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Luis Suárez, en el ómnibus de la Selección Uruguaya, camino al estadio Abu Dhabi, para un entrenamiento.

Foto: Karim Sahib, Afp

la diaria en Qatar, como Suárez y compañía, nuestro cuarto Mundial consecutivo

4 minutos de lectura
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Editar

Quisiera decirte algo
No sé muy bien lo que es
Vivo pensando en verte
Una vez y otra vez
Ambos nos asombramos
De saber que es acá
De saber que va en serio
De dejarnos llevar
Sé que voy a guardarme
Guardarme para ti
Eso es lo que siento
Te quería decir

Lo demás es la gloria
Te quería decir

Te quería decir – Letra y música Jaime Roos

Fue en un vestuario enSudáfrica 2010. Me abracé con el Jaime, gritamos ¡Uruguay nomá!, y después de un rato, en otras vueltas, le dije que “Te quería decir” me parecía una canción poco valorada, pero que encantaba.

Estamos. Estamos como podemos. Estamos como queremos. Estamos porque hay que estar, porque no podemos andar salteándonos algunos de los protocolos más básicos del periodismo que obedece a la necesidad de estar en el lugar de los hechos, observar, preguntar, pensar, informarse e informar.

la diaria está en la cancha por una necesidad propia de emisor que busca la interacción con su receptor -el real, uno de los 7.000, comprobable como suscriptor diario del papel, y el potencial- para volcar insumos informativos y de opinión, certezas, dudas, puntos de vista ordinarios y extraordinarios, que no tienen caja de resonancia como canal regular y sistemático.

Como el Luis, como el Edin, con la gran ausencia del Maestro, la diaria va por su cuarto Mundial consecutivo, y una vez más su presencia en el lugar donde el mundo entero hace foco no obedece ni por asomo a razones de oportunidad económica, ni de mejor competencia con los otros medios que aprovecharán el Mundial, y la participación uruguaya, como una de las ofertas de todo aquello que sea vendible, en una corriente de tanto retorno, porque de una manera u otra todos permanecemos conectados con este gran evento.

La sección Deporte de la diaria ha echado los bofes para demostrar día tras día que no tiene cara de pelota como se puede presuponer. Como en El día de la marmota, todos los días debe salvar el examen para demostrar que vive y vibra con el deporte como su especialidad, pero trata de abarcarlo en una concepción integral que lo entrelaza con la vida cotidiana, con la política, la cultura, la economía y con el libro zurcido a diario en hojas de papel que guionan historias mínimas que dan registro a la vida de la sociedad.

Segunda pelota

La materia tratada, el fútbol, el Mundial, no es lo que determina el producto, ni la idoneidad periodística, lo importante es cómo y desde dónde se lo encara.

la diaria tiene como preceptos periodísticos brindar información y opinión con ecuanimidad y por tanto sus planteos muchas veces se descuelgan del modelo dominante en cuanto a medios de comunicación en buena parte de la aldea global.

No obstante ello, pone mucho énfasis en no saltearse ninguno de los protocolos periodísticos básicos en cuanto a la búsqueda y difusión de la información, así como en la generación de ideas a través de la opinión y discusión. Y había que estar. Como fuera, pero estar. Tenemos que ver los modelos tácticos, las figuras emergentes, la belleza de los estadios cimentados en miles de injustas y horribles muertes. Tenemos que tratar de decodificar los porqués de tantas cosas inexplicables en la distancia y en los encapsulados recortes de realidad que consumimos a la distancia.

Pretender querer aprender y saber de fútbol no es changa, pero con eso además no alcanza para ocuparse de acontecimientos que movilizan afectivamente a la mayor parte de la población de nuestro país y a muchos millones de personas en el resto del mundo. Y entonces es imposible no tener en cuenta la dimensión social, la política, la económica y la filosófica en el entendido del poder a través del ejercicio y los preceptos de la religiones.

El mundo hecho pelota

Pretendemos estirar aquella coincidencia con la movida que se forjó ya en Sudáfrica 2010, nuestro primer Mundial, y que hizo que miles de personas que generalmente no hacen foco en el fútbol se asociaran y siguieran de forma absolutamente vivencial todas las alternativas de la selección uruguaya.

Ahora quisiéramos que se repita y quisiéramos repetirlo, otra vez estando ahí, muy preparados para tratar de aportar la mayor cantidad de información técnica y específica, pero con la idea y la cabeza abierta de tratar de vivir ese Mundial en la concentración celeste, pero también en la calle, en el metro, en los ómnibus, entre la arena, los pozos petrolíferos, o los inimaginables edificios.

Obviar la cobertura periodística de un Mundial por estas tierras parece algo inverosímil. El fútbol ha sido piedra de toque de nuestra vida como nación, y ha aportado a definir qué somos, quiénes somos, hasta dónde seremos y qué les dará el deporte a los precarios dueños del futuro.

El deporte construyó futuro en nuestro país desde los albores del siglo XX y, aunque suene a exageración, es una de las vigas fundamentales del imaginario nacionalista.

Se han preguntado ustedes por qué en la joven historia del país como nación, como sociedad –es decir, 200 años y poco, si arrancamos con el festejo del Bicentenario en 1811–, la nación tiene o pudo desarrollar la imagen de deportistas como héroes contemporáneos e inmarcesibles. ¿Por qué se convierte en héroes, en semidioses, en referentes de la uruguayez a José Nasazzi, a Obdulio Varela, capitanes de las hazañas deportivas más grandes de la joven nacionalidad uruguaya, si nadie nos enseña formal o curricularmente sobre ellos? Don José Batlle y Ordóñez es el padre del avasallante y único envión de todos los enormes e inesperados desarrollos deportivos de Uruguay y de ese cimiento que construyó conciencia de sociedad confiada y avanzando con seguridad.

¿Cómo no estar en el último baile? ¿Cómo mirar para otro lado o ponernos en modo piloto automático, cargando los recortes de realidad que llegan en idioma neutro y televisivo? Si no nos presentábamos porque no nos daba la nafta para llegar, perdíamos, y si como fuera llegábamos, como llegábamos iríamos a pérdida, pero jugando con todos y todas, buscando esa reserva de dopamina, porque seguro alguna nos va a quedar. Y aquí estamos.

Yo jugué y salí campeón con la diaria, con mis amigas y amigos, metí gambetas y ollazos, me fajé y tranqué con la cabeza, y ahora me parece que así en los últimos estertores de mi plana -dice plana sí, no plena- idoneidad quiero estar y jugar. Y tenemos un equipo que mete y suda la camiseta de principio a fin, por nuestro trabajo, por nuestros ideales, por la diaria, que, al fin y al cabo, nació, y es celeste.

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