El bloque defensivo de Uruguay fue de lo mejor de la Copa del Mundo. La seguridad atrás fue el estandarte celeste. Desde ese sector de la cancha la selección supo sostener los peores momentos de partidos en donde atacar no era una posibilidad ante buenos planteamientos de los rivales. Sin dudas, la firmeza defensiva hizo acordar a las mejores épocas de la selección, tanto en juveniles como en mayores.
La figura máxima fue Alan Matturro, tal vez el jugador más regular de Uruguay durante el campeonato. El juvenil del Genoa, ex Defensor Sporting, realizó con enorme seguridad su trabajo en el sector izquierdo, pero además fue agresivo a la hora de atacar, llegando a generar chances claras para sí mismo o para sus compañeros.
Randall Rodríguez es otro que fue de los mejores en su puesto en el Mundial. El golero hizo muy buenas actuaciones, siempre sostenidas en la seguridad que transmite, y reafirmadas en atajadas que fueron claves.
No pueden quedar afuera el resto de jugadores: la dupla central, Sebastián Boselli y Facundo González pareció que se conocían de toda la vida; Mateo Ponte era el mejor lateral del Mundial hasta que se lesionó; y hasta Rodrigo Chagas, el polifuncional del equipo, cuando le tocó la responsabilidad lo hizo con solvencia.
Ese bloque central
Lo de Fabricio Díaz debería escribirse con mayúsculas. El capitán tuvo un arranque irregular del campeonato, pero a medida que fueron pasando los partidos pudo encontrar su mejor versión y, sobre todo, la voz de mando. En la fase de manos a manos, es decir desde octavos de final en adelante, se pudo ver su enorme calidad de juego (asociado a un despliegue físico impresionante). Se rumorea que lo quieren varios equipos de Europa; parece justo, lo certifica el fútbol que lleva en sus pies.
Damián García e Ignacio Sosa fueron dos titanes. En la marca su trabajo fue tan incesante como impecable. Además, también cumplieron el rol de armador cuando Díaz fue tomado como referencia por sus rivales.
Magia y garra: Franco Cepillo González
Parece un oxímoron, sería difícil de explicar en otro contexto que no sea el fútbol. Pero Franco González es así, capaz de desenredar los partidos más trancados, pero a la vez no escatima en esfuerzos a la hora de la marca. Juega de 10, con toda la magia que eso incluye -porque a Uruguay le gustará defender duro, pero un 10 siempre tiene que ser un 10, o sea de lo más talentoso del equipo-, pero también hizo las veces de volante central para raspar alguna pelota, jugó de lateral cuando bajó a ayudar al compañero defensor de ese sector, hasta en los córneres se ubicó como para presionar la pelota en el rebote.
La versatilidad ofensiva
Hasta que se lesionó, Matías Abaldo era el mejor jugador de Uruguay. Tanto por izquierda como por derecha, el mediapunta fue más que todos los defensas que se le pararon enfrente. Además, llevaba dos goles y era goleador de la celeste. Parecía difícil cubrir su lugar con la misma calidad de rendimiento. Sin embargo, dos que tuvieron su oportunidad hicieron un papel similar (y hasta mejor): Juan Cruz de los Santos y Anderson Duarte.
De los Santos fue exquisitez técnica y seguridad en los movimientos. Sus internadas por izquierda fueron claves en los partidos de octavos de final en adelante. El punto alto, altísimo, fue contra Estados Unidos, donde su juego posibilitó los dos goles que convirtió Uruguay.
Si un pibe de su generación tuviera que definir a Duarte, seguro diría “ta robao”. Lo del tacuaremboense fue descollante. Pura calidad e inteligencia táctica lo hicieron no sentir el cambio de jugar contra la banda y pasar a ser el 9 del equipo: tan bien hizo el laburo de delantero centro, que terminó siendo el goleador de Uruguay. Y es más: todos esos goles sirvieron para que la celeste avanzara las tres fases previas a la final.
Como la primera vez
La actitud de Uruguay en la final. Salió a jugar el mejor partido de su vida y, sin dudarlo, fue uno de ellos. La celeste dominó a Italia en absolutamente todos los aspectos de juego, incluida la postura corporal, tan decisiva en ciertas ocasiones. El mejor equipo fue campeón del mundo.
Fermín Méndez, desde La Plata.