Era una historia con final conocido. Con la preparación para afrontar la derrota que se veía venir. La eliminación de otro Mundial era inminente. Pero igual duele. Uruguay, otra vez, mirará un certamen grande por televisión.
El combinado uruguayo salió a jugar el partido que tenía que hacer. Defensa intensa, dura, haciéndole sentir al rival el rigor físico del choque constante. La estrategia defensiva debía ser clave: cambio de hombre en todas las cortinas directas y, sobre los últimos segundos de la posesión, también en las indirectas. Además, hubo un enorme trabajo en el rebote en aro propio, sin permitir ofensivos en el primer cuarto y solamente uno en todo el primer tiempo.
El trabajo sólido en defensa le permitió fluir mejor en ofensiva, aunque de forma inteligente no atacó las primeras ventajas sabiendo que las ofensivas largas eran un freno necesario al ritmo del partido sabiendo que el ida y vuelta se asemejaba a caminar por la cornisa. La generación estuvo a cargo de las pinceladas mágicas de Luciano Parodi y la efectividad goleadora de Bruno Fitipaldo. En el segundo cuarto, también se sumaron los viejos y conocidos posteos de Esteban Batista, con la decisión llamativa de Estados Unidos de no doblarlo. En el mano a mano, llevó a la escuela a todos sus defensores haciendo gala del movimiento de piernas que todavía mantiene.
La visita se adaptó mejor al juego en el segundo cuarto, siendo vertical al aro y explotando la mezcla de velocidad y potencia para encontrar grietas, sobre todo cuando Batista se alejaba del aro. Avisaron lo que se podía venir. De todas formas, los de Rubén Magnano mantuvieron la ventaja promedio en doble dígito cerrando el primer tiempo 41-29.
Este combinado estadounidense está compuesto por jugadores que juegan el mismo deporte con ciertas reglas diferentes al básquetbol FIBA. Por tanto, le costó meterse de lleno en lo que se estaba jugando. En el segundo tiempo impuso condiciones. Elevó el ritmo y los porcentajes. La diferencia se esfumó rápido.
La visita voló al ataque, pero, además, castigó cada cortina directa con el defensor de Batista o Kiril Wachsmann. Leyó bien la estrategia inicial de Magnano y solo ofendió atacando esa situación que fue un problema sin solución durante todo el complemento. En 10 minutos el partido se transformó en uno de toma y dame. Paridad y nerviosismo cuando los norteamericanos entraron arriba por mínima al último.
El epílogo fue de detalles, y en ese escenario era complejo salir victorioso. A la celeste le faltó fluir, además hubo dos tiros francos de 6.75 en manos de Luciano Parodi y Fitipaldo que no entraron. El cansancio, la calidad, la lectura de juego. Quizás un poquito de todo.
Hubo un par de minutos con la historia sentenciada que alcanzaron para que el Antel Arena reconociera de pie la enorme actuación de Agustín Ubal, el pibe maravilla, un buzón donde se depositan las ilusiones futuras. Terminó con 18 puntos y 6 rebotes, pero, sobre todo, tuvo la fortaleza de cargarse el equipo en sus hombros cuando fueron ajustados los principales exponentes.