Yo tenía una pregunta para Marcelo Bielsa. Pero no estaba en la lista de selectos cuestionadores. No por negligencia de la atenta organización del evento, todo lo contrario, más bien por mi pésima gestión como periodista. Yo tenía una pregunta para Marcelo Bielsa y creí que era a mano alzada. Pero, claro, no entendí a tiempo la dimensión de aquello, 300 periodistas acreditados, de más de 15 países distintos, de más de 130 medios diferentes, más los ojos del mundo, del mundo entero, pero de los más frikis del mundo del fútbol, todos los ojos. Porque Marcelo Bielsa, a quien no voy a descubrir yo, posee una especie de aura social subjetiva, que es quizás su pieza mágica, lo inexplicable, lo que va más allá del juego. Y en estos tiempos que corren con GPS, estar más allá del juego quizás lo coloque más allá de los hombres.
Yo tenía una pregunta para Marcelo Bielsa, pero Bielsa está más allá de los hombres. Y más allá de los nombres. No es capaz Bielsa de caer en la tendida trampa de una pregunta inquisidora, es el propio as del pensamiento en voz alta, una especie de clown que acepta los cuestionamientos para poder descifrar, responder, salir. Al vaso de agua lo agarró de martillo y con cada trago sentenció las respuestas, que no tuvieron más que su sello. Las respuestas de Marcelo Bielsa oscilaron entre la espontaneidad, el cuidado, la elocuencia, la sabiduría y el conocimiento del medio, de sí mismo, y de sí mismo en el medio.
Respondió sobre Suárez, sobre Cavani y sobre Muslera, habló de los ídolos, de la importancia de los ídolos “para los más pobres”, dijo. Y recordó al ídolo de un pueblo donde veraneaba en la primera juventud. Dijo Bielsa que en ese pueblo iba todos los días a ver el campeonato que se armaba, pero, sobre todo, que iba a ver a la Josefa, el crack perdido de un romancero inédito. Que lo esperaba dando vueltas en bici a la manzana, sólo para verlo salir de alguna de las puertas.
Bielsa habló de los ídolos, del barro de los ídolos, y del lugar de los ídolos en la sociedad. Pero también habló de su propia idolatría, se encargó de apagar todos los humos en torno a su llegada, nuevamente volvió a hablar de perder en la búsqueda de ganar lo máximo, y supo decir que estaba cansado de hablar del fracaso. Se refirió a la viral respuesta del basquetbolista Giannis Antetokounmpo ante una pregunta similar. El Loco Marcelo Bielsa dejó que otro conteste por él. Además respondió a la pregunta sobre el Maestro Tabárez con “admiración”: una palabra, dijo, “que puede parecer exagerada pero que en este caso es acorde”. Así de liso fue Bielsa para quien yo tenía una pregunta.
El Loco Bielsa se refirió a su decisión de dirigir la selección uruguaya como una decisión para nada difícil. Para explicar con simpleza, la simple decisión trascendental, el entrenador se refirió a dos hechos fundamentales: los jugadores y la gente. Para explicar lo de los jugadores se refirió a lo “saludable” del proyecto de divisiones formativas que tiene la Asociación Uruguaya de Fútbol, dijo que había seguido de cerca el Sudamericano sub 20 pasado.
También habló de Ronald Araújo, a quien, dijo, le tocó la peor tarea pero la hizo de la mejor forma, marcar a uno de los mejores extremos del mundo, Vinicius. Habló de que hay jugadores creativos, jugadores de recuperación y jugadores certeros, implacables, efectivos. Dijo que en Uruguay encontraba de todos los tipos.
Para explicar lo de la gente se refirió a dos hechos: uno, la vez que se vino “a lo ciruja” desde Rosario para ver el Mundialito del 80, “sin plata, sin entradas, pero vimos todos los partidos sin cometer ningún delito”. Y otra, dijo, una vez que volvió con su esposa desde Carrasco en transporte público. Se refirió a pequeñas decisiones de la gente en el devenir del pasaje, cosas que quizás lo enternecieron, que desnudaron al pueblo, que le mostraron su cara más tierna. Marcelo Bielsa habló del hincha con respeto, y en contrapartida habló de los periodistas, los técnicos y los directivos como destructores del juego. Como lo peor del fútbol.
Cerca mío alguien quiso preguntar por lo específico del juego, por aquello de lo lúdico, o por dónde queda lo lúdico entre tanta estrategia. Quizás en la estrategia misma o quizás lo lúdico ha muerto. Así como Nietzsche mató a Dios, el fútbol moderno mató el juego, pero Bielsa rescató a los ídolos y a los hinchas. Como esa persona no hizo esa pregunta, nadie más la hizo. La mayoría de los cuestionamientos abiertos al flamante técnico del seleccionado hurgaron en las decisiones a tomar, con respecto a los veteranos, con respecto a los jóvenes, con respecto a la victoria, a la derrota y al éxito.
Cuando Bielsa habló del Mundialito del 80 yo tenía una pregunta. Pero no pude hacerla. Pensé que el Mundialito del 80, que le permitió a Bielsa vivir la algarabía del hincha criollo, también actuó como una pantalla, o como una careta a los últimos salvajes años de la dictadura, muy emparentada, sobre todo en esa época, con la dictadura argentina. Que quizás cuando se jugaba ese mundialito de campeones y el Diego sacudía el pelo, sobre sus cabezas volaban los cóndores que dejarían vacíos para siempre. Eso quise decirle. Porque Marcelo Bielsa es un ser social.
Yo quería preguntarle, también, cuánto influye en la gestión de un entrenador de la selección uruguaya como él el contexto político y cultural que nos acontece. Ni siquiera decirle de la cantidad de gente que vive en la calle, que el Centro es un desfile de zombis por las noches, o que un senador tiene sendas acusaciones de abuso y que el presidente lo respalda. No quería decirle eso, sólo preguntarle cuánto pesa a la hora de dirigir a Uruguay que su gente se esté quedando sin agua.