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Ilustración: Ramiro Alonso

La desigualdad tiene quien la justifique

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Académicos analizaron el último libro del economista Thomas Piketty, Capital e ideología, y cuestionaron su planteo de que la “lucha ideológica” genera el cambio social.

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“Los regímenes de desigualdad” es el concepto que construyó el economista Thomas Piketty para mostrar que, a lo largo de la historia, las distintas sociedades han tenido vínculos diversos con la propiedad, siempre acompañados de una justificación ideológica. Los regímenes de desigualdad son un conjunto de discursos y arreglos institucionales que buscan justificar las desigualdades sociales y políticas en una sociedad dada. La lucha de ideas es, para Piketty, lo que mueve el mundo. El jueves 22 de octubre, en un seminario virtual organizado por la Red Temática de Estudios sobre el Desarrollo y el Programa de Historia Económica y Social de la Universidad de la República (Udelar), un grupo de académicos analizó estos y otros conceptos del último libro de Piketty, Capital e ideología, publicado este año. También se detuvieron en su visión de la desigualdad y en las políticas públicas que ha propuesto el economista francés para superarla.

La historia tiene un lugar central en la obra de Piketty. El economista Mauricio de Rosa, que en su tesis doctoral –tutorada por Piketty– investiga la desigualdad en América Latina, destacó esta voluntad de su colega francés de “aprender lecciones de la historia” y también su insistencia en que la economía no es sólo materia de los economistas, sino de toda la ciudadanía. Una de las ideas principales que Piketty plantea en el libro, según De Rosa, es que todas las sociedades han sido desiguales y han empleado “mecanismos sofisticados para justificarlo”, construyendo la idea de que estas desigualdades son de alguna forma útiles para la sociedad. En la época actual, una construcción de justificación de la desigualdad es la meritocracia, la idea de que cada quien tiene lo que se merece.

En este sentido, Andrea Vigorito, investigadora referente del Instituto de Economía de la Udelar en temas de pobreza y desigualdad, puso como ejemplo el discurso del presidente de la Asociación Rural del Uruguay, Gabriel Capurro. En el acto de cierre de la Expo Prado 2020, Capurro sostuvo que “aunque todos podemos estar de acuerdo en que la desigualdad extrema no es deseable, la realidad es que la desigualdad de ingresos va a existir siempre por la propia naturaleza humana, y es justo que así sea”.

Vigorito señaló que en todo el discurso de Capurro hay elementos que dan cuenta de una voluntad de sostener un régimen de desigualdad: la meritocracia como justificación de la estructura social actual, la exigencia de que no se pongan impuestos a los ricos, las sugerencias relativas al diseño de políticas para los sectores más vulnerables. “Eso conforma una idea legitimadora del nivel de desigualdad existente”, indicó la economista. Afirmó que, en regímenes de desigualdad previos, los pobres no eran culpados por su pobreza, mientras que en el contexto actual “aparece con fuerza la vergüenza de la pobreza”. 

¿Las ideas son tan importantes?

Según De Rosa, uno de los conceptos centrales que plantea Piketty es que “las ideas cambian el mundo” y que “de la lucha ideológica surge el cambio social”, aunque no plantea explícitamente ninguna teoría de cambio social. Javier Rodríguez Weber, investigador y docente del Programa de Historia Económica y Social, coincidió en que Piketty suscribiría la frase de Víctor Hugo “Lo que conduce y arrastra el mundo no son las máquinas, sino las ideas”. El economista francés considera que las ideologías y las teorías de la justicia son la base sobre la que se construyen las instituciones y los regímenes políticos, y dan resultado a regímenes distributivos. 

Los académicos presentes en el seminario cuestionaron a fondo esta idea, y además señalaron que Piketty no define claramente qué entiende por ideología. De Rosa estimó que con el término “ideología” el economista francés refiere a “un conjunto de respuestas a preguntas complejas que plantean todos los regímenes desigualitarios”. Para Luis Bértola, investigador y docente del Programa de Historia Económica y Social, “está muy bien” que Piketty focalice sus esfuerzos en la desigualdad, pero cuestionó que aísle este concepto de todo el proceso económico y social. “Comparto plenamente la idea de rechazar el determinismo economicista, pero de ahí a pensar que lo que define las estructuras sociales es la cuestión distributiva, me parece un riesgo”, consideró. 

