Un escenario externo más complejo
En línea con el diagnóstico de otros organismos internacionales, la Cepal advierte sobre el impacto asociado a la pérdida de dinamismo global, las restricciones financieras –producto del incremento de las tasas de interés– y la incertidumbre asociada a las tensiones geopolíticas. Concretamente, el organismo estima que el PIB mundial se expandiría 3% este año, lo que implica una pérdida de dinamismo con relación a 2022 y un desempeño más modesto del observado durante la segunda década de este siglo (el crecimiento promedio fue 3,7% entre 2010 y 2019). El crecimiento de las economías avanzadas, que fue 2,7% en 2022, se ubicaría en torno a 1,5% durante este año, en tanto los países emergentes volverían a expandirse cerca de un 4%.
En este escenario, se estima que el comercio continuaría perdiendo impulso. En el caso de los bienes, la tasa de expansión prevista para este año sería un punto más baja que la observada el año anterior (1,7% y 2,7% respectivamente). Este comportamiento no representa una innovación del mundo pospandémico, sino la continuidad de una tendencia que se extiende por lo menos desde 2011. Según el documento, son varios los factores que confluyen para explicar este fenómeno, destacándose las crecientes fricciones comerciales y tecnológicas entre Estados Unidos y China, las tensiones geopolíticas y el despliegue de medidas de corte proteccionista motivadas por una diversidad de causas distintas.
Ante esta situación, y como era esperable dado los registros alcanzados durante 2022, el precio de las materias primas ha venido cayendo desde el segundo semestre del año pasado, una tendencia que se prolongará hacia adelante. A este respecto, se espera que el precio de los commodities termine el año cerca de un 11% por debajo de los niveles vigentes en 2022. Los precios que más disminuirían serían los de los productos energéticos, que exhibirían un retroceso del 23% en términos anuales. Para los metales se estima una caída de 4%, en tanto que los commodities agrícolas retrocederían un 3%.
De esta manera, el impacto de la caída del precio de las materias primas difiere según cada país, dado que el patrón de inserción externa no es el mismo para todos. Para un país como Uruguay, que es exportador de productos agroindustriales e importador de energéticos, las perspectivas de corto plazo en torno a los términos de intercambio (que reflejan la relación entre el precio de exportaciones e importaciones) son mixtas: caerían los precios de lo que exportamos, pero también los precios de lo que importamos. En ese sentido, las economías más perjudicadas por el escenario que se configuraría hacia adelante serían las exportadoras de hidrocarburos, cuyos términos de intercambio caerían 14%.
En suma, en el corto plazo la región enfrentará un escenario caracterizado por una demanda externa poco pujante, precios más bajos para los productos exportados y condiciones financieras más restrictivas.
Contexto y perspectivas para la región
Crecimiento y mercado laboral
Como advierte el informe, “las cifras para el primer trimestre de 2023 no sólo confirmaron la desaceleración de la economía regional en términos anuales, sino que muestran un estancamiento en el nivel del producto interno bruto regional en los últimos cuatro trimestres”. En efecto, la pérdida de dinamismo es un fenómeno extendido dentro de la región, en tanto 13 de los 16 países exhiben un peor desempeño.
A pesar de que este menor impulso se constata para todos los componentes de la demanda, la inversión es la que muestra mayores retrocesos en la mayoría de los casos. En menor medida desaceleran también el consumo y las exportaciones.
Con este telón de fondo, el crecimiento del empleo ha venido perdiendo ímpetu durante 2023, como también lo ha hecho la tasa de actividad (oferta laboral). En el primer caso, y a pesar de la desaceleración reciente, los datos agregados de la región muestran que el número de ocupados es 3,2% mayor de lo que era a finales de 2019. En contraste, la recuperación de la oferta laboral no ha sido suficiente para compensar lo que se perdió en el marco de la pandemia. Producto de lo anterior, la tasa de desempleo continuó cayendo y se ubica ahora en el entorno de 6,8%, lo que implica una mejora interanual de 1,5 puntos porcentuales.
En ambos casos, las perspectivas de corto plazo no son auspiciosas. En particular, el ritmo de creación de nuevas oportunidades laborales caerá de manera pronunciada en los próximos dos años. Luego de haber aumentado 7,1% y 5,4% en 2021 y 2022, respectivamente, el número de personas ocupadas se incrementaría en 1,9% este año y en apenas 1,1% el año próximo.
