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Pablo Peirano, de Nacional, el 14 de setiembre, en el estadio Centenario.

Foto: Gianni Schiaffarino

¿Qué le pasa a esta gente?: sobre la exigencia del “hoy hay que ganar”

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Deportivo Sentimiento | Se ha instalado una pobreza argumental y una falta de sentido a la hora de analizar los rendimientos de los entrenadores en Uruguay | Deportivo Sentimiento.

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Vuelvo a insistir con el tema del trabajo de los cuerpos técnicos, la fatua continuidad de sus contratos, proyectos y procesos, y la discusión sobre el desarrollo del trabajo.

En el deporte todo, desde el de alta competición hasta el más amateur, parece que todo es cuestionable pública e invasivamente sin que exista idoneidad o preparación para poner en discusión ideas y procesos de trabajo que desconocemos. El círculo vicioso de los haters ya no son cinco personas de peso ante el micrófono o tres o cuatro editorialistas de mano pesada en papel de diario, sino que se multiplican por miles en cada medio social al grito de “ese tipo no puede seguir”, y por si fuera poco, se adosan las más grotescas descalificaciones: ¡Andate hijodemilputa y no vuelvas más! ¡Renunciá, burro! ¡Sos horrible, pelotudo, cómo vas a poner al cuadro a jugar así!

¿Estás en un cumpleaños?

El domingo no me tocó cubrir el partido de Nacional contra Plaza Colonia en el Estadio Centenario. Pero, además de ello, no pude seguirlo ni siquiera con mediana atención, como trato de hacer con cada uno de los encuentros del fútbol uruguayo. Era el festejo de los diez años del cumpleaños de mi nieta mayor montevideana, Ámbar, y después de esos siempre gratos momentos volvíamos junto con Bettina, mi compañera, y Alfonsina, mi nieta mayor floridense.

Salimos por Avenida Italia rumbo al oeste para encontrarnos con la salida hacia la ruta 5, y el semáforo nos paró en el cruce con Centenario, cuyo nombre oficial desde hace décadas es Dámaso Antonio Larrañaga, pero para mí sigue siendo Centenario. Cientos o tal vez miles de personas habían salido y seguían saliendo del estadio, y decenas de ellas cruzaban aprovechando la luz de paso en una acción que, por simple asociación, me resulta siempre muy emotiva, porque parte de mi vida está en el entorno del Centenario y en los cientos y miles de partidos a los que he asistido y vivido allí.

Yo iba al volante, así que mi atención principal estaba centrada en el tránsito y en lo que debía hacer, pero no obstante ello, al pasar 10, 20, 30, 40 personas frente a mí, advertí silenciosamente algo que me pareció un dato fundamental para concluir cómo había terminado el partido para esas personas que pasaban sin decir nada y casi con una expresividad nula. Esa gente estaba golpeada anímicamente, así que durante los segundos o minutos que duró la luz roja vimos pasar a muchas personas, y me animé a preguntarle a Alfonsina, que también tiene diez años, qué le parecía cómo había salido el partido.

Nadie festeja nada

“Para mí perdió Nacional”, contestó Alfonsina. “Mira la cara de tristeza que tienen todos. Nadie festeja nada”. Alfonsina sabía que era Nacional porque esa gente, hombres y mujeres, iban vestidos con camisetas, buzos y camperas de Nacional. Bettina, sin embargo, no había advertido nada y, a pesar del movimiento que se decodifica claramente como el de un partido de fútbol en el Estadio Centenario, preguntó: “¿Qué? ¿Había partido?”. Bettina es profundamente antifutbolera y, a pesar de que convive día tras día conmigo y con decenas de imágenes de partidos de fútbol, relatos de jugadas, crónicas de competencias y comentarios futboleros, no sólo no se interesa en absoluto, sino que, además, en una suerte de rechazo ultraintencional, desconoce por completo si se está jugando, si hay actividad o por qué evento o quiénes juegan. A pesar de ello, cuando dejamos Avenida Italia y nos metimos en el embudo de Garibaldi, con Alfonsina -que vive lejos de la metrópolis y no está tan acostumbrada a estas conductas masivas para decodificarlas-, le preguntamos a Bettina: “A vos, ¿qué te parece? ¿Habrá ganado Nacional?”.

En realidad, cuando entre globos, tortas intervenidas reposando en servilletas, sorpresitas y niñez corriendo y gritando que había terminado la fiesta, yo había visto que el primer tiempo había terminado 1-1, pero no dije nada. Y, a decir verdad, con cierta experticia adquirida en lo comportamental, pospartido yo también pensé que Nacional no había ganado, decodificando que un empate sería tomado como un elemento negativo después de que Peñarol no pudo con Liverpool, y después del golpazo del jueves de la Copa Uruguay ante los mismos colonienses.

