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Peatonal Sarandí (archivo, octubre de 2020).

Foto: Pablo Vignali, adhocFOTOS

Homo Narrativus: la prosperidad que no prospera

13 minutos de lectura
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Es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada. Mark Twain

Se ha sugerido que las historias son lo que más nos distingue de los animales, por lo que se ha propuesto llamar a nuestra especie Homo Narrativus. Seguramente es más halagador pensar en nosotros mismos como Homo Sapiens, pero no es necesariamente lo que más se ajusta a la realidad. El hombre es el único animal que bebe sin tener sed, come sin tener hambre y es capaz de hablar aunque no tenga nada que decir.

Jean-Paul Sartre afirmó: “Un hombre es siempre un contador de historias, vive rodeado de sus historias y de las de los demás, ve todo lo que le sucede a través de ellas; y trata de vivir su vida como si la estuviera contando”. Las ideas, las creencias, las costumbres y los cuentos poseen un poder de contagio que puede llegar a ser mayor que el de un virus. Podemos referirnos a una pandemia al ver cómo determinados cuentos, relatos o narraciones circulan en la sociedad contagiando, día a día, a más personas.

No es fácil encontrar las razones por las cuales determinados relatos se hacen virales y otros no. Su simpleza es seguramente uno de los atributos necesarios. En ocasiones, cuando se quiere instalar un determinado relato, la búsqueda de simplicidad se lleva a tal extremo que se comete el error de plantear que los hechos, desprovistos de un relato, son la representación más fidedigna de la realidad. “Lo que quiero son hechos. Enseñad a estos chicos y chicas nada más que hechos. En la vida sólo se quieren los hechos. No plantéis nada más, y desarraigad cualquier otra cosa”. Así comienza la novela Tiempos difíciles.1 No obstante, “nuestros mundos fácticos se parecen más a una ebanistería que a un bosque virgen con el que se tropieza inadvertidamente”.2

Existen relatos o cuentos en diversas áreas. La economía no está exenta, es más: quizás, por la influencia que esta tiene en la dinámica social, es un ámbito particularmente propicio para que existan muchos cuentos.

Cuento: esperando la prosperidad guiada por la mano de los “malla oro”

El título original del cuento era “Pidiéndole peras al olmo”, pero por la razón de la sinrazón finalmente no fue ese. En todo caso, el lector tiene la libertad de escoger el que más le guste.

En el siglo XVIII Adam Smith desarrolló una muy influyente prédica de la que se desprendía que la prosperidad de las sociedades sería el resultado del libre funcionamiento de los mercados. Este relato se hizo extremadamente viral, adquirió diferentes variantes, algunas más agresivas que otras, y se mantuvo en el tiempo con picos de alta y baja circulación.

La figura de la “mano invisible” del mercado como artífice de la prosperidad expresa de forma simple lo que puede considerarse una defensa acérrima del capitalismo, que no es, necesariamente, lo mismo que defender a los capitalistas. De hecho, Smith les dedica a estos duros comentarios. Al final del Libro I de La riqueza de las naciones expresa: “El interés de los empresarios en cualquier rama concreta del comercio o la industria es, en algunos casos, diferente del interés común y a veces su opuesto. El interés de los empresarios siempre es ensanchar el mercado pero estrechar la competencia. La extensión del mercado suele coincidir con el interés general, pero al reducir la competencia siempre va en contra de dicho interés, y sólo puede servir para que los empresarios, al elevar sus beneficios por encima de lo que naturalmente serían, impongan en provecho propio un impuesto absurdo sobre el resto de la sociedad”.

El crecimiento económico requiere de la existencia de demanda suficiente para que las empresas puedan valorizar su producción. Por lo tanto, el poder adquisitivo de la población es relevante. Paradójicamente, las empresas, para poder alcanzar la rentabilidad esperada, incentivan el consumo y al mismo tiempo lo limitan, al buscar reducir los salarios que pagan. Así es de contradictorio el sistema en el que vivimos.