Naturalmente, la mejora del panorama laboral no se reparte de forma uniforme entre los distintos sectores de actividad, y tampoco ha sido suficiente como para beneficiar a toda la población. Como destaca la Cepal, las mujeres continúan siendo las más afectadas ante la disparidad de la recuperación, como también las personas con menor nivel educativo.
Por su parte, las tasas de informalidad no han presentado mejoras significativas y permanecerán en niveles elevados. En concreto, el 48% de los trabajadores permanecería este año dentro del sector informal, lo que implica un incipiente deterioro frente a los últimos dos años.
(Des)equilibrios macroeconómicos
En lo que refiere a la evolución de los precios, la inflación viene mostrando una trayectoria bajista desde abril de 2022, cuando alcanzó un pico de 9,7% interanual. Restringiendo el análisis a la órbita de las economías sudamericanas, la inflación promedió cayó de 10,6% a 5% desde junio del año pasado. Ante esta mejora, los bancos centrales cuentan ahora con margen para continuar aflojando la política monetaria mediante reducciones adicionales de las tasas de interés.
En el frente fiscal, se estima que los ingresos de los gobiernos latinoamericanos caerán este año, producto de la ralentización de la actividad y de los menores precios internacionales de las materias primas. Como consecuencia, los déficits aumentarán y comprimirán el espacio para expandir el gasto, limitando las posibilidades de promover impulsos contracíclicos por el lado de la política fiscal. Pese a lo anterior, la deuda pública como proporción del PIB ha mantenido la trayectoria bajista que comenzó en 2021, aunque permanece en niveles todavía elevados dado el conjunto de riesgos que implica el escenario internacional descrito previamente.
Proyecciones de crecimiento
Para este año, la Cepal estima que se mantendrá la dinámica de bajo crecimiento característica de la región: América Latina y el Caribe crecería 1,7% (3,8% en 2022) y todas las subregiones exhibirán un crecimiento menor con respecto a 2022: América del Sur crecería 1,2% (3,7% en 2022), el grupo conformado por Centroamérica y México 3,0% (3,4% en 2022) y el Caribe (sin incluir Guyana) 4,2% (6,3% en 2022).
De los países sudamericanos, los que mostrarían mejor desempeño serían Paraguay (4,2%), Venezuela (3,2%) y Brasil (2,5%). Del otro lado, el PIB caería en Argentina (3%) y en Chile (0,3%). En el caso de Uruguay, la expansión prevista es de 1%, en línea con las proyecciones de los analistas relevados por el Banco Central durante el mes de agosto.1
Más allá del corto plazo
A la luz del crecimiento previsto, la última década (2014-2023) sería la de menor crecimiento en más de 70 años. De hecho, el crecimiento promedio para ese período sería de apenas 0,8%, lo que supone un desempeño todavía peor respecto de la década perdida que tuvo lugar durante los años 80.
En la región más desigual del mundo, en la que habitan más de 200 millones de personas pobres, las magras perspectivas implican una agudización de los desafíos con miras al mediano y largo plazo. En particular, a los desafíos preexistentes, muchos de los cuales revisten un carácter histórico y estructural, se suman ahora los que derivan de los efectos del cambio climático.
Para 2050, indica el informe, el PIB de un grupo de seis países podría ser entre un 9% y un 12% menor que el correspondiente a un escenario de crecimiento tendencial si no se hacen las inversiones para compensar los choques climáticos. El tema es que al día de hoy la región no cuenta con las posibilidades materiales de promover esas inversiones, que según Cepal requerirían destinar entre 5,3% y 10,9% del PIB por año.
En ese sentido, financiar la inversión pública y privada en adaptación y mitigación del cambio climático requiere mejorar el acceso y reducir los costos de financiamiento, desplegar políticas macroprudenciales para mejorar la gestión de riesgos financieros y facilitar el financiamiento privado, potenciar el rol de los bancos de desarrollo, aumentar el espacio fiscal e introducir reformas a la arquitectura financiera internacional destinadas a movilizar mayores recursos a los países con alta carga de endeudamiento.