En general los economistas planteamos propuestas que son amplias y, muchas veces, complejas de implementar. Esa complejidad, sumada a la constante aparición del diablo en los detalles, hace que la realidad sea difícil de cambiar y que incluso, cuando se cambia, no deje contento a nadie. Pero esto no es lo que pretendo hacer en esta nota. Quiero abordar, por el contrario, un tema que puede ser inicialmente nimio, superfluo y aparentemente poco importante.
A quién no le pasó la siguiente situación. Alguien lo llama por teléfono para decirle que tiene un producto A contratado con una empresa y que, si renueva el contrato por ese mismo producto A, accederá a un beneficio increíble: pagar el 50% del producto B. ¡Genial! Hasta acá, todo bárbaro. ¿Por qué usted no debería aceptar el nuevo contrato? La respuesta: porque usted ya tenía el producto B, no lo usa y lo obligan a comprarlo para poder utilizar el A. Sí, así como lo lee. Haga una pausa y reflexione sobre esta situación. Si quiere, anote su primera reacción.
¿Qué pasa ahora si le digo que el producto A es la fibra óptica –en realidad el servicio de transmisión de datos– y el producto B es la línea de teléfono de Antel? Si no lo notó aún, en su factura de Antel recibe un cargo por la fibra óptica a su hogar y un cargo por el teléfono, que, en mi caso, asciende a 216 pesos sin IVA. Es probable que usted no use el teléfono, pero igual debe pagar 216 pesos por ese servicio.
¿Por qué pasa esto? Para contestar necesitamos un poco de contexto histórico. Hace muchos años, el servicio de telefonía era el principal medio de comunicación. Eso requería una infraestructura específica, las “líneas de teléfono”, con su tendido de cables de cobre y con las centrales que hacían el intercambio para conectar entre sí a los abonados.
Por aquel entonces, los que tenían teléfono podían hablar todo el tiempo que fuera necesario, dado que se pagaba un cargo único si la llamada era atendida. Eso provocó que la infraestructura, que era cara, no fuera suficiente para sostener la demanda durante las horas pico. Para eso se instrumentó una tarifa en dos partes: un componente fijo, que correspondía a un número de cómputos y que se cobraba cada mes independientemente del uso, y un componente variable que dependía de la cantidad de minutos de la llamada. Desde el punto de vista económico, el cobro de la tarifa en dos partes resulta eficiente. La parte fija tiene por objetivo pagar la infraestructura, mientras que la parte variable raciona el uso para que la infraestructura instalada sea adecuada. Recuerden este punto, porque es clave.
Luego llegó la transmisión de datos, que utilizaba la infraestructura de la línea de teléfono como plataforma, es decir, se brindaba el servicio de telefonía y de datos a través del cable del teléfono. Es como si en una carretera pasaran a circular autos y ómnibus, cuando antes circulaban sólo autos. En efecto, se seguía usando la infraestructura del teléfono para dar dos servicios: transmisión de datos y telefonía.
Al principio, el sistema tarifario de la transmisión de datos siguió el mismo esquema que el de la telefonía: se contrataba una cantidad de datos en un plan (el fijo) y, si se pasaba ese valor, se debía pagar por megabyte (el variable). En otras palabras, seguía habiendo una tarifa fija que pagaba la infraestructura. Sin embargo, en este caso, la misma infraestructura, el cable de cobre, otorgaba dos servicios. Si antes la tarifa fija pagaba el uso de la telefonía, entonces ahora, que además pasan datos sobre la infraestructura que ya está paga, lo que sucede es que aumenta la ganancia.
Hace un tiempo, Antel decidió instalar fibra óptica en todo el país y esto cambió la plataforma. Antes el teléfono y los datos usaban el cable de cobre del teléfono, pero ahora ambos pasaron a usar la fibra óptica –que se utiliza principalmente para transmitir datos–. A junio de 2024, y de acuerdo con la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones (Ursec),1 el 91% del acceso a la telefonía fija se daba a través de la fibra óptica y sólo un 4% por cable de cobre. Caricaturizando, la ocupación de la fibra por parte de la telefonía fija es similar a la de una hormiga por la ruta Interbalnearia.
Con lo anterior quiero decir, para ser un poco más técnico, que el costo adicional –marginal– de ofrecer el servicio de telefonía a través de la fibra óptica es cero. La fibra se paga con la transmisión de datos, y la telefonía va de regalo, como antes iba el perejil. Y como saben aquellos que tienen fibra, la tarifa está atada a la velocidad de transmisión; es decir, es un fijo por mes. En términos tarifarios también es una buena política, dado que la restricción de la fibra es el ancho de banda, lo que se puede transmitir al mismo tiempo. Por lo tanto, se fija el precio atado al recurso escaso.
Sin embargo, no es posible contratar fibra sin contratar un número de teléfono. ¿Cuál es el problema? Que ambos servicios corren en la misma plataforma, el tendido de fibra. Es decir, pasaron 30 años desde que Antel creó la tarifa en dos partes de la telefonía y la sigue cobrando a pesar de que el servicio, la tecnología, la infraestructura y también el mundo cambiaron.