No obstante, para un país de reducida dimensión económica, esta contradicción puede sortearse, al menos temporalmente, aunque no sin costos para algunos. La caída de la demanda interna puede ser compensada, en caso de existir, por demanda del resto del mundo. Mientras la primera depende del poder de compra de los uruguayos, la segunda depende de la situación imperante en la economía internacional. En particular, depende de los precios de los productos de exportación y de los volúmenes demandados por nuestros principales socios comerciales. Estos son, en definitiva, los principales determinantes de lo que en algunas narrativas se denominan “vientos de cola”.

En el año 2021, el sector exportador de nuestro país se benefició por la existencia de un “huracán de cola”. Los precios de los principales rubros de exportación uruguayos crecieron de forma muy significativa y, en particular, se expandieron mucho más que los costos requeridos para producirlos. Esto se tradujo en un notable incremento de la rentabilidad; en buen romance, crecieron abruptamente las ganancias de los exportadores.

El “ingreso real” por unidad exportada creció 3,6%. También crecieron significativamente las cantidades exportadas (22,3%), lo que hizo que las ganancias del sector exportador aumentaran 26,7% en relación al año previo, que por cierto no fue un año malo para muchos de los exportadores, pese a la pandemia y los efectos que tuvo la emergencia sanitaria sobre las empresas locales.

La dinámica económica que se genera con las ventas al mercado interno difiere de la que se genera con las exportaciones. El impacto de cada peso exportado en nuestra economía no es el mismo que el que genera cada peso destinado a la demanda interna. Las empresas involucradas en un caso y en otro no son las mismas, difieren en tamaño, en su estructura de propiedad, en su capacidad de generar empleo y en otras características. Por ejemplo, es un dato bien documentado que las empresas de mayor tamaño son más propensas a exportar3 y que las empresas que exportan son, mayoritariamente, de propiedad extranjera.4 Las empresas exportadoras se diferencian también por su tratamiento tributario: mientras que una buena parte de las ventas en el mercado interno están gravadas con IVA, y en algunos casos con Imesi, las exportaciones se encuentran exoneradas del pago de estos tributos.

Un motor con poco combustible (la demanda interna)

Apretándose el cinturón, aunque no todos

Es bien sabido que el consumo de los hogares depende de sus ingresos. En nuestro país, 59% de estos proviene de la remuneración del trabajo.5 La determinación de los salarios y particularmente la política salarial juegan, entonces, un papel determinante en la evolución de la demanda interna. No obstante, el gobierno ha priorizado emplearla para ajustar el resultado fiscal y para asegurar la rentabilidad de las empresas, debilitando así el canal de crecimiento económico generado por el consumo de los hogares.

El artículo 4 de la ley de presupuesto vigente establece: “En cada aumento salarial, el Poder Ejecutivo ponderará en forma conjunta e integral: la inflación proyectada en el Presupuesto Nacional, los ajustes salariales otorgados, la evolución del IPC, el resultado financiero del sector público y las disponibilidades del Tesoro Nacional”. A su vez, en las pautas presentadas por el Poder Ejecutivo para la octava ronda del Consejo de Salarios se preveía una caída del salario real con el objetivo de mejorar la situación económica de las empresas. Fue precisamente en este marco que el salario real promedio de la economía uruguaya se contrajo 1,5% en el transcurso de 2021. Como las pasividades se ajustan en función a la evolución de los salarios, estas también cayeron.

El impacto negativo que tuvo sobre el consumo de las familias la política salarial se vio reforzado por varias decisiones tributarias adoptadas por el Poder Ejecutivo. En enero de los años 2021 y 2022 se optó por ajustar el valor de la Base de Prestaciones y Contribuciones por el Índice Medio de Salarios en lugar de hacerlo por la variación del IPC. Esta última alternativa habría significado una menor carga tributaria para los contribuyentes del IRPF por rentas del trabajo y los contribuyentes del IASS.6

