Con casi 40 años de trabajo, Celsa Puente, directora del entonces Consejo de Educación Secundaria (CES) entre 2014 y 2018, se jubiló después de haber pasado por los principales roles del organismo. Profesora de Literatura, fue directora del liceo 30 de Buceo desde 1999 a 2002 y después inspectora, cargo al que volvió una vez que dejó la dirección general del CES. Afirma que si pudiera volver atrás elegiría otra vez la docencia. Ya sin inhibiciones legales para expresar sus opiniones políticas, una de las primeras definiciones que tomó después de jubilarse fue concurrir a la comisión investigadora “con el cometido de investigar la extensión y la justificación de licencias irregulares a los integrantes de la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria (Fenapes) por parte del CES en el período 2015- 2019”.
Entrevistada por la diaria en su casa, contó que meditó y consultó legalmente si era conveniente hacerlo, ya que entiende que se trata de un procedimiento “sin garantías”, porque convive con una investigación administrativa de Secundaria que está “pasada de plazos” y sobre la que se han ventilado detalles cuando debería actuar en reserva. Puente cargó contra la actual directora del organismo, Jenifer Cherro, por no cumplir con la normativa de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) que la obliga a velar por la reserva del caso. La actual jerarca ha acusado públicamente a las autoridades de la época de no actuar correctamente ante el intento de justificación de faltas del sindicalista Marcel Slamovitz en el liceo 1 de San José, sobre quien se llegó a un acuerdo de restitución en su momento.
En la comisión investigadora mencionaste que en Secundaria se manejan miles de expedientes al año y que el de Slamovitz fue uno de tantos. ¿Cómo analizás la notoriedad que ha tomado la justificación de faltas de docentes afiliados a Fenapes?
Me llama mucho la atención que se haya abierto una comisión investigadora a nivel parlamentario que, dicho por el propio [diputado denunciante, el colorado Felipe] Schipani, nace de una situación puntual que denuncia la directora del liceo, Miriam Arnejo, después de que se jubila. Se jubila el 28 de febrero y sale a la prensa el 1º de marzo. Secundaria tiene 25.000 docentes, 5.000 funcionarios, la ANEP tiene por lo menos 80.000 docentes. Acá se da una situación muy inusual: coexisten temporalmente una investigación administrativa que la actual directora general abre en mayo de este año con la comisión del Parlamento, lo que produjo una contaminación de todo el proceso. La comisión parlamentaria investiga, publica actas taquigráficas que todos podemos conocer, pero la investigación administrativa está regida por la ordenanza 10, que es el decreto 500 del Poder Ejecutivo, y su artículo 171 habla de que las actuaciones son secretas. Eso no es un capricho, es para que las personas involucradas estén preservadas y tengan todas las garantías para que esas circunstancias se investiguen sin intromisiones.
¿Sentís que no hay garantías?
Las garantías caducaron desde el momento en que, a partir de la investigadora parlamentaria, hay una explicitación pública de cuestiones que deben haber incidido en el instructor de la investigación administrativa. Además, la directora general salió en varios medios de prensa a establecer una culpabilidad, dice que nosotros teníamos un modus operandi y nos nombra especialmente a mí y a Javier Landoni [exconsejero]. Me parece tremendo, porque invalida cualquier investigación, que es un proceso por el que se recoge evidencia empírica para comprobar los hechos, pero ella ya tiene una actitud condenatoria. Más grave me parece que el Codicen [Consejo Directivo Central] no haya actuado. Puede ser que Cherro haga esto porque no conoce la norma, lo que es gravísimo, lo mismo que si lo hace con intencionalidad. En ese caso, ella se siente impune para violar la norma y culpabilizar a autoridades anteriores. Hay un ataque al honor de las personas, porque vivimos en un país donde nadie es culpable hasta que se prueba lo contrario.
Sobre mi comparecencia en la comisión, me preocupa mucho que circulen brevísimas aseveraciones, por parte tanto del diputado denunciante como de otras figuras que participan, en las que todo es condenatorio, y si mirás hasta el título de la comisión lo es: el adjetivo “irregulares” asociado a “licencias” te está dando una idea. En ningún momento dice “presuntas” o “posibles”. Todo parece estar muy conducido hacia una idea de una condena previa, sin que el proceso de investigación se haya realmente producido en sus tiempos.
