Quien no reconozca el jingle de Galaxia FM no nació en este país. Es lo primero que aparece en la cabeza cuando alguien nombra la radio. Forjada en el auge de la música tropical, fue de las primeras radios en transmitir fútbol en Uruguay por frecuencia modulada. Es el último hito en la sinuosa transformación del estilo de Marcelo Sanzó, curtido en canchas inhóspitas de las divisiones formativas criollas, en el fútbol del Uruguay profundo, y en la razón de ser de un equipo postergado en España. Que Marcelo Sanzó relate fútbol para Galaxia FM confirma su inquietud indagadora, su continuo aprendizaje, su exigencia, sus constantes desafíos. El relator conversó con Garra sobre esa pasión innata, sobre aquella necesidad infantil de aprender a hablar para relatar. Sólo para eso.
¿Cómo empezó esta historia de ser relator?
Relator se nace. Muchos te van a decir lo mismo. En mi casa, cuando llegó la televisión color, era para ver fútbol. Yo me ponía a relatar los partidos hasta que me tenían que mandar con la blanco y negro para el cuarto, y ahí seguía en blanco y negro, con tal de relatar. Lo mismo cuando jugábamos en la calle, en Bella Italia, jugaba y relataba y les ponía apodos a los gurises, y trataba de asemejar al que jugaba bien con Maradona, al que era arquero con [Fernando] Álvez, con [Jorge] Seré, con [Sergio] Goycoechea en el Mundial del 90. Yo tenía un problema de chico, arrastraba la erre. En primero o segundo año de escuela le dije a mi madre que me llevara a un doctor que me enseñara a hablar, para poder relatar.
Entonces la pasión radica primero que nada en el relato, ni siquiera en el fútbol.
Me gustaba jugar al fútbol, creo que tampoco lo hacía mal. En realidad me enganchaba en cualquier disciplina deportiva. Me gustaba aprender los reglamentos de los distintos deportes, jugarlo de manera amateur pero sabiendo cuáles eran las reglas del juego. A los seis años le dije eso a mi mamá, que lo de la erre tenía que arreglarlo sí o sí, porque siempre tuve claro lo que quería hacer. Lo tuve claro en la escuela y también en el liceo. Cuando estaba en quinto conocí, por intermedio del marido de una prima mía, al relator de CX44 –en aquel momento Panamericana–, Orlando Muñoz. Esa gente se portó muy bien conmigo, yo era un chiquilín, tenía 16 años. Un día me dijeron que precisaban notas de Peñarol para el programa que se hacía al mediodía, y que el que las hacía no podía, a ver si yo me animaba. Grabador en mano, libretita, y me fui. Tenía amistad con Washington Tais y le dije: “Necesito que mañana me arregles para hablar con Gregorio [Pérez] y con [Pablo] Bengoechea”. Me presentó a ambos. Para mí era como jugar la Champions.
¿En qué momento la pasión se convierte en profesión?
Esa radio se cierra por el tema del [hospital] Filtro, por decisión del gobierno. Al año siguiente, en el 95, cuando se juega la Copa América, me puse a hacer un curso de periodista deportivo, nos juntamos con los del curso y alquilamos un espacio en Radio América para hacer un programita. Por ese tiempo conozco gente de la 42, me invitan a participar en la Copa América haciendo vestuario. En el 96 empezamos a relatar fútbol juvenil, CX10. El 9 de junio hago mi primer relato, Danubio-Defensor, Sexta División, de arriba de un camión, en la caja, mirando a la cancha. Llovía. Ahí empezó todo. Después nos fuimos a Radio Nacional CX30 a hacer las cuatro categorías, domingo de mañana y sábados de tarde. Me tocó ir al Sudamericano en el 97 en Paraguay; con la generación de Ligüera, en el 99, fui a Nueva Zelanda, al Mundial sub 17 de [Horacio] Peralta, del Pollo [Rúben] Olivera. En el 97 había relatado el campeonato de Malasia para El Espectador. Casi también por casualidad, porque los dos relatores, Roberto Moar y Alejandro Figueredo, estaban en la Copa América que se jugaba simultáneamente en Bolivia. No había cumplido 20 años todavía.
¿Cómo siguió forjándose el oficio?
Después recorrí campeonatos del interior en Radio Internacional de Rivera, a donde me llevó Moar. Hicimos el Campeonato del Interior en el año 97, fue el primer año que jugaban Rivera Capital y Rivera Interior. Yo hacía las juveniles y él relataba la mayor. La radio decide hacer también el sector interior. Así que terminé relatando juveniles de Rivera y la selección mayor de Tranqueras. Viajábamos los viernes y volvíamos los domingos de noche, llegábamos el lunes de mañana.
“En primero o segundo año de escuela le dije a mi madre que me llevara a un doctor que me enseñara a hablar, para poder relatar”.
Después del 2000, decidí irme a Buenos Aires, donde me pasa una anécdota brutal. Yo tenía trabajo acá, estaba en Nuevo Siglo y en el equipo de Lalo Fernández en Nuevo Tiempo. Cuando llegué a Buenos Aires fui a Radio Continental y pedí para hablar con Víctor Hugo, y el recepcionista me dice: “Si no tenés cita con él por lo general no te atiende, pero venite el sábado que yo le digo que lo vas a estar esperando”. El sábado estaba tres menos cuarto, como un duque. Conversé cuatro o cinco palabras con Víctor Hugo y era como tener a Dios enfrente. Le di el currículum y un casete de cinta. Miró el currículum y decía ‘Lalo Fernández, Hugo Mateo, Roberto Moar’. “¿Usted trabajó con toda esta gente y tiene solo 20 años?”, me dijo.