Adicionalmente, el Poder Ejecutivo decidió modificar las tasas del IVA para las compras realizadas con tarjeta de débito, incrementando, en la práctica, la tasa mínima de este tributo de 6% a 8% y la tasa básica de 18% a 20%. Esta suba afecta particularmente a los hogares de menores ingresos, en la medida en que estos destinan al consumo todo su ingreso, e incluso más. Para un hogar perteneciente a 20% de los hogares más pobres, en los que el consumo supera el ingreso, según información del Instituto Nacional de Estadística (financian parte de este con endeudamiento), el costo de sus compras con tarjetas de débito se incrementó y el poder de compra de sus ingresos se redujo 1,6% como consecuencia de esta medida. Esto se suma, además, al incremento de la tasa del IVA resultante de haber reducido el descuento de 9% a 5% en algunas operaciones cuando su pago se realiza con tarjeta de crédito. En definitiva, la presión de la recaudación de IVA sobre el consumo final de la economía se incrementó, pasando de 11,5% a 12,3% entre 2020 y 2021. Sólo si nos detenemos a pensar en las pequeñas cosas llegaremos a comprender las grandes.

A las medidas anteriores se le suma en la misma dirección, es decir, debilitando la demanda interna, la aplicación del impuesto a los salarios de los empleados públicos en los años 2020 y 2021.

Finalmente, ¿qué sucedió con el consumo de las familias? En 2020 el PIB se contrajo 6,1% y el consumo de las familias cayó algo más, 6,9%, para ser precisos. Es decir, el consumo acompañó con creces la caída del nivel de actividad. Sin embargo, en 2021 no sucedió lo mismo: mientras el nivel de actividad creció 4,4%, el consumo se recuperó, pero a una tasa menor, cercana a la mitad (2,3%). En otras palabras, el consumo acompañó pari passu la caída del PIB, pero no sucedió lo mismo cuando este aumentó.

Importa destacar que las tasas de variación del consumo mencionadas son tasas promedio, por tanto, no reflejan lo que sucedió con el consumo de cada hogar. Si hay dos panes y usted se come los dos, en promedio, comemos un pan cada uno. No parece muy arriesgado afirmar que, a pesar de que el consumo promedio de los hogares aumentó en 2021, el de los hogares de menores ingresos disminuyó y el de los de mayores ingresos aumentó más que el promedio. Si el maíz crece desparejo alguna razón habrá.

Por último, para completar el análisis es necesario considerar lo que sucedió con el crédito al consumo. No es indiferente si el crecimiento del consumo de los hogares se financia totalmente con ingresos corrientes o si, en cambio, una parte se financia con préstamos. En este segundo caso, se está comprometiendo consumo futuro. En 2021 el crédito al consumo representó 13,5% del incremento del consumo de los hogares. A veces al salario le sobran días.

El destino baraja y nosotros jugamos

El gasto nuestro de cada día a veces es insuficiente

La política fiscal implementada por el gobierno también incidió en la caída de la demanda interna. Al mes siguiente a su asunción, y a través del Decreto 90/020, se estableció un tope a la ejecución presupuestal, excluyendo el rubro correspondiente a las remuneraciones de los funcionarios. Posteriormente, la ley de presupuesto estableció reducciones del gasto público, que en parte fueron contrarrestadas por los gastos generados para hacer frente a la pandemia.

En concreto, el consumo final del gobierno creció 8% en 2021. No obstante, si se excluye de la comparación el gasto generado para atender la emergencia sanitaria, es decir, aquel que no forma parte de la orientación general de la política fiscal a largo plazo definida por el Poder Ejecutivo, se observa una disminución de 3,6%. Este guarismo muestra, de manera clara, el propósito de avanzar hacia una reducción permanente del gasto público en todos sus componentes. No es novedad que la orientación de la política fiscal ha sido contractiva.

Se puede necesitar poco para hacer las cosas bien, pero menos aún para hacerlas mal

No existe controversia en cuanto a considerar que las inversiones constituyen uno de los principales determinantes del crecimiento económico. Se pueden distinguir dos tipos de inversiones: aquellas que incrementan el capital físico (infraestructuras, maquinarias, equipamientos, etcétera) y aquellas que incrementan el capital humano. Las inversiones en capital físico financiadas por el sector público cayeron 6% anual en 2021. Si la comparación se realiza en relación a 2019, la caída asciende a 16%.

