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Rubén  Magnano, durante un partido ante Puerto Rico, en el Antel Arena (archivo, agosto de 2022).

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El futuro de la selección uruguaya de básquetbol

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Salvo en los puestos de base y escoltas, Uruguay tiene un montón de problemas a resolver a corto y mediano plazo; además, Rubén Magnano finaliza contrato.

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El optimismo de sangre celeste ante la mínima posibilidad matemática se opone al horizonte que cada vez está más cerca. Hoy las chances son pocas, por tanto la mirada futura se ojea con más deseos que certezas.

Incertidumbres por doquier. Habrá elecciones en la Federación Uruguaya de Basket-Ball (FUBB) y Ricardo Vairo dejará su cargo para presidir la Confederación Sudamericana de Básquetbol. Todo indica que en la FUBB lo sucederá Héctor Assir; el actual mandatario de Larre Borges es el único candidato hasta el momento. Continuaría la línea de trabajo del oficialismo, pero nadie quiere vender la piel del oso antes de cazarlo.

Ahí arranca a caerse el dominó. El entrenador de la selección también es una interrogante. El vínculo contractual con Rubén Magnano tiene dos chances: puede culminar el domingo si no hay clasificación o al término del Mundial. Hubo motivos varios, pandemia incluida. Pero la ilusión que generó la llegada del cordobés a la FUBB se mezcla con el sinsabor de sus últimos días. Queda la sensación de que se aprovechó poco el conocimiento del argentino campeón olímpico. Se esperaba más, en varios ámbitos.

A todo esto, se suma el paso del tiempo que seguramente alejará a Esteban Batista de la selección. Se termina una época en la que el pivot siempre estuvo. Se sobrepuso a un montón de obstáculos y con más virtudes que falencias logró jugar a nivel altísimo, sobre todo, en el esplendor de su carrera. Para muchos es el mejor jugador de la historia de este país, el único en llegar a la NBA, campeón en varias partes de Europa. Lamentablemente, con la selección obtuvo cosas secundarias, con la medalla de bronce en el Preolímpico de 2007 como logro principal.

Fitipaldo quedará como referente, seguido por Parodi y las pinceladas de Granger cuando pueda venir. Los puestos base y escoltas parecen cubiertos, más teniendo en cuenta que tanto Santiago Véscovi como Agustín Ubal emergen con fuerza jugando a niveles top desde muy chicos.

La presencia del tan dominante Batista mantuvo en Uruguay un estilo de juego obsoleto. Es tan efectivo que la necesidad postergó la modernización. Los pivots ya no se postean. Por tanto, su inminente salida dejará el camino para acercarse a tiempos modernos. Aun así, no se vislumbran sustitutos claros.

Mathias Calfani será el referente en la zona pintada, por la obligación que marcan sus enormes virtudes, pero no es pivot. Se intentará buscar jugadores con talla –difícil en el biotipo del uruguayo–, que a su vez sean buenos tiradores, corran la cancha y sean versátiles para cambiar de marca y emparejarse con un chico sin demasiadas complicaciones.

Para colmo, sigue costando encontrar aleros confiables. Desde la salida de Mauricio Aguiar no hubo un sustituto claro. Nadie se afianzó en la vacante. A nivel doméstico, hay muchos escoltas que ocupan la posición, pero en el plano internacional, cuando hay que defender jugadores de dos metros, se complica.

No es algo nuevo ni que sorprenda. En los últimos años Uruguay logró sus mejores rendimientos con tres y hasta cuatro bases en la cancha. Inédito pero real. La rareza de relegar centímetros pero sumar en otras áreas del juego llevó a competir desde una estrategia táctica que sólo se ve por acá. La muestra más clara fue en el Preolímpico rumbo a Tokio, donde la celeste tocó el pico más alto de la era Magnano jugando a la par de potencias como Turquía o República Checa.

De todas formas, esto parece ser una solución a problemas puntuales. Pero difícilmente se logre establecer como norma, yendo contra la naturaleza del deporte. Por tanto, salvo en los puestos de base y escoltas, hay un montón de problemas a resolver.

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