Además, al igual que Landoni, por ser inspectores ustedes no podían hacer valoraciones políticas.
Cherro comparece el 5 de julio en la comisión investigadora, pero ya unos días antes había empezado a hablar en los medios. Y yo estaba en una relación de dependencia con respecto a ella, porque en julio de 2018 volví a habitar mi lugar como inspectora efectiva de institutos y liceos. Yo sí conozco la norma, entonces tuve que hacer un proceso de mucha concentración para no responderle. Nos dejó a nosotros en una situación de inhabilitación con respecto a la posibilidad de dar respuesta.
¿Cómo funcionaban los pedidos de licencia sindical mientras fuiste directora?
En el caso de la ANEP, lo relacionado con los fueros sindicales está en el Acta 90. Siempre nos guiamos por lo que establece la norma, que plantea que el sindicato tendrá la licencia de quien ellos proponen, de acuerdo a los profesores que son cotizantes [que están afiliados y aportan al sindicato]. El sindicato manda un listado que se consulta con [la división de] Hacienda y en función de eso se calcula la cantidad de horas que pueden descargar por año. El sistema educativo es complejo y a veces el que no lo habita no lo entiende. Nosotros tuvimos una gestión sumamente participativa, armamos comisiones de trabajo para definir infinidad de cosas, que estaban conformadas por actores de diversos órdenes: desde directoras de divisiones, las ATD [Asambleas Técnico Docentes] y los propios directores de los liceos a las salas de directores, y el sindicato siempre era invitado. Esas comisiones tenían un funcionamiento semanal, quincenal o mensual, trataban de fijarse en momentos en que no obstaculizaran el servicio y se negociaba el horario. Siempre tratábamos de que los profesores no perdieran clase, pero es posible que a algún profesor le tocara una coincidencia. Hay infinidad de otras situaciones y eso es lo que hace que, a veces y en forma aislada, algunos profesores tengan algunas inasistencias que son justificadas por la dirección. También está el caso de los congresos, que son cada dos años. Fenapes hace congresos de formación y el propio consejo alentaba que los hiciera. Eran actividades puntuales.
Ahora, hay otros casos aislados en los que puede haber una recurrencia de ausencias. En todos los órdenes de lo humano hay personas que se exceden, pero me preocupa mucho que el mensaje a la sociedad sea que los profesores son todos unos incumplidores o que los profesores sindicalizados lo son. Todos sabemos la importancia de tener a un profesor sindicalizado en el liceo, que muchas veces es referente y colabora con la gestión de la dirección para abordar un conflicto que se pueda dar. Quien no está en la educación puede quedar con la idea de que todo era un caos, de que nadie iba a trabajar y había un abuso. Me parece imperdonable que esto esté ocurriendo.
¿Qué mecanismos se activan si en un liceo se da la falta recurrente de un profesor?
Existen infinidad de motivos por los que los docentes faltan, uno a veces tiene años complicados, una sucesión de enfermedades en tu familia o estás viviendo un momento personal difícil. Lo primero que tiene que hacer el director del liceo es hablar con el profesor y señalarle que está faltando mucho. Junto con el profesor, el director ve qué margen de abordaje de solución puede haber. Si el profesor no reacciona, el estatuto del funcionario docente prevé que el director tiene potestades para aplicar por lo menos tres sanciones: la observación verbal, de la que se deja constancia en el parte diario, la observación escrita o la amonestación. También se pasan las horas a descuento. Se constata la inasistencia, el profesor completa un formulario y dice a qué grupo faltó, cuántas horas en total son, porque a veces hay ausencias parciales, y adjunta o expresa el motivo. El profesor solicita la justificación, que no significa que le sea concedida. La dirección es la que estudia la pertinencia de esa constancia. El profesor también puede acudir al artículo 71 del estatuto, por el que puede justificar hasta cinco inasistencias en el año por motivos personales, siempre y cuando esto no interfiera en el servicio.
Si la cuestión continúa y esa ausencia perjudica el desarrollo de las clases, además de tener potestades sancionatorias, el director tiene que dar cuenta a la inspección de forma escrita. Antes de llegar a la Dirección General de Secundaria están las inspecciones General, Regional, la de Institutos y Liceos y la de asignatura. Además de llamar al orden al profesor, hay que replanificar el curso para que los estudiantes se hagan del programa.
