El simplismo irresponsable de “la Eliminatoria ni habría que jugarla, ya estamos clasificados” ya no es tan fácil de emitir, no por la posición que Uruguay ocupa ni por su desarrollo de competición en estas primeras diez fechas, sino porque se sabe que, aunque con más cupos que nunca, es un torneo de altísima dificultad, donde a excepción de megaselecciones como Argentina o Brasil, nunca sobra nada.
Ante Colombia y Brasil, Bielsa podrá encaminar la clasificación, mantenerse en zona segura a pesar de las zozobras, o quedar, por raro que parezca, en posición de pelear por los cupos de clasificación directa.
Cuando juega la celeste todo el mundo boca abajo
Hace mucho tiempo, varias décadas, cuando esto recién empezaba, los entonces pocos y selectos generadores de opinión pública deportiva les hicieron creer a nuestros mayores, sobre bases sólidas y más o menos sostenidas por los antecedentes, que era cierto aquello de que en 1928 Álvaro Gestido había hecho letra a la vuelta de conquistar el segundo título mundial-olímpico en Ámsterdam después de dos finales ante Argentina: “Cuando juega la celeste, donde juega la celeste, todo el mundo boca abajo”.
Nunca fue absolutamente cierto. Las selecciones uruguayas de fútbol fueron dominadoras pero no invencibles en las primeras competencias continentales e intercontinentales. Los tipos tenían razones para estar agrandados y creídos, aunque eso nunca corresponda en el mundo de las competencias deportivas donde los partidos no se ganan hasta que terminan con victoria, donde los campeonatos se consiguen con más puntos que los rivales. Un tipo como mi tío viejo, Figuerón, que había nacido en 1910, a los 40 años tenía vividos y ganadas las copas América de 1916, 1917, 1923, 1924,1926, 1935 y 1942, los olímpicos-mundiales de 1924 y 1928, y las copas del Mundo de 1930 y 1950. Se creían, y también les habían hecho creer, que en un partido de fútbol alcanzaba con vestir de celeste y ya estaba.
Los nacidos 30 y 40 años después de Figuerón, que escribían en los cinco o seis diarios, que hablaban en las radios y eran especialistas en las transmisiones deportivas, y que después aparecieron en los tres o cuatro canales de televisión, tomaron eso por bueno y nos transmitieron, ya sólo con uno o dos triunfos por década, que eso seguía siendo así. Muchos y muchas tuvimos que darnos la cabeza contra la pared para comprobar que la premisa de los uruguayos campeones de América y del mundo, sólo por uruguayos y por la celeste, no era cierta, y que había que esforzarse muchísimo para competir y estar en la competencia detrás de la zanahoria de la esperanza de volver a ser los mejores. “Antes eramos campeones, les íbamos a ganar, hoy somos los sinvergüenzas que salen a picotear”, canta y enseña Jaime Roos.
Cientos de miles de nosotros y nosotras vivimos décadas de desengaños y martirio porque no llegábamos a los mundiales que mirábamos de prestado por televisión y nos conformamos con ver sufrir a los otros: trás el primer ciclo virtuoso de cuatro participaciones mundialistas seguidas (1962-1966-1970-1974), luego igualada en la refundación de la selección de Óscar Washington Tabárez, la celeste y sus seguidores nos quedábamos en el paisito con la ñata contra el vidrio: en cinco de los ocho mundiales que se jugaron desde Argentina 78 hasta Alemania 2006, la vimos de afuera.
Parecido no es lo mismo
Algo volvió a pasar, después de 15 años y participaciones consecutivas en Sudáfrica, Brasil, Rusia y Qatar, y hemos vuelto a ser parte de la pequeña burguesía del fútbol, y parece que miramos por arriba del hombro a casi todos los demás. Así por lo menos lo han hecho público los actuales generadores y dinamizadores de la opinión pública induciéndonos a pensar que la Eliminatoria esta vez era una papa, que poco menos no habría ni que jugarla, y que no tenía gracia que clasifiquen seis de los diez integrantes de la Conmebol.
Pues bien, la clasificación récord, porque supondrá la quinta consecutiva, a la fase final del próximo Mundial, el de Estados Unidos, México y Canadá que tendrá 48 países, ya está avanzando en su segunda ronda, y cuando termine el partido ante Brasil el próximo martes y se cierre la competencia por el 2024 quedarán tan sólo 18 puntos por jugarse.
Uruguay, dirigido toda la Eliminatoria por Marcelo Bielsa después de un estupendo arranque en 2023, en el que venció entre otros a Brasil y Argentina, ha tenido un pobre 2024, en el que no ha podido ganar por esta competición ni anotar ni un sólo gol en los cuatro partidos que jugó: empató tres y perdió el restante. Con el colchón de puntos se mantiene en el cuarto escalón de la tabla junto a Brasil con 16 puntos, pero atención, porque en el improbable pero verosímil caso de que los celestes perdieran en los dos partidos, y Bolivia y Venezuela ganaran, Uruguay podría quedar fuera de los puestos de clasificación directa antes de, en marzo de 2025, recibir a Argentina y visitar en El Alto a Bolivia.
Por un empate con Colombia y derrotas con Argentina, Brasil y Bolivia cesaron a Tabárez después de 15 años de crecimiento absoluto. Ojo, también es cierto que el elenco de Bielsa puede hacerse de las dos victorias y esperar los partidos de 2025 cómodamente instalado arriba y más cerca de la clasificación, lo que representaría la expectativa y la proyección de lo logrado en aquel ya lejano 2023.
Porque, en definitiva, Bielsa llegó a Uruguay para trasladar todo su conocimiento y filosofía de juego, para volver a estimular con su estilo de plenitud frente al arco contrario, y no sólo para conseguir una clasificación que otros creen que ya venía en el paquete del Mundial 2026.