El tema volverá a estar arriba de la mesa, o dentro de una cancha, porque sus próximos rivales, Noruega e Italia, han sido dos de las tantas federaciones que han pedido a la UEFA que apartara a Israel de la competición y lo sancionara. Lisa Klaveness, actual presidenta de la Federación Noruega de Fútbol y exjugadora profesional, ha dicho: “Personalmente creo que si Rusia está excluida, Israel debería estarlo también”. Durante el congreso de FIFA en Doha, antes del Mundial de Qatar, ya había dicho: “Un Mundial aquí es inaceptable”. Vale recordar que en esas eliminatorias los jugadores noruegos salieron a la cancha con una camiseta que decía “Derechos humanos, dentro y fuera del campo”. En esta ocasión, destinarán lo recaudado por el partido contra Israel a ayuda humanitaria en Gaza.
En los días previos le salió al cruce Moshe Zuares, presidente de la Federación de Israel, quien, según Marca, dijo: “Ya no me sorprende su parcialidad ni su afán de llamar la atención. Estoy harto de sus provocaciones. Más allá de eso, no he escuchado ni un solo argumento suyo sobre cómo el boicot promovería la solución de paz que tanto deseo”.
Línea de 4: ONU-Trump-UEFA-FIFA
Algo cambió luego de la última Asamblea General de la ONU. Israel fue muy cuestionado por la inmensa mayoría de la comunidad internacional y se planteó abiertamente un boicot similar al que se le hizo al gobierno de Sudáfrica durante los tiempos del apartheid. Por esos días la ONU publicó las conclusiones de un panel de expertos sobre lo ocurrido en Gaza y lo calificaba de genocidio. La UEFA, luego de ese informe, decidió convocar a sus miembros para considerar la suspensión de Israel. Los rumores decían que había mayoría a favor. Pero apareció el plan de los 20 puntos de Trump y la UEFA decidió posponer indefinidamente la convocatoria.
Lo siguiente fue la sesión del Consejo de la FIFA el jueves 2 de octubre. Allí Gianni Infantino estableció que “la FIFA no puede resolver problemas geopolíticos, pero puede y debe promover el fútbol en todo el mundo aprovechando sus valores unificadores, educativos, culturales y humanitarios”. El presidente de la FIFA recibió al presidente de la Federación de Palestina de Fútbol, Jibril Rajoub, y lo felicitó “por su resiliencia en estos momentos”. ¿Qué momentos? No se animó a calificarlos. Tampoco lo hizo cuando saludó al “pueblo inocente de Qatar que se ha visto afectado por los acontecimientos de hoy”; “los acontecimientos” eran un ataque del ejército de Israel en suelo qatarí en busca de eliminar a los miembros de Hamas encargados de las negociaciones, en el que falleció un policía qatarí.
Lo cierto es que no es la primera vez que el histórico conflicto entre Israel y Palestina se transforma en un asunto para el fútbol. Empecemos por lo básico: Israel compite con selecciones europeas por una decisión política. Su geografía indica que debería jugar las eliminatorias en Asia y así lo hizo al comienzo (incluso tiene un título de Copa Asia en su palmarés). Pero luego de la guerra de los Seis Días en 1967 y la de Yom Kippur en 1973 Kuwait presentó una moción para expulsar a Israel de la Confederación Asiática de Fútbol, y luego sería admitido como miembro de la UEFA en 1991.
La FIFA hace diez años creó el Comité de Seguimiento de Israel-Palestina cuando la federación palestina protestó formalmente por equipos israelíes fundados en asentamientos irregulares en Cisjordania que competían en la liga de Israel. En teoría, serían equipos de un territorio considerado Palestina, jugando en la liga de Israel sin el permiso palestino, algo prohibido por la FIFA. Ese comité llegó a la siguiente conclusión: “Desgraciadamente, no va a ser el fútbol el que encuentre la solución. Toda interferencia en la situación actual de los territorios, en toda la región, en materia de fútbol podría tener consecuencias agravantes”.
