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El equipo de Los Gorriones luego de lograr el ascenso a la C.

Foto: Ramiro Cicao

Los Gorriones de Piedras Blancas y su ascenso a la C

3 minutos de lectura
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El equipo surgido de un club de baby fútbol que recientemente se incorporó a la AUF hizo historia al lograr el segundo ascenso de la Divisional D a la C, junto con el Deportivo LSM de Luis Suárez y Lionel Messi.

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Los Gorriones es un club de fútbol de Piedras Blancas con muchísima participación en baby fútbol desde 1960. En su primera aparición, tras afiliarse a la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), consiguió derrotar en los penales a Real Montevideo y así convertirse en el segundo club que en 2025 ascenderá de la D a la Primera División Amateur. Lo hará junto con el también primerizo –pero de conocimiento mucho más masivo por sus gestores– Deportivo LSM, que hace unas semanas fue campeón de la temporada y se ganó el primer ascenso.

Los Gorriones (con ese nombre figura en la AUF, aunque en redes aparece como Gorriones SAD) y Real Montevideo llegaron a esta instancia final por ocupar los lugares entre segundo y quinto en la temporada regular, y jugaron semifinales con Rincón y Paso de la Arena, a los que vencieron. Este domingo, cuando se completó el cuadro de las tres divisionales, en régimen de ascensos y descensos –la A, la B y la C; la D tiene clubes que quedan habilitados anualmente para jugar–, Los Gorriones terminaron ganando en los penales, después de dos partidos empatados. El primero había sido sin goles y este, en el Palermo, terminó 2-2, con goles desagregados en los 90, que finalizaron 1-1, y en el alargue, donde también convirtieron un gol cada uno para llegar a los penales 2-2.

Todo unido por la pelota

Decir Luis Suárez y Lionel Messi una tarde en el Parque Palermo de Montevideo, con las florcitas del árbol pegadas al short, es lo más random de los últimos tiempos. Juro que en el rinconcito del córner, entre el liceo 12 y el Velódromo, queda una ruina del viejo muro que separaba el campo de los fieles, que los transeúntes actuales utilizan para sentarse pegados al alambrado: una mezcla perfecta entre desaforarse y cebar mate.

Atrás del arco sólo iban los dirigentes, que eran siete, y para tapar el paso habían corrido el arco portátil. Es posible que la Divisional D sea lo más exótico que conozca la mayoría de los compañeros europeos de Luis y Lionel, igual que, a la inversa, seguramente lo sea el lujo de la existencia de los cracks de los botines de oro para cada espectador que pisó la cancha de Central el domingo. Pero está claro que hay algo que une esos mundos: quizás la alegría de una niña que se mueve al son del bombo.

Los Gorriones de Piedras Blancas derrotaron por penales a Real Montevideo y así se convirtieron, en su primera vez como afiliados a la AUF, en el segundo ascenso de la Divisional D. Acompañarán al mencionado equipo de los astros, que también debutó este año, a la Primera División Amateur, la vieja C o lo más parecido a la antigua Divisional Intermedia.

De un lado, Real Montevideo, con la orquesta completa de bombo, platillo, redoblante y faisán encanutado, puchito, punta y dale que es tarde. El Gordo y la Rubia de Los Gorriones se llevaron más de una canción. Aquello de no hablar de los cuerpos hay que seguir predicándolo. Del lado de Los Gorriones, susodicha y susodicho comandaron el aliento. También se encargaron de putearse con los jugadores que quedaron fuera del plantel del equipo rival, observando el partido desde el contenedor que aún oficia de vestuario. Contrastado con el pasto sintético y el partidazo que jugaron sobre él, el Palermo es el filo perfecto entre el ostracismo y la gloria.

La gloria

El elenco de Piedras Blancas, que dirige Hugo Bernal, comenzó ganando con gol de Álvaro Aschieri, uno de los pilares del equipo. En la ida, el empate sin goles dejó la llave abierta al destino. El volante entró como un número 9 y, con un gesto perfecto, sacudió la melena para colocarla en el rincón de abajo, donde no hay arañas.

Tanto Bruno Díaz, bajo los palos de Real Montevideo, como Agustín Baubeta, en el arco de Gorriones, estiraron agonías y esperanzas. Pero Axel Vargas desató el delirio de la tribuna de la sombra y permitió volver a empezar, como en una canción de Alejandro Lerner. Todo el partido se trató de eso, incluso cada biografía de los participantes y de la hinchada. Vargas empató el partido con el que se irían al alargue.

Un domingo bizarro y hermoso en el Parque Batlle. En el alargue se sintieron los cuerpos, la pelota divagó, pero Real Montevideo rompió la letanía, encontró el segundo por insistencia, en un entrevero, con un gol en contra. Así parecía irse la serie, pero Federico Pintos, zaguero de Gorriones que juega con la 10 en la espalda –sí, lo que leyó–, se fue al ataque con hidalguía, no sin antes cortar cuatro contragolpes como racimos dulces. Aquella no sería una tarde más en su existencia. En el arco que da al club de tiro quedará un recuerdo imborrable: el gol del empate que permitió los penales.

El público, como una ameba, se movió hacia el arco de las canchitas. En los guantes de Baubeta y Díaz, la posibilidad de ser estrellas. Es cierto lo que dijo el Diego una vez: la caminata desde el medio de la cancha hasta el punto penal debería ser acompañada por la madre de quien patea.

Mateo Pereyra marcó el primero para Real Montevideo desde los 12 pasos y Leonardo Osorio falló el suyo, pero en los penales nada está dicho. Primero, Baubeta le adivinó el penal a Felipe Remualdi y luego Byron Escobar pateó demasiado desviado, al techo de las canchas de fútbol 5. En Gorriones, todos los pateadores vengaron al primero y convirtieron su penal: Leandro Sureda, Federico Sosa, Fabricio Robledo y, el último, el ex Miramar Lucas Pazos. A pesar de que John Pereira y Nicolás Gómez estiraron la definición, la carrera con los brazos abiertos de Lucas Pazos para encontrarse con su gente y festejar derrumba cualquier intento de minimizar esta pavada.

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