Bértola evaluó que Piketty no vincula adecuadamente la desigualdad con el crecimiento económico, y sostuvo que no se pueden desvincular los modelos distributivos de los modelos productivos y sus desempeños. “Hay un vínculo muy fuerte entre las dinámicas productivas y distributivas”, advirtió. Hizo notar que Piketty no presenta ninguna explicación clara de por qué el capitalismo ha tenido el crecimiento que ha tenido durante los dos últimos siglos, y lo ejemplificó con el caso de Suecia: afirmó que no es posible entender la transformación de Suecia en una democracia con bienestar social sin tener presente la fuerte expansión económica de ese país y su inserción en la revolución industrial.

Bértola también cuestionó lo que valoró como cierto “determinismo de la ideología” en el desarrollo histórico para Piketty, como si la ideología fuera la principal variable que determina los regímenes de desigualdad, “una visión muy estrecha”. “Los intereses aparecen primero, y se legitiman después”, sostuvo Bértola, y añadió que las condiciones materiales determinan en muchos casos las formas de organización política.

Para Vigorito, Piketty tampoco define explícitamente qué entiende por desigualdad, y parece utilizar un concepto “de mínima”: una sociedad justa es aquella que permite a sus miembros acceder “al más amplio conjunto de bienes fundamentales”. Además, coincidió con Bértola en que la desigualdad es en realidad “un resultado de un conjunto grande de interacciones económicas y de otro tipo”, y remarcó que Piketty no logra probar que las ideologías condicionan las estructuras económicas. Rodríguez Weber coincidió en que lo económico “es demasiado poco importante” para Piketty, y evaluó que la suya termina siendo “una interpretación casi idealista, en donde las ideas se vuelven el motor de la lucha del mundo”. 

El retorno de la desigualdad 

En Capital e ideología, Piketty plantea que desde las décadas de 1970 y 1980 la desigualdad ha retornado a los altos niveles previos a la Primera Guerra Mundial, sobre todo en el mundo desarrollado. De Rosa indicó que, para el economista francés, los responsables políticos de este regreso son, por un lado, políticos conservadores, como Ronald Reagan y Margaret Thatcher, pero también le achaca culpas a la socialdemocracia europea, por su “falta de imaginación y renovación ideológica” y por abandonar “un horizonte igualitarista”. Tras el colapso de la Unión Soviética, se consolidó una “desilusión generalizada de la ilusión igualitarista a escala global”, y esto también contribuyó al reforzamiento de la desigualdad.

Para De Rosa, Piketty ubica el grueso de la responsabilidad del fracaso de una perspectiva igualitarista en las fuerzas de izquierda. El hecho de que las clases populares hayan sido cooptadas por ideologías de corte nativista al estilo de la que promueve Donald Trump es también en parte responsabilidad de la izquierda, demasiado “preocupada por la diversidad cultural y no tanto por las clases populares”.

Vigorito añadió que los partidos y los gobiernos de izquierda, según Piketty, han tenido “escasa capacidad discursiva” para sostener y argumentar reformas distributivas. 

Propuestas para reducir la desigualdad

Sobre el final de su libro, Piketty hace una serie de propuestas de medidas y políticas públicas para combatir la desigualdad que puedan ser tomadas por partidos y colectivos de izquierda. “Él se ve como un intelectual orgánico del cambio”, apuntó Rodríguez Weber. Entre otras propuestas, Piketty, que se define partidario de un “socialismo participativo”, plantea impuestos progresivos a los ingresos, a la herencia y al capital; cogestión empresarial y participación de los trabajadores en la gestión de las empresas; renta básica y bonos de igualdad democrática; y generar una asamblea transnacional que diseñe un sistema de transferencias de los países centrales a los países periféricos.

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