¿Ese proceso se dio en el caso de San José?
No, esta situación se dio en 2016 y me sorprende que la directora del liceo diga que en octubre de ese año se dio cuenta de que el profesor había acumulado un centenar de horas de ausencia: se dio cuenta cuando terminaban las clases. Si no tomó conciencia de que el profesor venía faltando, no hay diálogo posible a instalar. Me parece que la directora iba al liceo, pero no estaba en el liceo. El director tiene que estar en contacto permanente y percibir por su propia cuenta.
Ella hizo una consulta a Jurídica, que le debe haber dicho que el año ya había pasado. Cuando empieza 2017, cuando se abre el expediente, ella hace la consulta a Jurídica. Después elige venir a visitarme a mí, en mayo, y la recibí, como a todo el que quiso tener una entrevista conmigo. Me sorprendo con la situación que ella me plantea y es la primera vez que entro en contacto con el formulario [por el que Slamovitz pretendía justificar las faltas]. Lo primero que le digo es: “Miriam, no le justifiques ni una falta más por [el artículo] 70.10 [del estatuto docente de la ANEP], porque tú vas a tener un problema”. Ella misma lo declara en el Parlamento.
Hubo un manejo inadecuado de la situación, que no exime de responsabilidad al profesor. En mayo, cuando le digo que no justifique más faltas, Arnejo debería haber empezado a hacer los descuentos, llamar al profesor para decirle que hasta ahora lo había hecho por error y por orden de la dirección general no podía seguir haciéndolo, y para enmendar el error le tenía que pasar los descuentos. Pero ella no lo hace, llegamos a setiembre con esa situación.
Yo tenía a mi cargo los 300 y pico de liceos del país, todos los dispositivos educativos de las cárceles, de las Aulas Comunitarias, de las áreas pedagógicas, de todos los convenios que Secundaria tiene vigentes, de los centros de lenguas. Lo que pedí es que me trajeran ese expediente y le pedí al asesor jurídico que opinara, pedí una sala de abogados para asegurarnos legalmente. Si la directora hubiera procedido a los descuentos esto hubiera tomado otro rumbo, pero no lo hizo ni tomó medidas sancionatorias y, a esa altura, el CES trató de pensar en los chiquilines.
Los tres consejeros estuvimos de acuerdo con la propuesta de reposición de horas que hizo el profesor y se la envió a la inspección, que tiene a su cargo la coordinación de estas acciones en el territorio. Si el consejo encomienda esto, la directora del liceo tiene que instrumentar su cumplimiento. En el caso de Slamovitz, ofreció atender a todos los estudiantes de Historia que lo requirieran, entonces, la directora tiene que trabajar para que los otros colegas sepan que pueden enviar a estudiantes con previas a ese espacio. Y la inspección tiene que acompañar en esas decisiones. Si Arnejo dice que había muchos chiquilines del medio rural, tiene que renegociar un horario con el profesor, pero además, si no tenían ni boletos, tiene que conseguirlos. La gestión de un liceo es detectar problemas y gestar soluciones.
Me llama la atención que, al otro día de estar jubilada, la profesora Arnejo salga públicamente en la prensa con esta situación, con un discurso de profesora desdichada que ha sido desamparada por las autoridades de su tiempo. En lugar de sancionarla por incumplimiento, tratamos de sacar adelante la situación por el bien de los estudiantes.
Según dijo Puente, Slamovitz tenía 22 horas de clase semanales en el liceo 1, organizadas en dos días. Por lo tanto, señaló que eso abulta la cantidad de horas que el profesor faltó, ya que se acumulaban en pocos días. Puente señaló que si faltó 110 horas en el año, como se señaló en la comisión investigadora, en realidad el docente pudo haberse ausentado un día por mes. La exjerarca entiende que eso ayuda a ver con otra perspectiva la magnitud del caso.
¿Percibís que este tipo de preocupación sancionatoria de las actuales autoridades de Secundaria se da también en otros niveles?
