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Actuación de coros liceales previo a la presentación de la Guía de Adecuaciones Curriculares, ayer, en el Instituto de Perfeccionamiento y Estudios Superiores. Foto: Pablo Vignali

Presentaron Guía de adecuaciones curriculares para estudiantes con dificultades; cifra de adecuaciones se duplicó en secundaria

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En 2017 se duplicó el número de adecuaciones curriculares que se realizaron en liceos del Consejo de Educación Secundaria (CES): en 2016, 5.497 estudiantes tuvieron una adecuación, y este año 11.230. La adecuación curricular, procedimiento que se aprobó en 2014 con la circular 3.224, implica dejar atrás el paradigma de la “exoneración o tolerancia”, trámites que antes debían hacer los estudiantes que tuvieran algún diagnóstico que afectara su proceso de aprendizaje. En lugar de exonerar contenidos, la adecuación curricular busca ajustar “la respuesta educativa a las potencialidades del estudiante y así garantizarle el acceso al currículo y a la enseñanza”. Desde el Departamento Integral del Estudiante (DIE) del CES aseguran que pueden recibir adecuaciones aquellos estudiantes que tengan problemas para aprender, tengan o no una dificultad de aprendizaje específica (como trastorno de espectro autista –TEA–, retraso madurativo, déficit atencional, discapacidad intelectual, motora, entre otras), y existen dos tipos: la adecuación curricular de acceso y la significativa.

Las de acceso refieren a modificaciones en la enseñanza para mejorar las funciones afectadas por aquellos estudiantes con dificultades, mientras que las significativas implican cambios “en todas las dimensiones de la enseñanza, no sólo la forma de abordar el aprendizaje y la forma de evaluarlo, también el contenido de lo que me propongo enseñarle al estudiante”, explicó Gabriela Garibaldi, directora del DIE. La psicopedagoga puso un ejemplo: “Hay chiquilines que están en la etapa de alfabetización en matemáticas, apenas logran la serie numérica y hacer operaciones básicas; como profesora de matemáticas no puedo plantearme que hagan operaciones combinadas, que es lo que dice el programa de primero, pero sí puedo mejorar su manejo numérico, lograr que mejore en las operaciones matemáticas básicas para más adelante introducir las operaciones combinadas”. Hay estudiantes que requieren adecuaciones en una materia pero no en todas, apuntó.

El lunes, en una jornada en la que se presentó la Guía de adecuaciones curriculares, también se presentaron los resultados de la segunda encuesta nacional sobre el tema. De los 11.230 estudiantes que tuvieron alguna adecuación curricular en 2017, 3.723 fueron adecuaciones significativas y 7.507 de acceso. La encuesta, realizada a docentes, también determinó que hay 1.250 estudiantes que deberían tener una adecuación curricular pero no la tienen. Una de las hipótesis que maneja Garibaldi para explicar por qué no tienen adecuación curricular es que “hay profesores que se resisten a implementar este tipo de modificaciones”. Las dificultades que están menos cubiertas son las de estudiantes con discapacidad motriz y con trastornos de salud mental: en el primer caso, 30% de los estudiantes no tienen adecuación; en el segundo, 20% no la tiene. En cambio, 100% de los estudiantes con discapacidad intelectual tienen adecuación curricular, 98% de los que tienen discapacidad auditiva y TEA, 95% de los que tienen discapacidad visual y trastorno en matemática, 92% de los que tienen dislexia y 89% de los que tienen un trastorno del lenguaje.

La educación secundaria y Procusto

La Guía de adecuaciones curriculares, elaborada por Garibaldi y Gerardo Verdier, busca ser una herramienta de apoyo para los docentes. Según manifestó Verdier durante la presentación, tener un material para poder concretar las adecuaciones curriculares y acompañar el proceso “era un reclamo de los docentes”, y en el libro se presenta la información de forma que los docentes puedan “aplicar todo o una parte”. La guía reseña que para poder llevar adelante una adecuación es necesario tener una capacitación específica, escuchar y conocer a la familia del estudiante, recolectar la información necesaria para tener un perfil de aprendizaje del estudiante, preparar al grupo si hay modificaciones que sean novedosas para el centro educativo, diagramar la adecuación y luego hacer el seguimiento. El libro explica cómo construir la adecuación y luego profundiza en algunos casos –estudiantes con discapacidad intelectual, con altas capacidades, con discapacidad visual, auditiva o motriz, con Asperger, con trastornos del aprendizaje como dislexia o discalculia, y con trastornos del comportamiento– y se hacen sugerencias sobre estrategias de trabajo en el aula y adaptaciones textuales. Además, la guía incluye prototipos de adecuaciones curriculares para estudiantes con síndrome de Down, con parálisis cerebral, con Asperger, con dificultades para la lectoescritura o para las matemáticas y para aquellos que tienen déficit atencional con hiperactividad.

Para graficar lo que implica la incorporación de las adecuaciones curriculares, Celsa Puente, la directora general del CES, hizo referencia al mito de Procusto, quien ofrecía alojamiento a los viajeros solitarios y, con el objetivo de atarlos a las cuatro esquinas de la cama, si la persona era alta le cortaba las partes del cuerpo que sobresalían, y si era baja, descoyuntaba el cuerpo para estirarlo. “De alguna manera, la educación hacía lo que hacía Procusto, buscar la homogeneidad, y tenemos resabios de esa concepción de la educación. En secundaria, con un aditivo especial, porque nunca fue pensada para todos los jóvenes, fue pensada para algunos: los que iban a hacer la universidad”, dijo Puente, y consideró que al “valorar la diversidad” se está yendo “contra el paradigma de la meta institucional”.

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