También cayeron las remuneraciones de los organismos públicos que inciden en la formación del capital humano. En particular, las remuneraciones de los organismos educativos se contrajeron 2,9%, porcentaje sensiblemente mayor a la caída del salario real del sector público (1,6%) y a la reducción del conjunto de remuneraciones del sector público (1,7%). Es decir, la reducción de las remuneraciones en los organismos de la enseñanza fue mayor que la ocurrida en el resto del sector público. O bien no se considera que invertir en el fortalecimiento de las capacidades docentes sea una prioridad, una condición necesaria para mejorar la educación, o bien se apuesta a que la inversión en esta materia la realice el sector privado. Esta discusión es muy importante, pero es harina de otro costal.

Quien mira hacia afuera sueña, quien mira hacia adentro despierta

El aumento de las exportaciones fue el principal determinante del crecimiento en 2021 y explican casi la mitad de este. Esto fue producto de las buenas condiciones del contexto internacional, que fueron aprovechadas por algunas empresas exportadoras. En los últimos años, aproximadamente 69% de la oferta exportable nacional –sin incluir las zonas francas– se concentró en tan sólo cinco productos de origen primario: carne, madera, soja, lácteos y cereales. El desempeño exportador de Uruguay está, por tanto, fuertemente determinado por productos que se caracterizan por ser muy vulnerables a las circunstancias de los mercados externos y a los efectos de shocks de oferta (favorables o adversos).

El crecimiento de la economía sustentado principalmente en las ventas al resto del mundo de pocos productos que presentan condiciones de demanda cambiantes en el tiempo nos hace depender de “cómo soplen los vientos”, y eso no debería ser considerado una estrategia adecuada para ningún país, por más que el crecimiento económico sostenido sea capaz de mejorar a largo plazo la calidad de vida de sus habitantes.

Dicen que la frustración es proporcional a la distancia que existe entre lo que se espera y lo que efectivamente se alcanza. Cabe preguntar entonces: ¿a qué distancia nos dejó el año 2021 de lo que esperábamos? Obviamente, la respuesta será diferente para cada lector. Si la expectativa del lector era que el crecimiento de la economía estuviera acompañado por un aumento en los niveles de consumo y por una mejora de los niveles de bienestar de los sectores que se vieron más afectados por la pandemia, la respuesta a la pregunta implicaría una buena dosis de frustración.

A esta altura, cabe preguntarse si no es necesario abandonar el “cuento del derrame”, si no es hora de diversificar la apuesta, no arriesgando todas las fichas que tenemos a que les vaya bien a los “malla oro”. No se trata de quemar el puente del crecimiento generado por las exportaciones y el buen desempeño de las empresas de estos sectores.

En el período comprendido entre 2005 y 2014, la tasa promedio de crecimiento de nuestra economía fue sensiblemente mayor (5,1%) a la tendencia histórica (2,2%). Si bien el crecimiento económico es un fenómeno multicausal, y en este período el consumo de los hogares creció significativamente, puede afirmarse que también las exportaciones formaron parte de la explicación del crecimiento económico en el pasado.

Es decir, el puente del crecimiento generado por las exportaciones es necesario, pero también lo es evitar caer en la trampa de generar un juego de suma cero, en el que lo que unos ganan otros lo pierden. Existe margen, y si no lo hubiera se tendrían que realizar esfuerzos para crearlo, con la certeza de que es posible una sociedad más justa, de que es posible sentar las bases de un juego basado en ganar-ganar.

Existe suficiente evidencia de que esto, además de ser deseable, es factible. Por ejemplo, entre 2005 y 2014 el PIB creció 57,1%, y en el mismo lapso el consumo de los hogares se expandió 70%. “Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar”.

Para que la mano invisible del mercado pueda actuar adecuadamente deben darse ciertas condiciones. Adam Smith ya planteaba su preocupación acerca de que el comportamiento de las empresas podría llegar a ser un obstáculo. Con el paso del tiempo, esa preocupación se transformó en un problema. Prueba de esto es la difundida aplicación de leyes antimonopolio y de defensa de la competencia que existe a nivel internacional. Además, es necesario que las empresas no incurran en acciones de lo que se denomina rent seeking (búsqueda de rentas). Esto se produce cuando una empresa procura obtener renta a través de la manipulación o la explotación del entorno político o económico, en lugar de obtenerla a través de transacciones normales de mercado.

