrida (combustible y eléctrica) como norma.
Hamilton también se encamina a conseguir su séptimo título como piloto, cuando su único rival nominal, Bottas, apenas consigue destellos de rendimiento. En este Gran Premio de la Emilia-Romagna italiana, el finés consiguió partir desde la primera posición tras batir a Hamilton por milésimas. Bottas estrenaba bigote, pero el toque estético no fue suficiente para desencadenar un cambio más profundo, y una vez más, fue derrotado por Hamilton.
La clave de la carrera estuvo en la primera ronda de paradas en boxes. El primero en parar fue Max Verstappen, de Red Bull, que había conseguido superar a Hamilton en la largada. Sólo para protegerse, porque sus neumáticos aún rendían, Mercedes decidió que uno de sus pilotos espejara la estrategia del neerlandés, que se había mezclado entre ambos. Lo normal hubiera sido que se detuviera a quien iba detrás en la pista, o sea, Hamilton, pero en cambio se sacrificó a Bottas, que giraba primero. Así, Hamilton se quedó con la primera posición. El británico pidió que no lo detuvieran para cambiar gomas, y durante diez vueltas batió los récords de la pista. Cuando paró en boxes, ya le llevaba una ventaja enorme a su compañero.
La “política” sutil de Mercedes contrasta con la forma grotesca en que Ferrari está manejando a sus pilotos, y que en estos días tocó uno de sus puntos más tristes. En Portugal, al declarar que “esperaba más de un piloto número dos”, el jefe deportivo del equipo, Mattia Binotto, humilló innecesariamente al tetracampeón Sebastian Vettel, que había exteriorizado la sospecha de que su coche no es igual al de su compañero Charles Leclerc. En Imola Vettel y Leclerc corrieron con estrategias diferentes, y la del alemán parecía, promediando la carrera, rivalizar con la de su compañero, y venía corriendo la que sin duda era su mejor carrera en un año pésimo.
Sin embargo, cuando se lo llamó a boxes, inexplicablemente Vettel fue retenido por los mecánicos, lo que arruinó sus posibilidades de puntuar.
La carrera careció de emociones en la estrecha pista italiana, recordada tristemente por ser el escenario de la muerte de Ayrton Senna –en una curva veloz que ya no existe–, y sólo las escaramuzas entre Verstappen y Bottas le conferían cierto interés.
Detrás de ambos mercedarios llegó Daniel Ricciardo, en su segundo podio para el equipo Renault, que no mostró gran rendimiento pero sí sentido de la oportunidad y correcta visión estratégica. Cuarto fue Daniil Kvyat, y su buena colocación dejó a todo el mundo pensando en lo que podría haber hecho su compañero Pierre Gasly, que largaba desde la cuarta posición, en la mejor clasificación del año para el equipo Alpha Tauri, pero debió abandonar por un desperfecto técnico.
Sergio Pérez, Charles Leclerc, Carlos Sainz y Lando Norris ocuparon desde la quinta a la octava plaza. Los dos últimos puestos puntuables fueron ocupados por los Alfa Romeo de Kimi Räikkönen y Antonio Giovinnazzi, lo que para el ferrarismo hace más doloroso el maltrato sufrido por Vettel, que claramente hubiera llegado antes que ellos de no haber sido retenido en boxes. Ferrari, como muchas grandes instituciones deportivas, no está pudiendo manejar con dignidad una mala temporada, y en lugar de trabajar en la reconstrucción se dedica a luchas intestinas.
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