Absolutamente. Nosotros hicimos una gestión participativa, lo que no significa que no fuéramos firmes. De hecho, durante mi período se hicieron infinidad de sumarios. Las nuevas autoridades tienen un estilo de gestión muy burocrático, muy desatento con los fines pedagógicos de la institución. Hay una exigencia a nivel del control, del registro, no hay un cuestionamiento acerca de la calidad de lo que se ofrece en los liceos, de las condiciones de desarrollo de los chiquilines. Además, hay una vocación sancionatoria visible que lleva a que los profesores, los funcionarios, los directores tengan temor. Tienen miedo hasta de poner lo que piensan en Facebook. Tienen miedo porque ha habido una sucesión de sumarios y sanciones que dan cuenta de un modo de gestión que es autoritario, avasallante, que marca una autoridad que está allá arriba, como si fuera una diosa del Olimpo, como Zeus, que lanzaba el rayo y en forma arbitraria les daba beneficios o daños a los humanos.
Noto un cuidado excesivo de los profesores por su trabajo, que lo comprendo, porque la gente tiene miedo de perder el trabajo. Hay un exceso en el uso de la sanción que va a terminar destituyendo su valor. Lo vivimos a diario en los liceos con los chiquilines: si por cada cosa que ocurre uno les va a poner una sanción y no dirime dónde está lo grave y significativo con respecto a lo que es corregible a través del diálogo, ahí la sanción pierde valor.
¿Te parece casualidad que otro caso con características similares, el de los 14 profesores sumariados por presunto proselitismo, también haya surgido en San José? ¿Cómo considerás que se procesó este caso?
Miriam Arnejo narró que aparecieron fotos al otro día y ella no estaba [en el liceo]. Si yo hubiera sido directora de ese liceo y esto me pasa, lo primero que hago es llamar a esos profesores para ver cómo se sacaron esas fotos dentro del liceo, por más que no hubiera estudiantes, para ver si se dan cuenta de cómo nos exponemos todos. Esto no ocurrió. Me parece que Arnejo guardó dentro suyo un conjunto de cuestiones que no supo abordar a su tiempo y que le generaron un sentimiento que ahora se está cobrando. También me parece que la actual dirección de Secundaria tiene muchísimos motivos para atender el presente y proyectar el futuro, pero se pasa mirando hacia atrás. No debe haber una situación más imponente, que te lleve mayor cuota de energía que tener el deber de sostener el ofrecimiento educativo en medio de una pandemia. Tiene que ser un motor que active las ideas para dar respuesta en el presente y proyectar al futuro. Sin embargo, la energía se está poniendo hacia atrás. ¿Cómo sigue esto? Cuando este gobierno cambie, ¿los que vengan también van a estar mirando hacia atrás para “cobrarse” todos estos dolores que vamos padeciendo? ¿Cuándo construimos el futuro, con qué energía, con qué ideas? ¿Nos vamos a pasar mirando hacia atrás para cobrarle al que estuvo antes para deslegitimarlo, desvalorizarlo y hacerle creer a la opinión pública que no cumplió su tarea?
Hoy San José es un campo de batalla, es muy difícil pensar en una educación que tiene dos bandos, como si fueran Peñarol y Nacional. Por lo que he estado conversando, unos están con Arnejo y otros con Fenapes. Eso es terrible, porque no hay una educación que pueda sostenerse si hay un enfrentamiento instalado como si fueran barras bravas que van al estadio. Las barras bravas son un horror y asociadas a la educación, bueno, ya no hay ni cómo calificarlo.
Las autoridades actuales hablan mucho de que las comunidades educativas tengan autonomía y puedan definir cómo implementar las políticas, ¿cómo ves que funciona esto en la práctica?
Hay una mirada muy vertical y la mayor parte de la energía hoy se la lleva el control. La idea es que se levantan planillas todo el día. Hay una parte de la tarea que es control y no está mal, la cuestión es cuando sólo el control ocupa el lugar preponderante. Fui directora de liceo con distintos partidos en el gobierno y diferentes conducciones de Secundaria, los directores tuvimos un margen de maniobra. Yo lo usaba, llamaba muy poco a la inspección, pero trabajaba mucho con mis profesores y los padres. Cuando definíamos una ruta de trabajo institucional, yo sabía que tenía espalda. Nunca hice nada fuera de la normativa, pero tiene unos intersticios muy interesantes cuando se saben usar. El margen de maniobra de los equipos directivos está. En este momento creo que esa postura avasallante, imponente, que tiene la dirección general es inhibitoria de los márgenes de maniobra de las direcciones, aun de las más valientes, que hoy están en una situación debilitada. Tienen temor, porque se han echado a andar mecanismos que terminan haciendo sentir al otro que no tiene defensa frente a una acusación que la autoridad le pueda hacer. Creo que todos los actores educativos hoy están actuando con temor y desde el temor no hay educación posible.
