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Dare to Learn. Foto: Petri Anttila

Finlandia busca mejorar su educación a la interna mientras la exporta al resto del mundo

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4.000 personas debatieron sobre un sistema educativo basado en la confianza.

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Hace dos años pusieron en marcha el último rediseño de la currícula en todos los niveles educativos y ya comenzaron a trabajar en la que se aplicará recién en 2026. Los finlandeses buscan estar un paso adelante. Con una extrema puntualidad empezaron a diseñar los próximos cambios a medida que evalúan los últimos; esa metodología de reinventarse es lo que llevó a Finlandia a los primeros puestos en muchos rankings, aseguran.

Dare to Learn es un evento diseñado por una organización de estudiantes jóvenes, sin fines de lucro, que busca conectar personas de las más distintas áreas para que puedan conversar sobre educación. Con una dinámica distinta a otros congresos, se proponen, desde al año pasado, crear un ambiente dinámico que invite a la reflexión sobre la sociedad en general y la educación en particular. Durante una semana Helsinki se convierte en la capital mundial de la educación: investigadores, docentes de todos los niveles, directivos, emprendedores, empresarios, políticos –y un poco de prensa internacional– se mezclan en talleres con diferentes temáticas buscando generar nuevas respuestas a viejas preguntas. Invitada por la Embajada de Finlandia en Uruguay, la diaria cruzó el océano para asistir a los debates. ¿Cómo diseñar acuerdos sobre educación duraderos?, ¿cómo incentivar el aprendizaje?, ¿cómo confirmar la intuición en la práctica docente? fueron algunas de las consignas de la jornada del martes.

Una de las oradoras iniciales del evento fue la ministra de Educación y Cultura finlandesa, Sanni Grahn-Laasonen, quién aseguró que el “secreto” del sistema finlandés es el alto nivel educativo que tienen los docentes –a todos se les exige un nivel de maestría para dar clase– y su rol independiente, ya que no son evaluados ni inspeccionados: “Está basado en la confianza que tenemos en ellos y eso nos ha dado resultados; pueden hacer su trabajo como quieran, eligen los materiales y las formas en que van a desarrollar los contenidos, confiamos plenamente en que son profesionales capaces y no debemos ir tras ellos todo el tiempo”, comentó a la prensa.

Desde la reforma del sistema de educación en 1968 –que implicó un arduo debate parlamentario– Finlandia ha renovado completamente su currícula de educación cada diez años, aproximadamente. Para hacerlo arrancan con tiempo: hay un año de aplicación de la reforma durante el cual los profesores deben ir a cursos y prepararse, y al siguiente ya comienzan las primeras evaluaciones. El principal cambio que se dio en 2016 fue la intervención a nivel local: el programa general es mandatado por la Agencia Nacional de Educación junto con el ministerio; luego cada municipalidad debe adaptarlo a las necesidades y costumbres locales; después, cada equipo de dirección debe ajustarlo a las particularidades de su institución, y finalmente el docente debe elaborar una nueva adaptación teniendo en cuenta a sus alumnos. Además, el presupuesto es designado de forma general por la Agencia, pero luego es el gobierno local el que decide cuánto se le otorgará a cada escuela, teniendo en cuenta su ubicación y las características del alumnado.

A pesar de los buenos resultados que mantiene el país en términos generales (es el primero en el ranking de países más felices, el segundo en capital humano mejor preparado, el tercer país menos corrupto), hay algo que preocupa a las autoridades: el ranking PISA. Durante la primera década de este siglo, Finlandia se mantuvo entre los diez primeros puestos de esta lista que compara el desempeño en matemática, lectura y ciencias de los alumnos de enseñanza media de 72 países. Sin embargo, en las últimas pruebas ha fluctuado en su ubicación; para la ministra el dato es preocupante e invitó a pensar estrategias para mejorar de cara al futuro: “Estamos enfocándonos en la motivación, vemos que hay un vínculo muy fuerte entre motivación y los resultados. Necesitamos que la educación sea más divertida, que los estudiantes vean por qué es importante hacerlo y que no lo vean como un deber”.

Por otro lado, el ex decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Helsinki, Patrik Scheinin, comentó los últimos resultados a la baja y opinó que antes de apuntar a la motivación hay que tener más evidencia científica: “Deberíamos hacer mucha más investigación sobre si esa es la clave. La motivación es necesaria, sin dudas, pero los niños a veces se motivan con juegos y con sólo dárselos no están aprendiendo nada nuevo; habría que ver cómo se utilizan las herramientas para la motivación”.

La educación como industria

Además de los expositores y las dinámicas de talleres, Dare to Learn se usa para vender. Los buenos resultados de los últimos años en pruebas mundiales colocaron a Finlandia como un ejemplo a seguir para el resto de los países, sobre todos aquellos que tienen características similares, y los empresarios no dejaron escapar ese detalle. Un nicho empezó a gestarse entre los emprendedores nórdicos que vieron en la educación una oportunidad de desarrollar su negocio. De hecho, el área de exportación de servicios educativos creció 15% sólo el año pasado.