¿Existe entonces alguna razón económica para cobrarla? No. Pero se sigue cobrando porque es dinero gratis. Además, Antel tiene casi el monopolio de los datos. Digo casi porque hay otros interesados en dar el servicio, pero todavía no están operativos. En otros términos, no hay muchas elecciones, por más que la empresa que le llame le diga que es libre de elegir; no le dicen la alternativa, porque no la hay.
¿Es posible, desde el punto de vista tecnológico, separar la telefonía de los datos? No conozco la respuesta, honestamente, pero me parece poco probable que no lo sea. Claro, Antel tiene que seguir operando el servicio de telefonía básica, aun cuando se use por línea de cobre. Pero, como fue dicho, eso representa un magro 4%.2
Del total de líneas de telefonía fija, el 86% son hogares. Desde 2018, el número de accesos a la telefonía fija por red de cobre se redujo un 90%. Adicionalmente, el número de cómputos de telefonía fija a otros teléfonos fijos se redujo a la quinta parte y a menos de la mitad de los minutos a teléfonos móviles desde el inicio de ese año. En efecto, es una tecnología que se apaga, pero la seguimos pagando mes a mes independientemente de que la dejemos de usar. Es como si todos los meses pagáramos el servicio de iluminación de Montevideo con velas.
En términos de la empresa, es un muy buen negocio. Hay aproximadamente un millón de líneas residenciales, lo que implica que Antel cobraría unos 216 millones de pesos por mes (o unos 60 millones de dólares al año). Digo cobraría, porque no puedo garantizar que todo el mundo pague el monto que estoy pagando, y que es el que tomé de referencia para el cálculo. Esto es casi la cuarta parte de la ganancia que obtuvo la empresa en 2024. Se podrá argumentar que 216 pesos mensuales “es poca plata”. Como referencia, sacar el costo fijo mensual de 216 pesos es como aumentar casi un 12% el monto simple de la Tarjeta Uruguay Social.3
Hay muchos argumentos en contra de esta idea. Primero, que Antel pasa ese dinero a rentas generales y con eso podría contribuir a las prestaciones sociales del Estado; o sea, Antel es como un Robin Hood. Pero, con ese argumento, todo aquel que pague sus impuestos es Robin Hood.
Segundo, que Antel todavía enfrenta costos por la telefonía fija en los casos de aquellos que están en línea de cobre. Según los datos referenciados antes, se trata de números marginales, pero aun así habría dos soluciones: que la Ursec dictamine que a partir de determinada fecha todos los clientes de telefonía fija tienen que pasar a fibra, o que Antel cobre sólo a los que lo usen. Además, esto seguro aumenta la eficiencia de la empresa en el manejo de sus costos.
Tercero, que eliminar esta tarifa pone a Antel en una posición incómoda frente a competidores poderosos y despiadados. No parece razonable pensar que la empresa necesite de este cargo para competir, dadas las participaciones que tiene en todos los mercados en los que actúa. Y, lo que es peor, si lo necesita, es síntoma de que hay algo raro en su funcionamiento.
Cuarto, que complica el frente fiscal. No corresponde a las empresas públicas resolver ese problema. Es más, eso está vinculado al comentario anterior: las empresas públicas son empresas, de propiedad estatal (sí, admito que mi visión es un poco cerrada y obtusa). No tienen que resolver el problema del déficit fiscal, entre muchas razones, porque no lo pueden controlar. Eso es resorte del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo.
Quinto, si tanto molesta, la sacamos de ahí y la ponemos en el precio de la fibra. Este es un argumento bastante pobre como política de precios, dado que debería reflejar el costo de la actividad. También es una mala idea como incentivo para la empresa. Y, lo que es peor, sería el comportamiento de un monopolista. Debe recordarse que evitar los monopolios privados es un argumento que se ha utilizado para la propiedad del Estado de las empresas. Caer en sus mismos vicios no ayuda al argumento.
En resumen, no existe ningún argumento económico para el cobro de la tarifa fija de la telefonía básica por parte de Antel. Es más, el precio de la telefonía fija debería ser cero, dado que su costo marginal es inexistente: la plataforma y los costos variables los paga la transmisión de datos. No existe ningún argumento para que en el siglo XXI estemos pagando costos del siglo XX. La cuestión es definir qué empresas públicas queremos; qué futuro queremos, porque para construirlo, a veces, hay que soltar el pasado. Eso ayuda a pensar nuevos caminos.
Si este año ve que el cargo fijo no aparece más en su factura, constataremos que algunas cosas pueden cambiar. Pero no se hagan ilusiones, la inercia del pasado nos ancla. El problema es que esa inercia nos puede arrastrar de nuevo al lugar de donde salimos. Estoy seguro de que para el futuro que se viene, el cargo por telefonía fija es algo que podemos dejar sin inconvenientes. De a pasos se avanza. Este es uno.
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Ursec, “Informe de mercado de telecomunicaciones de Uruguay. Datos a junio de 2024”. Disponible en https://www.gub.uy/unidad-reguladora-servicios-comunicaciones/sites/unidad-reguladora-servicios-comunicaciones/files/2024-11/informetelecom18_11.pdf. ↩
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Ídem. ↩
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Tarjeta Uruguay Social (TUS), Mides. Disponible en https://www.gub.uy/ministerio-desarrollo-social/politicas-y-gestion/programas/tarjeta-uruguay-social. ↩