Mucho se ha hablado del caso ruso, y lo que demuestran los hechos es que la FIFA y la UEFA actuaron cuando la situación se volvió insostenible. La invasión rusa a Ucrania fue en febrero de 2022 y en marzo se tenían que jugar los repechajes europeos para clasificar a Qatar. Los primeros en protestar fueron los polacos; Robert Lewandowski decía: “Los futbolistas y aficionados rusos no son responsables de esto, pero no podemos pretender que no pase nada”. La primera medida de la FIFA fue establecer que ese partido se jugara en un lugar neutral y que Rusia no usara su bandera ni cantara su himno, o sea, replicar lo que ya hacía el Comité Olímpico Internacional (COI) por la trama de dopaje estatal. Los polacos elevaron la apuesta y dijeron que no iban a jugar contra los rusos bajo ninguna circunstancia. A finales de febrero la FIFA y la UEFA decidieron expulsar a la selección rusa y sus equipos. El COI recién tomó una decisión un año y ocho meses después de la invasión rusa. ¿Cuál fue entonces la clave? Que otras federaciones se hayan negado a competir contra rusos, algo que todavía no ha sucedido en el caso de Israel. Los italianos ya jugaron con Israel por eliminatorias; su entrenador Genaro Gattuso en la previa dijo que eran “desafortunados” por estar en el mismo grupo y el zaguero Gianluca Mancini agregó que “los jugadores no estaban en posición de boicotear el partido”.
Algunos antecedentes
Si de antecedentes hablamos, hay que tener en cuenta lo ocurrido con el Mundial sub 20 de 2023. Originalmente debía disputarse en Indonesia, pero luego de que se confirmara la clasificación de Israel hubo protestas en Yakarta en las que se le pidió al gobierno que no permitiera participar a Israel, y el alcalde de Bali, una de las sedes, comunicó a las autoridades nacionales que rechazaba la participación del equipo israelí. La FIFA optó por quitarle la sede a Indonesia y el mundial se disputó en Argentina.
En otros deportes la situación también es tensa. Hasta ahora la única federación en suspender a Israel es la Federación Internacional de Muay Thai, que sólo permite a los atletas israelíes competir si lo hacen de manera individual y no tienen permitido organizar eventos. En la Copa Davis la serie entre Canadá e Israel jugada en suelo canadiense se tuvo que disputar a puertas cerradas para evitar protestas durante los partidos. El COI se expidió respecto de la situación de Israel y estableció que “no viola la Carta Olímpica” y que tanto el Comité Nacional Palestino como el de Israel “son reconocidos por el COI y tienen los mismos derechos. Ambos cumplen con la Carta Olímpica y seguiremos trabajando junto a ellos para mitigar el impacto del actual conflicto en los atletas”. Se calcula que al menos 800 atletas palestinos han muerto a causa de los ataques de Israel en Gaza.
Pero sin dudas el episodio que más acaparó la atención en este último tiempo fueron las protestas durante la Vuelta a España. Lo que comenzó con cinco manifestantes en Figuerasa, un pueblo a los pies de los Pirineos, terminó por transformarse en una protesta masiva en la llegada a Madrid, que obligó a suspender la llegada de la última etapa y la entrega de premios. Las protestas estaban focalizadas en la participación del equipo Israel Premier Tech, cuyo dueño, Sylvan Adam, es amigo personal del primer ministro Benjamin Netanyahu y cuenta entre sus patrocinadores con el Ministerio de Turismo de Israel. A propósito de Adam, fue el organizador de aquel amistoso que jugaron Uruguay y Argentina en Tel Aviv en 2019. El empresario busca a través del deporte proyectar una imagen de Israel alejada de los conflictos, una práctica que podría encuadrarse en lo que se conoce como “sportwashing”.
Si hablamos de Uruguay e Israel, debemos recordar que la AUF tuvo intenciones de disputar un amistoso previo al Mundial de Qatar. Finalmente, la idea fue descartada. Lo mismo le ocurrió a Argentina en la previa de Rusia 2018: tuvo que desistir de jugar contra Israel como preparación, debido a las protestas.
Las primeras medidas del plan organizado por Trump están empezando a aplicarse, lo que involucra el cese de los ataques, la devolución de los rehenes en manos de Hamas y la entrada de ayuda humanitaria en la Franja de Gaza. A dos años del ataque terrorista de Hamas, lo cierto es que el mundo del deporte no se ha parado ante el genocidio que está ocurriendo en Gaza. La pelota siguió rodando porque rivales y organizadores así lo quisieron.