Hoy juega Maximiliano Cantera con la camiseta de Atlético Nacional de Medellín. El gurisito de Cerrillos que sabe dejarla chiquita arribó al cuadro antioqueño con un contrato a préstamo de un año de duración con opción a compra. La posibilidad de extensión de dicho documento o la consagración de la compra se plasma en la cancha. Cantera arribó al equipo colombiano hace apenas algunas semanas proveniente de Deportivo Maldonado, que terminó por convertirse en una segunda casa para el futbolista.
En el equipo fernandino el futbolista cumplió dos grandes etapas llevando la tan mentada camiseta número diez, que tanto en los equipos mainstream como en los más under se cotiza. Atlético Nacional se interesó en esa cadencia atada a la calidad, como la pelota al botín, y empezó derecho. En Nacional el uruguayo vivió un poco de todo, quizás un sueño de aquellos barrios de Canelones cerca del Santa Lucía. Queda la sensación de que podría haberse convertido en una referencia, pero quizás quede en el recuerdo de los más finos fieles. No llevó la diez pero puede recordarse por lo que podría haber sido, o por lo que no se le permitió. Pensando en ejemplos de viejos dieces bolsos que rozaron la gloria y a la vez el olvido, se escribe Edú Marangón. Esos de fugaces pasajes que no salieron campeones y quizás los arrastró el resultadismo.
Atlético Nacional juega esta noche desde las 21.00 en el Cilindro de Avellaneda frente al Racing que custodia La Guardia Imperial. En el mítico escenario, el equipo colombiano buscará sostener la ventaja conseguida como locatarios en el partido de ida. En el Atanasio Girardot se dio el debut del futbolista uruguayo por Libertadores: ingresó en el complemento y convirtió como un número 9 de cabeza a los 83. Fue el 3-2.
Después Maxi Cantera estampó el 4-2 para el delirio antioqueño. Recibió de un mal despeje el sueño impensado de correr solo frente al arquero. Engañó a todo el mundo con un gesto y la picó por encima de la humanidad del guardameta, que siguió el balón con la mirada.
La ciudad de Cerrillos en Canelones se fundó por una “unión de vecinos” en tierras donadas por Máximo Tajes, uno de los tres presidentes -junto a Joaquín Suárez y Máximo Santos- que vivieron en esos parajes. A Maxi le costó el liceo y la vida. Lo acunaron las maestras, los profesores, las vecinas. Era un balín que la rompía los domingos, un gurí querido por todos y todas. Un hijo del pueblo.