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Se cumplieron 115 años del nacimiento del maestro Héber Yacobazzo D’Alessandro

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El maestro fue uno de los primeros egresados de la carrera de Magisterio en Treinta y Tres y a mediados de la década de 1940 lideró un proyecto de escuela granja en Durazno.

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Nacido el 14 de setiembre de 1909, en la década del 30 Héber Yacobazzo D’Alessandro fue uno de los primeros egresados del Instituto Normal de Magisterio en la ciudad de Treinta y Tres. Maestro de varias generaciones, fue también contemporáneo de reconocidos docentes de la época.

Hijo de inmigrantes italianos, Yacobazzo fue alumno de la legendaria escuela de Misia Lola y cursó el liceo público en Treinta y Tres. Además, trabajó como escribiente en la Jefatura de Policía.

Hizo sus primeras armas como maestro en Las Pavas, San José de las Cañas y Capilla de Farruco. Le tocó vivir el período de oro de la escuela primaria, lo que le permitió ser uno de los pioneros en la puesta en marcha del proyecto de creación de escuelas granja en el interior del país.

En 1943 ganó por concurso la dirección de la Escuela Granja de Chileno Grande, en Durazno, una de las que más perduraron luego de la desaparición del proyecto y fue durante años el centro neurálgico de la zona.

A mediados de la década de 1940 asistían a “la escuela de Yacobazzo” más de 90 escolares de tiempo completo. Y a media tarde la actividad recomenzaba: otra tanda de 40 exalumnos asistía a talleres de producción, economía sustentable, artesanías y oficios varios que la escuela primaria de la época brindaba. Debido a la cantidad de alumnos, muchas veces hubo que improvisar nuevas aulas cerrando la amplia galería del edificio con lonas impermeables de los vagones del ferrocarril de la zona.

En los últimos años Yacobazzo recibió la medalla al mérito por su larga labor en la escuela pública, reconocimiento otorgado por la Inspección de Primaria de Durazno; modesto por naturaleza, el maestro envió a un alumno para recibirla.

Fue seguidor entusiasta del fútbol y de Peñarol, asiduo de la vida de club y participó por décadas en Montevideo en las mesas del Antequera, del Círculo Militar y del Sorocabana. Proveniente de una familia donde abundaron los jugadores fanáticos de la carreras y mesas del purrete, su pasión por el juego lo acompañó a lo largo de su vida. Avezado jugador de ajedrez, declinó sin embargo la competencia abierta y rehusó participar en grandes torneos. A los 11 años se había iniciado con el mayor de sus hermanos en el ajedrez, y jugó con total dominio del tablero hasta los 89 años, disputando partidas hasta por diez horas consecutivas. La Nochebuena de 1998 lo sorprendió “cruzando trebejos” con un yerno en el tablero de ajedrez, en partidas reñidas, tal vez las últimas que jugara.

Respetuoso de los demás, discreto y bondadoso, ignoró el ejercicio de la maledicencia y de la crítica. Caminador incansable, se movió desde las canchas de fútbol a las barras del Parlamento y siguió con rigor los debates legislativos de los temas que le interesaron. Era también fanático de los medios informativos y seguía los avatares políticos del país pegado a una vieja radio que apenas se escuchaba.

Participó en aquel saber enciclopedista propio de la época y mantuvo un registro indeleble de lo que una vez aprendió. Registró el acontecer histórico del mundo en que vivió y mantuvo un interés vivo por lo nuevo que se perfilaba con la misma curiosidad del saber por el saber mismo. Ya jubilado, regresó a las aulas como estudiante de cursos nocturnos de cálculo y de inglés.

Ateo y positivista hasta el final, no le inquietó “el más allá” y mantuvo su involuntario y genuino espíritu humanista. Hijo de inmigrantes, estuvo naturalmente ligado al batllismo y a las ideas liberales, pero siguió atento a las nuevas corrientes del pensamiento político. Su abuelo paterno había combatido como voluntario junto con Garibaldi en las últimas décadas del siglo XIX, luchando por la unificación de Italia y contra los poderes temporales del papa. La familia conserva el pergamino y medalla de reconocimiento del gobierno de Roma por su participación en el décimo Regimiento en la Campaña de 1870 por la liberación de Roma.

Luego de algunos quiebres familiares y en parte superados los claroscuros de sus años de jugador, en 1997 se casó con la misma esposa con la que había contraído matrimonio en 1934.

Tuvo la discreción y el orgullo de nunca mencionar la expectativa, que sin duda abrigaba, de asomar al nuevo milenio. El 2 de febrero de 1999 serenamente jugó su última partida por la vida.

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