Analizando la experiencia uruguaya entre los años 1925 y 1983, Martín Rama encuentra alrededor de 4.000 leyes, decretos y resoluciones administrativas que crearon, mantuvieron o modificaron una regulación de comercio exterior que beneficiaba a una empresa en particular o a una determinada rama de actividad.7 Quizás esperar para subir los combustibles a que termine la zafra de la soja, la situación en torno de la concesión de la terminal del puerto de Montevideo, favorecer a las grandes empresas modificando el IRAE eliminando la obligación de pagar 50% de la utilidad del ejercicio y permitir abatir 100% con pérdidas fiscales anteriores puedan ser considerados como ejemplos modernos de este tipo de prácticas que creíamos que se habían ido disipando en la realidad económica del país.

Las bajas tasas de crecimiento económico que se proyectan para los próximos años y los retrocesos recientes que se han dado en materia distributiva nos plantean un gran desafío como sociedad. Esto ha puesto en evidencia que se hace necesario revisar el cuento de que asegurando la rentabilidad de los “malla oro” y reduciendo el tamaño del Estado vamos a prosperar colectivamente. Necesitamos escribir un nuevo relato, cuyo argumento central sea la construcción de un camino transitado por todos los que estén guiados por la premisa de ganar-ganar.

La reducción del poder de compra que experimentaron miles de hogares en los últimos dos años no fue exclusivamente el resultado inevitable del funcionamiento de la mano invisible del mercado: fue también consecuencia de las medidas ejecutadas por la mano visible de la política económica. El destino baraja, pero nosotros jugamos. El cuento de que la prosperidad de unos se traduce con el tiempo en la prosperidad de todos debería incluirse en el rubro de la ciencia ficción o el realismo mágico.

La preocupación por la caída del consumo de los hogares, evitando especialmente que caigan en riesgo alimentario, debería tener la misma prioridad para la conducción económica que la que tiene mantener el grado inversor. La pobreza presenta una dinámica perversa denominada histéresis. En física, la histéresis se define como la tendencia de un material a conservar una de sus propiedades en ausencia del estímulo que la ha generado. El efecto negativo de la caída del consumo puede generar impactos que no se revierten en forma mecánica al aumentar el poder adquisitivo. Puede, en efecto, generar histéresis. Por eso su pronta recuperación es tan importante para disminuir el número de hogares que caen en la trampa de la pobreza.

“Yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan sólo lo que he visto. Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, que los huesos del hombre los entierran con cuentos, y que el miedo del hombre… ha inventado todos los cuentos”.8

Parte de esta nota está inspirada en los aportes de Robert Shiller acerca de las narrativas económicas.


  1. Así comienza la novela Hard Times, de Charles Dickens, publicada en 1854. Sacado de Muñoz-Torres, J. (2002). Objetividad y verdad. Sobre el vigor contemporáneo de la falacia objetivista, en Revista de Filosofía

  2. Bruner, J. (1998). What Is a Narrative Fact?, en The Annals of the American Academy of Political and Social Science 560, pp. 17-27. 

  3. Bernard, A., Jensen, J., Redding, S. y Schott, P. (2007). Firms in International Trade. Buró Nacional de Investigación Económica. 

  4. Bittencourt, G. y Doneschi, A. (2014). La inversión en Uruguay, promoción y comportamiento de las empresas extranjeras

  5. Encuesta de Gastos e Ingresos de los Hogares 2016-2017. 

  6. El diablo está en los detalles (la diaria, 7/2/2022). 

  7. Rama, M. (1993). Rent-Seeking Trade Policy: A Time-Series Approach. Banco Mundial y Centro de Investigaciones Económicas. 

  8. “Sé todos los cuentos”, poema de León Felipe musicalizado por el grupo español Aguaviva. 

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