Con dos anotaciones de Enner Valencia en la primera parte, Ecuador derrotó por 2-0 a Qatar en el partido inaugural del Mundial 2022. Es la primera vez que en el partido 1 de un Mundial el local cae derrotado, pero eso no sería lo peor, seguro debe haber sido la primera vez que ese partido termina con el estadio casi vacío, y sólo con el natural y efusivo aliento de los visitantes.

De fiesta

Eran las 19.18 cuando el ecuatoriano Enner Valencia, de pura calidad, a través de un penal, tuvo revancha de una increíble sanción que anuló una conquista que pareció válida y anotó el primer gol del campeonato, el primer gol de Ecuador en este Mundial de Qatar 2022.

Después de la fiesta tan breve como colorida y luminosa a la que asistieron tantas personas como butacas tiene el estadio, se vio una justa, medida y práctica presentación del partido inaugural, favorable para el equipo sudamericano, que de entrada, y a pesar de todos los frenos que se activan para el primer partido, salió a mandar en campo visitante.

¿Qué habrá sucedido cuando a los cinco minutos Valencia estrenaba las redes mundialistas? No lo sabemos, pero sí que no tuvo problemas en poner el primero real, tras la ejecución de un indiscutible penal, ni de colocar el segundo, esta vez de cabeza.

En la tribuna, un buen contingente de ecuatorianos disfrutaba de la actuación de su equipo y se mofaba de los chilenos, los denunciantes del caso Byron Castillo con todas sus consecuencias, gritando por miles el discriminatorio e incorrecto “el que no salta es un chileno maricón”.

Si bien es posible determinar cierta cultura de fútbol en la vida de algunas sociedades, parece injusto pontificar acerca de la ausencia de conocimiento futbolístico de algunos pueblos, pero es doloroso verlo, más si son los organizadores del encuentro virtual y presencial de millones de personas en el mundo.

Hay algo de inocente y hasta candoroso en los aficionados cataríes, que más allá de una barra muy plástica bien organizada detrás de uno de los arcos, se acomodaron en buena parte del estadio con gran mayoría de túnicas blancas, y unas pocas, muy pocas, negras, de las mujeres. Como quien asiste con poca frecuencia y bastante desconocimiento a las canchas, se festejaban saques laterales, o pelota facilongas. Los ecuatorianos a través del buen juego del equipo dirigido por el argentino Gustavo Alfaro, rápidos, seguros, y también efectivos, disfrutaban en las tribunas.

Desde el punto de vista técnico y táctico, los ecuatorianos reflejaban, como en las tribunas, mucha más solvencia e idoneidad que sus rivales que a pesar de la preparación de años no logran salir de un nivel bastante primario para competiciones de élite.

Tal vez eso acompañe, para nosotros, la sorpresiva determinación de miles de seguidores locales, que no necesariamente, se sabe, son qataríes que en el segundo tiempo se fueron del estadio, tanto los de la túnica blanca, como los de la hinchada armada como un puzzle comprado en Ali Express o en Amazon.

La redota

El segundo tiempo transcurrió sin más novedades que la retirada de los aficionados, y la salida por lesión a la media hora de juego de Enner Valencia. Conforme fue pasando el tiempo, una desagradable sensación nos fue invadiendo a los futboleros del corazón, al advertir que medio estadio se iba ¡en la inauguración de un Mundial! La sensación final de estadio medio vacío, de desinterés, de desidia, abreva en la idea de que no todo es la plata ni por plata, y que hay que tener mucho más cuidado y sensatez a la hora de revisar la elección de una sede.

El partido terminó casi con la misma cantidad de hinchas ecuatorianos que qataríes, y con el grito adaptado de los sudamericanos de ¡Sí, se pudo!

Bien por los ecuatorianos, una lástima por el comienzo de un Mundial que en su primer día tuvo fiesta y la pesadumbre de una sensación de que el fútbol no se merece que lo traten con esa desidia y poco apego.