El barrio Peñarol tiene más cielo que otros barrios, y en sus pulmones se respira el Montevideo más típico y folclórico. En la esquina con Camino Edison, la calle Logroño cambia de nombre para llamarse Baltimore. Hacia el lado de Baltimore vive Mateo Ponte. Para el lado de Logroño hay un muro rayado que dice “Viva Zitarrosa”, y sobre el final de la calle, o sobre el principio, hay un almacén que se llama La Familia. De botija vivió con su abuela más adentro del barrio todavía y jugó en el Stockolmo del Prado, hasta donde lo llevaban el 526 y su vieja. En aquel tiempo se cruzó por primera vez con rivales para siempre, que después enfrentó en las inferiores. Hoy en día, algunos de ellos se cambian de celeste junto a él para eso que llaman soñar. Particularmente hablando de los seleccionados que juegan en la violeta del Parque Rodó, de quienes los separa una rivalidad histórica, Mateo dice que al día de hoy son como sus “hermanos”, algo que “sólo la selección te da”.
A la vez que su cabeza vuela con el Mundial de la categoría a jugarse en Indonesia próximamente, el futbolista hace foco en Danubio. El fin de semana, el equipo goleó a Plaza Colonia en el estadio María Mincheff de Lazaroff, y Ponte se anotó en la lista de goleadores junto a Alejo Cruz y el hat trick de Papelito Sebastián Fernández. Danubio enfrentará a Racing el viernes en el Parque Palermo y el miércoles de la semana próxima se medirá con Defensor por la Copa Sudamericana, en una edición más de uno de los clásicos del fútbol criollo. Ese partido, dice Mateo, lo quiere “jugar como sea”.
¿Cuál es el presente de Danubio y cómo viven este momento del campeonato?
Queremos hacer todo bien, y a veces las cosas salen y otras veces no. Son cosas del fútbol. Podés hacer las cosas perfectamente y que el rival igual juegue mejor que vos, y es así. Los otros jugadores también juegan. Con Coco [Esteban] Conde fuimos compañeros y ahora, sabiendo su rol, se dirige igual con nosotros, te llega igual, sabiendo también que o somos amigos o somos compañeros. El año pasado, por ejemplo, no tuve muchas chances de jugar, ahora teniendo la oportunidad de estar en el equipo la motivación es otra. Incluso estando en el campeonato con la selección ya estaba pensando en volver a jugar a Danubio. Porque es lindo tener la oportunidad de jugar en Danubio. Otro sueño de chico es jugar en Primera con jugadores importantes como me pasa ahora: yo a Papelito Fernández lo veía por la tele, y cuando dijeron que venía para Danubio no lo podía creer. Seba en particular, pero en general todos en el equipo transmiten una energía que genera ganas de estar. Seba es especial; lo mirás y no hay manera de que en tu cara no salga una sonrisa, cuando las cosas están bien y cuando las cosas están mal. Ahora jugamos el viernes con Racing y después se viene el partido por la Sudamericana, en el que nos jugamos todo contra el clásico rival. Ese partido lo quiero jugar como sea. Es una rivalidad desde juveniles.
¿Cómo ves el concepto de la Universidad del Fútbol y qué implica en el vínculo con el club?
A Danubio le tengo tremendo aprecio. Quienes trabajan son gente humilde que te está dando para adelante. En Danubio encontré un lindo ambiente que se fue aclarando más a medida que pasaban los procesos. Es una institución linda, un cuadro grande que tiene sus valores y que te los plasma. Se hace querer solo, el club. A mí me tocó vivirlo así. Lo siento como si fuera un hincha más. La Universidad del Fútbol va desde los valores que te transmiten para formarte como persona más allá de cómo te pueda ir como futbolista. Va más allá de la pelota. Ese es para mí el concepto de Universidad del Fútbol de Danubio.
¿De qué manera se relaciona ese presente con la víspera del Mundial?
Parece que está tan lejos, pero en realidad está tan cerca el Mundial que es difícil no pensar en eso. Trato de vivir el ahora, meterme cien por ciento en ser jugador de Danubio, puedo sacarle el foco, pero siempre estoy pensando en llegar de la mejor forma al Mundial. El Sudamericano tuvo mucha repercusión, aunque no nos había ido tan bien en la preparación como para que la gente esperara a ver qué teníamos para dar. Todavía no le encontrábamos la vuelta a nuestro juego, o al menos no lo expresábamos en la cancha. El día del debut fue increíble, además tuvimos libre la primera fecha y pasamos una semana comiéndonos las uñas, esperando que llegara el día. Cuando llegó la hora de la verdad, por suerte nos fue bien, y después es más fácil y más lindo trabajar sin tristeza y que todos los días se trabaje con alegría, con seriedad pero con alegría. La gente se empezó a emocionar con el correr de los partidos, y nosotros también.
¿Qué importancia tiene tener un orientador como Marcelo Broli de cara al Mundial de Indonesia?
Es muy buena persona, y más allá de lo futbolístico, porque a todos nos pueden pasar cosas, siempre está abierto a contarnos algo, por más que sea de su vida o de un momento que está pasando, para que nosotros entendamos lo que está viviendo. Y nosotros también podemos hablar de lo que nos pasa, de nuestra vida fuera de lo futbolístico. Sabe cómo estamos. Como técnico, sin palabras. Perfil bajo, humildad; ahora con la oportunidad de acercarse a la mayor debe de estar muy feliz. Para todos el Mundial va a ser una linda experiencia y un lindo desafío. Enfrentás a jugadores que están en la élite del fútbol.
¿Qué significa jugar en la selección uruguaya?
Para mí y para cualquiera de mis compañeros es un sueño jugar con la camiseta de la selección. Desde chico usabas la celeste que tu madre te compraba en la feria, te ponías la diez de [Diego] Forlán y soñabas con jugar en la selección. Es algo muy lindo y todos lo vivimos de la misma manera. Yo jugaba en el Stockolmo y conocía a jugadores de otros cuadros que después nos cruzamos en juveniles y ahora somos compañeros de la selección, como Mathías De Ritis, que jugaba en el Rocha, o Luciano Rodríguez, que jugaba en el Cosmos. Nos vemos las caras ahí, después de habernos cruzado siempre. Nos mirábamos en la cancha con algunos y les sabías el nombre, el apellido y cómo jugaba, y encima capaz que no te caía nada bien. Con Defensor, por ejemplo, siempre tuvimos pica, de juveniles, y hoy en día los jugadores de Defensor que jugaron conmigo en la selección son como hermanos para mí, y eso sólo la selección te lo da, esos regalitos que te da la vida.