Al menos desde la campaña electoral, autoridades del actual gobierno han planteado que los sindicatos trancan los cambios en la educación. Como directora de Secundaria, ¿sentiste en algún momento que Fenapes no te dejó gobernar o implementar medidas?
Fue público que yo tuve una relación muy difícil con la directiva de Fenapes. Me gustaría distinguir a los profesores sindicalizados de la directiva, del sindicato que sea. Yo tuve una relación casi tortuosa, compleja, hubo muchas instancias tripartitas en el Ministerio [de Trabajo y Seguridad Social]. Teníamos una planificación, hicimos una primera etapa de mejora del proceso de elección de horas, lo convertimos en un proceso muy limpio, muy calendarizado; personalmente yo hacía el seguimiento día a día para que quien tenía que cumplir una tarea lo hiciera a tiempo y que los profesores llegaran a terminar diciembre con sus horas elegidas. Quedaron sólo algunos interinos para elegir en febrero y los secretarios y las direcciones pudieron trabajar en una buena confección de horarios.
Me siento muy feliz de haber logrado que la elección de horas pasara a ser un proceso claro, porque lo padecí como docente. Sé lo que era elegir horas y no tener claro el panorama o sentir que había ciertas oscuridades cuando las horas aparecían y desaparecían, por eso trabajamos tanto para la transparencia. Hoy todos los profesores tienen en su portal de servicio una pantalla propia donde tienen disponible los grupos, las horas.
Mi deseo hubiera sido caminar hacia una elección de horas por más tiempo, tenía incluso un plan en etapas, había planteado que lo hiciéramos con los profesores del séptimo al cuarto grado, que son los que menos varían, e ir ensayando posibles errores que pudieran surgir de la aplicación. Fenapes estuvo férreamente en contra, no hubo forma. También quiero decir que nosotros elegimos ese camino del diálogo, porque teníamos las potestades para una decisión vertical. Eso tiene que ver con un estilo de gestión. A mí me parece que no hay nada que pueda prosperar si no se conversa con los profesores, y no es una concesión generosa de la autoridad. Si me enojé muchas veces con la directiva de Fenapes fue porque les decía: “Hagan una contrapropuesta”. Cuando me decían que no había condiciones, les pedía que me dijeran cuáles eran y las construíamos. Ahí fue que se obstaculizó, por nombrar un tema que tuvo una vigencia pública significativa y que es de mis grandes dolores.
Yo traté de poner lo mejor de mí, puse el cuerpo y el alma; a veces nos fue bien y en muchísimas cosas logramos acuerdos muy buenos. Por ejemplo, la creación de las comisiones de elección de horas: la posibilidad de que un equipo de Secundaria central se encontrara con representantes de las ATD, del sindicato, de actores locales por todo el país para definir una oferta de horas y grupos ha sido un logro maravilloso. Estos responden a un estilo de gestión que tiene una vocación de levantar las voces, que no tienen el deber de estar todas de acuerdo. Es más, si uno se anima a abrir esos espacios es porque se anima a escuchar al que no está de acuerdo. Ahora no se hace, se hace lo que quiere la directora general. Es un estilo de gestión, tendrá sus argumentos.
¿Cómo viviste la eliminación de los consejos desconcentrados y en particular el de Secundaria?