En los corredores del evento hay varios stands de las distintas compañías que ofrecen sus productos a los interesados. El público objetivo son los directores de las escuelas que cuentan con la libertad de comprar cualquier programa que les parezca necesario para su institución, aunque también buscan extranjeros que hayan llegado a Finlandia. El producto estrella son los programas que ayudan a adaptar el modelo finlandés a las necesidades particulares de cada país, ofrecen asesoría para directores, cursos para profesores, materiales para los alumnos y la remodelación del espacio de aula, todo a medida del consumidor. Luego de instalado el sistema, cada institución debe pagar alrededor de 40.000 euros al año para mantener la licencia.

Otros productos a la venta son los que ayudan al docente en su tarea diaria. Videojuegos diseñados para que niños disléxicos puedan mantener el ritmo, libros que enseñan idiomas, meriendas saludables para trabajar la economía doméstica, programas para enseñar emprendedurismo y clubes digitales que invitan a los alumnos a interesarse por la ciencia. Prácticamente todo lo que el docente podría usar se vende, siempre testeado antes en las aulas finlandesas.

El rol del ministerio en la industria de la educación se limita a asesorar e incentivar la creación de estas compañías. Hasta 2017, Jouni Kangasniemi era el encargado del ministerio en trabajar con estas empresas y evaluarlas para que “no hagan algo que termine siendo dañino al sistema educativo”. En diálogo con la diaria, aseguró que “depende de ellos mantener la calidad de los productos para que las escuelas los elijan, de otra forma nadie los usaría”. En sus palabras, el ministerio se limita a promover la innovación y la cooperación entre las empresas y las escuelas: “Creo que está funcionando perfectamente, porque los docentes pueden elegir las herramientas que creen que van a ser mejores para su clase. No es una decisión impuesta por el ministerio para todos. El ministerio hace recomendaciones y consejos”, señaló.

Desde el año pasado los ministerios de Educación y Trabajo crearon el programa Education Finland, que respalda a los proveedores de educación en sus negocios internacionales. El director del programa, Lauri Tuomi, comentó a la diaria: “La industria viene creciendo muy bien, alrededor de 20% en promedio. Operamos en varias zonas del mundo y Latinoamérica es muy importante para nosotros porque hemos encontrado la forma de colaborar y apoyar a esos países en el desarrollo educativo, hay muchos institutos en esa zona que están interesados. Usualmente las colaboraciones comienzan con institutos privados, pero tenemos contacto con los gobiernos y ministerios de diferentes países para ver cómo podemos ayudarlos”.

Descubriendo la pólvora

Uno de los temas de conversación más frecuentes en el evento fue la importancia de la primera infancia. En Finlandia hay un solo año de educación inicial, al que los niños ingresan cuando cumplen seis años; entre los siete y 16 años cursan lo que llaman escuela primaria, después pueden elegir entre seguir un bachillerato o ir a una escuela de vocación, que sería el equivalente a la UTU uruguaya. La educación en primera infancia no es obligatoria y por lo tanto tampoco es gratuita, aunque sí existen jardines de infantes públicos que cobran lo mismo que los privados, unos 250 euros al mes, un precio muy bajo para el promedio europeo. Desde la última reforma están intentando extender la educación en primera infancia y generar oportunidades para que todos los niños desarrollen sus primeros años en un ambiente educativo apropiado, que potencie sus capacidades, con docentes especializados en el tema que cuenten con un máster en Primera Infancia.

Las compañías que más han crecido en los últimos años son aquellas que venden productos para esta franja etaria, porque también han aumentado los jardines de infantes. Por extensa que sea la licencia maternal y paternal en Finlandia, no dura siete años, y los padres deciden mandar a sus hijos a la escuela cuando se van a trabajar. Los resultados de las últimas investigaciones de la Universidad de Helsinki –y del resto del mundo– demuestran la importancia del desarrollo cognitivo de calidad en los primeros años de vida del niño; en ese sentido, Finlandia está dando marcha atrás con su idea de que la educación debe comenzar en el hogar y empieza a ver la posibilidad de incluir a la primera infancia en la siguiente reforma.

Dare to Learn en cifras | 4.000 participantes; 50 nacionalidades; 84 talleres; 19 conferencias.

Principales características del sistema finlandés

• Currícula flexible 
• Docentes con títulos de posgrado 
• Autonomía de los directivos y los docentes 
• Educación primaria y media exclusivamente pública
• Presupuestos asignados de acuerdo a necesidades específicas
• Educación inclusiva
• 5,7% del PIB para la educación (de un presupuesto cuatro veces mayor al uruguayo)

Leticia Castro, desde Helsinki, Finlandia

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