Y Bettina, que a diferencia de Alfonsina y por la vida conoce las tarifas emocionales de los domingos cuando cae la noche, contesta que sí, que debe haber perdido Nacional. Pero queda por esa nomás, mientras Alfonsina, a mis espaldas, vuelve a preguntar para encontrar solución a la inquietud que nos habíamos planteado unas cuantas cuadras atrás: “¿Y cómo habrá salido?”. Entonces, ya saliendo de los accesos, y tomando camino rumbo a Florida, la convencemos para que busque en su teléfono el resultado del partido, y entonces Alfonsina me dice sorprendida: “No, ganó Nacional. Qué raro. ¿Qué le pasaría a la gente?”.

Ganar no es todo

Nacional había ganado y además estiró su ventaja en la tabla anual. Que en el Clausura, en la cancha, ha ganado los mismos puntos que los líderes, Peñarol y Cerro Largo, pero como sufrió un descuento de 3 puntos por los infelices acontecimientos de la final del Intermedio, no está en la punta del último torneo del Uruguayo 2025.

Eso, además del imponente récord de aprovechamiento que tiene el actual cuerpo técnico de Nacional, comandado por Pablo Peirano, que de los 19 partidos puntuables para el Uruguayo ha ganado 17 de ellos, mientras que el otro lo perdió -muy significativamente 3-0 con Peñarol- y el restante lo empató 0-0 con Boston River. Eso quiere decir que de los 68 puntos que tiene o tendría Nacional en la suma de puntos del año -porque la quita por sanción se hará o se haría si no es positivo el reclamo tricolor ante el TAS, al final de campeonato-, con Peirano y compañía se ganaron 51 de los 56 posibles. Impresionante. No habrá forma de discutir tan alto grado de efectividad, pero no sólo se discute, además se señala que ganar así no sirve, que quiere jugar lindo, se instala la idea de mala campaña o que gana porque tal o cual jugador lo salva, o que no podrá en una hipotética final con Peñarol, cuando hasta ahora por derecho de conquista el único que verdaderamente está en la definición del Uruguayo es Liverpool, el campeón del Apertura.

Que pase el que sigue

Eso pasa en Nacional, que tiene cientos de miles de seguidores, y por tanto cientos de miles de comentaristas en redes sociales y asambleístas virtuales, que en juicios sumarísimos le bajan el pulgar a la gestión y se retroalimentan de algunas decenas de opinadores profesionales sumidos en la controversia de las urgencias y el utilitarismo, que piden veladamente la cabeza del técnico de turno.

Y así salen cabizbajos y tristes y enojados del estadio, después de haber aumentado la ventaja en la Anual, después de haber alcanzado en la cancha el máximo puntaje que tienen los líderes del Clausura, y no es por la depresión del domingo de noche, es porque la manija no para.

Hace tres semanas en estas mismas páginas escribía: “La destitución de técnicos en equipos deportivos es un tema que siempre me ha generado perplejidad. Supongo que debo haber sido así toda la vida, pero sin lugar a equivocarme podría centrar este nadar contra la corriente desde el principio de mis 40 años de ejercicio en la profesión. Es que no logro entender cómo se puede evaluar el trabajo de un entrenador a mediano o largo plazo después de sólo unos pocos partidos o una racha de resultados negativos. Si la premisa es contratar a un profesional o un grupo de profesionales para establecer un proyecto basado en los desarrollos de un equipo, ¿no debería haber un margen de error y plazo razonable para evaluar su desempeño?”.

En ese momento, al cierre de esa nota que además se llamaba “Hoy hay que ganar”, habían existido 13 sustituciones de cuerpos técnicos, y ahora llevamos 15. Mi hipótesis estaba mal planteada, porque hay casos, como el de Peirano, que como ya está establecido ganó 17 de los 19 partidos y sólo perdió uno. Si sumamos todos los partidos que Peirano ha dirigido desde que llegó a Nacional, los números dirán que de 29 encuentros ganó 22, empató tres y perdió cuatro (dos de ellos por la Libertadores, el clásico del Clausura y ante Plaza Colonia en Copa Uruguay). Pero no crean que es algo con Nacional y Peirano, es con todo y es con todos.

Esta situación, con matices, es aplicable a casi todos los clubes, al fútbol contemporáneo. Somos nosotros, los de afuera que no somos de palo, que generamos e inflamos situaciones críticas con episodios naturales y normales de la vida pública.

Un desastre.

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