Para mí fue una tristeza espantosa. Liderar un consejo es una actividad difícil y desgastante. Hay dos consejeros más, además de muchos otros actores, asesores, otros que uno convoca para opinar; hay cuestiones que se concretan y otras que naufragan. Uno también tiene que estar dispuesto a aceptar que va a vivir algunos naufragios, por más convencido que esté, por más argumentación que exponga. En el espíritu del legislador que creó estos órganos colegiados para la educación estaba esa vocación de voces presentes, de miradas disímiles que pudieran asegurarnos que cuando se toma una decisión se consideraran otras miradas. Parte de lo que nos está pasando hoy es el riesgo de estar bajo una mirada única, yo veo que esa persona se siente omnipotente y va lanzando beneficios y daños a placer. No digo que lo haga con intencionalidad, pero conozco muy bien Secundaria, es una institución muy compleja, en la que se abren muchos frentes, uno tiene una variedad de respuestas que dar y es muy difícil ser atinada para una persona sola.
De la vida del CES rescato la capacidad de interlocución con el territorio. Si hay una cosa peligrosa cuando uno está en un cargo es separarse de la realidad, el escritorio muchas veces termina siendo la gran valla que te separa de lo que realmente está ocurriendo y, sin embargo, las decisiones que se toman tienen incidencia directa en la realidad. La primera actitud de quien se desempeña como autoridad tiene que ser la preocupación de estar en contacto. Cuando había un consejo, más allá de que había una representante docente a la que no siempre recurrían, el profesor o el director, cualquiera mandaba un correo, se comunicaba con la secretaría, y siempre alguno de los tres consejeros podía atender. Yo podía estar en el interior, pero sabía que alguno de los otros dos consejeros podía atender y que iban a tratar el asunto o lo iban a comentar en la próxima sesión.
Los profesores y las familias perdieron mucho en ese nivel de interlocución y me parece grave, sobre todo en una actividad como la educación, en la que se viven situaciones en las que a veces se necesita la palabra del otro, lo que no se suple con un equipo de secretaría. Que el jerarca dé la cara en forma directa era muy tranquilizador para todos, sobre todo en los docentes, que con mayor frecuencia acudían al consejo. Pero también recibimos equipos de padres, comunidades del entorno de los liceos. Ahí se perdió una riqueza muy importante, hoy quedamos circunscriptos a una mirada única. Yo aseguro que no es posible dar respuesta, entonces, va a haber forzosamente una selección de temas a ser abordados.
En su momento impulsaste un proceso de cambio curricular, ¿cómo ves la iniciativa de las actuales autoridades de la ANEP en ese sentido?
Nosotros dejamos un camino recorrido muy profundo y sé que, por ejemplo, la actual directora de Planificación Educativa del Codicen, Adriana Aristimuño, estaba usando los documentos que generamos. La habíamos invitado y participó en ese proceso, que tuvo una parte más académica y después una convocatoria a actores que están en distintos puntos del tejido social y que no suelen opinar sobre educación. Quedaron documentos excelentes, como una relatoría de esos encuentros, que hizo el doctor Nicolás Betancur. Que ahora se presente como una innovación llamar a distintos actores... Eso ya lo veníamos haciendo. A mí me preocupa que realmente las voces de los educadores se tomen en cuenta y que no se cercenen desarrollos educativos que son necesarios, que tienen éxito, que dan respuesta a sectores de la población. Me preocupa mucho lo tecnocrático, la mirada que sólo parece apostar a que nos den bien las pruebas internacionales, a que los números cuadren. La educación es un proceso humanizante, en los centros educativos hay que abrir espacios que permitan que las personas exploren, se desarrollen, investiguen sobre sus talentos, intercambien, se sorprendan con lo que otros logran hacer, y hay una parte que se juega en ese diseño de la institución educativa que es necesario sacudir. Creo que hay poca información de por dónde iría esa supuesta reforma curricular.
Las señales que se están dando ahora –reducción de horas y grupos, cierres– me parecen nefastas, porque van a dejar por fuera a un montón de gente y van a desmejorar unas condiciones educativas que todos nos encargamos de mejorar en los años de gobierno del Frente Amplio [FA]. Por ejemplo, [mejoró] la ratio profesor-alumno, que es importante, porque todos sabemos que no es igual que un profesor trabaje con 15 o 20 estudiantes a que lo tenga que hacer con 35.
Más allá de ese tipo de mejoras, ¿qué sentís que faltó durante los gobiernos del FA para generar otro tipo de cambios más normativos o de documentos importantes que rigen lo que pasa en la ANEP, como el estatuto docente?