Me prometió que lo iba a escuchar. Al otro día llamaron por teléfono al celular que había dejado en el currículum, que era de mi primo, que también se llama Marcelo. Y llamó Víctor Hugo. Habló con el otro Marcelo y me citó a la radio. Me presentó a su secretario, Jorge Collazo. En ese momento estaba difícil, estábamos en plena crisis. No se podía seguir ampliando el equipo de trabajo, pero me quisieron buscar un trabajo para que pudiera ir los fines de semana a los partidos con ellos. Al final no se pudo dar, no había trabajo en Argentina. Me terminé yendo a España, donde vivía mi hermano. Le dije a mi madre que me iba seis meses y me quedé nueve años.
¿O sea que hubo que volver a empezar en España?
En Valencia querían hacer una radio deportiva valenciana. Por intermedio de Fernando Lois, que era un amigo que había estado con nosotros en juveniles y que vivía en Valencia, me llegó que existía esa posibilidad. Ellos hacían el Valencia, el fútbol sala, el básquetbol, y les faltaba el Levante. Me preguntaron si me animaba a relatar al Levante. Hacíamos sólo los partidos de local, por los costos de desplazamiento. Al segundo partido el presidente dijo que de alguna manera teníamos que viajar. Viajamos a todos los partidos, fue increíble. Pegó mucho la forma del relato, el estilo. El equipo terminó cuarto, y al otro año arma un equipazo y sube con cuatro fechas de anticipación, después de 40 años, y nosotros hicimos toda la campaña. Así estuve siete años trabajando para el club.
Y luego la vuelta a Uruguay.
Mi viejo tenía cáncer y decidimos volver. Enseguida surgió cubrir licencias en Telenoche, de Canal 4. Y cuando llegó el Mundial, Canal 10 me llama para hacer las presentaciones de las transmisiones y relatar algún partido cuando Moar o Romano no pudieran. Después del Mundial me llamaron de Tenfield, donde estuve ocho años. Ahí, supuestamente, estalla por un tema de poder la relación entre [Francisco] Casal y [Nelson] Gutiérrez, y se terminó el vínculo de una manera extraña, fea. Hicieron una lista de 30 personas y nos llamaron de a uno. Nos despidieron. Lo más payasesco fue que empezó a correrse la bola de que los 15 que habíamos ido el lunes habíamos sido despedidos, entonces los del martes zafaron. Fue ridículo. Ahí empecé en Vera y hasta ahora estoy con un grupo espectacular.
¿Has ido transformando el relato con todos esos movimientos?
Vas cumpliendo sueños y cumpliendo objetivos. Relatar en el Camp Nou y en el Bernabéu, en Anoeta y en el Calderón. Estadios que miraba por televisión. Haber podido estar en el último partido del Villarreal de [Diego] Forlán, cuando se consagró pichichi –justo fue contra el Levante, en el Madrigal–. Son sensaciones fuertes. Entonces vas cambiando, sí, vas madurando. También ha ido cambiando por el tema de la televisión, los relatores tenemos que ser muy puntillosos, buscar la excelencia y no equivocarnos. Trato de ir encima de la pelota, de contar el partido, pero también trato de no errarle, porque la gente está viendo lo que está pasando. Antes, en el arranque nadie estaba mirando. Hoy es inviable, eso hace que el relato tenga que ser diferente, por no querer fallarle al oyente.
Comentaste sobre la influencia de Víctor Hugo en tu relato. ¿Qué otros te inspiraron?
Yo era un bicho de radio, un niño y un adolescente que escuchaba radio. De esas radios con la perillita, tratabas de orientarla para escuchar a Víctor Hugo en Continental a las siete de la tarde. Después pasaba para acá, la Oral Deportiva con Enrique Yanuzzi en Universal; Hora 25 en Oriental; Deporte Total en Carve, me dormía con la radio prendida. Era la época de Lalo Fernández, mi viejo escuchaba a Lalo y yo después pude trabajar con él. Y ahora estar con el Toto [Jorge da Silveira], ser el relator del Toto es especial: mi viejo lo escuchaba desde el 70, crecí escuchando a Da Silveira. Te nombré a Lalo, te nombré al Toto y pude llegar en Oriental, en alguna gira de Nacional o de Peñarol por España, cuando yo estaba allá, a relatar y que comentara [Raúl] Barizzoni. Lalo Fernández, el Toto da Silveira y Barizzoni, tres grosos. Ponele el orden que quieras.
¿Tenés alguna preparación especial para los partidos?
No acepto no preparar un partido. Por supuesto que vivís distinto un clásico o un partido de Uruguay que un partido entre dos equipos menores. No se puede comparar Uruguay en una Copa del Mundo con un partido entre dos equipos menores. Pero los preparo de la misma manera. No puedo no saber quién es el lateral derecho de Boston River cuando va a jugar con Peñarol. Eso fue siempre así, viene de la personalidad. Soy muy autocrítico, escucho los goles que relato, trato de escuchar las transmisiones para corregir. Primero porque estás compitiendo en un medio donde hay grandísimos profesionales, y después porque te debés a la gente.
¿Qué te dan las transmisiones por FM?
En España transmitíamos por FM. Acá hasta hace poco no había transmisiones en FM. Cuando aparece la posibilidad de juntarnos con Claudio Veiga, que es de la época de las juveniles, decidimos armar una transmisión con muchachos de aquella época. Pero en frecuencia modulada. Porque es un campo que no está explotado, y suena mejor.