Con las cracks como Yamila Badell lo que nos pasa es que nos acostumbramos a escucharla nombrar. Hasta podemos pensar que las conocemos, que las vimos crecer, aunque en realidad sólo hemos visto sus goles. Quizás por eso este libro es tan importante, para ver qué hay detrás de esos goles que marcaron su carrera, pero también la nuestra como espectadores y espectadoras. Pero, además, como pasa muchas veces, Yamila se crio en un entorno futbolero en el que su padre, Gustavo, jugó unos cuantos años en el deporte máximo; sus más recordadas subidas como lateral fueron en Nacional. Lo que se sabe es que, desde el inicio, Yamila tejió su propia historia y Gustavo, su padre, estuvo cerca para acompañarla. Es que no sólo había redes para romper, tickets de embarque, sino que Yamila es una fiel representante de que el fútbol es de todas y todos, no como nos hicieron creer.
A las cracks como Patricia Pujol hay que leerlas. Es casi una obligación ver los goles de Badell, así como leer a Patricia. Hincha de Progreso, pueden ver el legado del gaucho en su existencia leyendo su cuento en Cenizas, compilación de cuentos de Editorial Túnel (2019). O bien pueden adentrarse en Ocho veces quiero. Deportistas uruguayas miradas de perfil. No hacerlo es un vacío, una brecha, un agujero. En Pateando barreras pueden encontrarse ambas historias: el camino futbolero de Pujol, la aventura escrita de Badell. La pluma y la constancia periodística de Patricia, las jugadas de la soledad, de la distancia, de la resiliencia de Yamila. Entre ellas incluso tejieron una historia única que les compete, que las une, que les permite nutrirse entre ellas para nutrir a lectoras y lectores. Pero, al mismo tiempo, es un ejercicio histórico el que realizan, un registro fundamental para la escritura y para el fútbol.
En un rincón de un ropero en Huesca, la abuela paterna de Yamila, Elisa, eterniza en una foto el semblante de las horas más lindas de su nieta. “Te hablo y me emociono”, le cuenta la futbolista a la escritora. También está la foto de Fernando, su primo, de los que se van jóvenes a las tribunas del recuerdo. Así como en el ropero la miran cada vez que dobla la camiseta del cuadro, la siguen de cerca en cada jugada desde esa platea de la memoria. Le cuentan al oído cuándo regatear, le avisan “te llevan”, o que la compañera está mejor ubicada para el gol. Esas son las estampitas de Yamila que Patricia recibe como un tesoro. “El fútbol siempre ha sido algo secundario”, cuenta Badell en el libro; “me he movido por mis estudios, me he movido por mi trabajo, pero sí llega un momento, sobre todo después de Sevilla, que es cuando me ficha Betis, que veo por primera vez la posibilidad de convertirme en profesional”, expresa Yamila en el recuento. “Ya tenía 28 años, mi carrera terminada. O sea, he sido tardía, ¿no? Siempre que hablo con jugadoras de Huesca que tienen 20 y todavía no han jugado en primera división, les digo que no tengan prisa”, dice Badell. “Esa es mi historia”, señala la gurisa que arrancó en el Playa Honda y pasó por el Alumni, antes de llegar a Colón, donde quizás comenzó esta historia. Aunque esta historia tiene varios comienzos.
En el barrio Buceo de Montevideo, María del Carmen, su otra abuela, que ya pasó los 80 años, se conecta al mundo virtual para ubicar los partidos de su nieta. “Después de los partidos no habla mucho conmigo porque sabe que yo la miro porque está ella; no es que sepa mucho de fútbol”, dice en su testimonio María del Carmen, a decir de Pujol, “una mujer ágil, de mirada alegre y con un buen humor que aflora en cada momento para hacer un chiste; también fue quien la llevaba a las prácticas de baby fútbol y quien alentó desde la tribuna, hace pocos años, cuando volvió de España para jugar en Nacional”. Dice María del Carmen que Yamila jugó a la pelota siempre, que no había tantas niñas jugando al fútbol en sus primeros tiempos. “En su cuarto tenía muñecas sobre la cama y pelotas debajo”, explica. Además, recuerda, siempre usó vincha. Cuando llegaron los tiempos de vestir la celeste, o cuando aquello se volvió costumbre para ella, para nosotros la vincha todavía estaba. Es una característica, tanto como sus goles, el amor al juego o la posibilidad de reivindicarse con el juego, o que el juego se reivindique con ellas. Fabiana Graña, la mamá de Yamila, cuenta Patricia, “casi no guarda recuerdos de su hija sin la pelota”. Incluso afirma haberle regalado la “última Barbie” y encontrarla guardada en el ropero todavía dentro de la caja. Sin embargo, cuenta Fabiana a través de Patricia: “Sí hay registros de pelotas debajo de la cama, de cuero, de plástico, de goma y de papel”.
Pateando barreras. De Yamila Badell y Patricia Pujol. Editorial Doble Click, 2025.