El estatuto es antiquísimo, ha tenido una serie de mejoras, tiene intercaladas algunas resoluciones, pero mi recuerdo como directora general es que, durante el gobierno de José Mújica, la comisión para la actualización del estatuto docente estaba a cargo del consejero [Daniel] Corbo, que era el representante de la oposición, y en el período siguiente estuvo a cargo de Robert Silva. Que yo sepa, más allá de esos aditivos, que no van al corazón de la norma, no hubo cambios.
Esas comisiones no prosperaron con el ritmo con el que debieron prosperar. Hay mucha normativa que actualizar, nosotros hicimos una parte más relacionada con las trayectorias, tratando de hacer foco en el estudiante, pero hay un montón de normativa que no ha sido actualizada y, muchas veces, para algunos actores funciona como un escudo de protección para llevar adelante algunas tareas. Creo que eso quedó en el debe; es cierto que el vértigo del trabajo de estas instituciones es impresionante. No sé si la ANEP es la institución más grande de Uruguay, pero si no anda cerca. Hay que hacer una planificación con objetivos claros y tratar de sostener procesos.
El proceso de reformulación curricular de que hablamos, que estaba planificado seriamente en etapas, con una perspectiva técnica, que se instaló y estaba dando unos resultados muy buenos, terminó abortado. Yo me fui en abril de 2018 y no se continuó nada de eso. Había dejado formulado en ciernes un diseño de bachillerato general, pensando en esa gente que a veces no encuentra en una de las opciones del bachillerato nada que le interesa y lo que le interesa es cerrar el ciclo educativo. Era un bachillerato general que después admitía que pudiera hacer en un tiempo extra posterior las asignaturas específicas que le permitieran ingresar a las carreras terciarias que lo requirieran. Ese bachillerato está diseñado, está en Planeamiento Educativo, es un documento que existe y está muy bien formulado, pero no prosperó. Son como unos dolorcitos, de cosas significativas, potentes, que pudieron haber cuajado y haber generado cambios interesantes.
¿Cómo incidió la declaración de la esencialidad en la educación en la posibilidad de generar reformas más profundas, que sacudieran más a los docentes?
El episodio de la esencialidad fue un gran error, un error de imposible concreción, además. Es el tipo de errores que se producen cuando el que toma una decisión no conoce sobre quién la está tomando. La esencialidad podría ser aplicada en cualquier otro orden de la vida social, pero no en la educación. ¿Le vamos a poner un revólver el pecho al profesor para que vaya a dar clase? Es no entender la esencia de la educación y creo que generó un dolor espantoso en todos, yo me incluyo, y generó una sensación como de desconfianza permanente y de una oposición entre las autoridades y el colectivo docente que está en territorio. Fue una decisión pésima, que fue invalidante; no sé si hasta el día de hoy eso está cicatrizado. Yo converso con muchos colegas y aparece el tema; cuando eso pasa es porque ese dolor está ahí y esa herida todavía está sangrando. Los profesores se sintieron muy mal. Creo que fue un error político grave que determinó, sí, que después hubiera obstáculos adicionales a los ya existentes para poder hacer que ese motor que estaba encendido pudiera tener un funcionamiento óptimo.
En el caso particular de secundaria, como institución que yo lideré, a nosotros nos faltó apoyo del Codicen, que debió haber estado integrado por los directores generales de los desconcentrados. Hubo una suerte de disputa permanente entre el Codicen, cuyo objeto en el territorio no se expresa –tiene todo, pero al final no tiene nada–, y los que liderábamos realmente las áreas de la educación, que estábamos metidos en el vértigo de la acción cotidiana. Quizás hubo una parte mía, o nuestra, que no supimos seducir con la propuesta, yo también me lo pregunto. Creo que también había algo del diseño de la gobernanza, porque si el Codicen hubiera actuado realmente como un órgano coordinador y articulador hubiéramos podido pensar en unas directoras generales que integráramos el Codicen con una frecuencia razonable para hacer justamente esa articulación. Lo que pasó fue todo lo contrario: el Codicen creció desmesuradamente, terminó siendo como un monstruo que fue engordando a fuerza de comerse a los consejos y a las actividades que venían desempeñando. Se expresó con mayor fuerza en Secundaria porque venía con un impulso brutal y porque siempre es una institución seleccionada para padecer todos los males del mundo.