Emma retomó las clases nerviosa porque no sabía nada de sus compañeras: si habían sido golpeadas, si habían sido aplastadas, si estaban bien. Fue un miércoles y ahora también lo era, pero de la semana siguiente. Lucas también estaba nervioso, pero porque había muchas cámaras. “Nos graban a todos, mamá”, decía.
Jhonatan había visto todo: el miércoles de la semana pasada estaba al lado de lo que varias madres llamaron “batalla campal”. Pero Jhonatan, de cuarto año, estaba bien: llegó minutos antes de las 8.00 con su hermano Alexander, de sexto, como todos los días a la entrada y como todos los días a la salida. “Está contento porque hoy es día de fútbol”, dijo el hermano mayor. Aunque ya había niños y niñas ingresando al centro educativo y, aunque Alexander y Jhonatan sólo querían eso mismo, esperaban pacientes afuera de la escuela, o tal vez indiferentes, o tal vez con la tranquilidad de la naturalización.
“Tremendo circo por un par de cachetazos”, dijo una de las madres, que ingresó refunfuñando a la escuela cuando dieron el aviso de que no sólo entre el alumnado, sino también las familias. Era miércoles y retomaban las clases después de cuatro días sin tenerlas: esa era la única certeza. Gabriela, madre de un niño de tercer año, contó que desde el miércoles anterior sólo habían sido avisados de que no había clases y, luego, de que volvían. “Vi lo del guardia, pero no sabemos nada. Lo único que me pasaron fueron informes del paro y de que hoy se retomaba, pero hay una gran incertidumbre”, aseguró.
Hasta la reunión que sucedió minutos después, Gabriela, y muchas otras familias, no estaban al tanto de las medidas que la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) junto con el Ministerio del Interior (MI) habían dispuesto para la escuela 123, ubicada entre Jardines del Hipódromo y Flor de Maroñas -y la 55, que funciona en el mismo edificio a contraturno-, luego de que el 5 de noviembre, a la salida del turno matutino, ingresara un grupo de adultos y menores de edad a golpear escolares, familias y maestras. El hijo de Gabriela estaba lejos cuando sucedió todo, pero Gabriela lo estaba esperando afuera y lo vio.
—Era como una batalla campal, como 30 personas, no podía creer que estuviera pasando eso, no tenía sentido. Los niños y niñas estaban todos asustados, llorando, porque justo era la hora que salían.
—En Uruguay tiene que pasar algo para que pongan guardia de seguridad, eso está mal. Y ahora hay un guardia, pero después pasa el tiempo y se olvidan y ya no cuidan más —comentó Rosario, madre de Bryan. Ambos estaban recién llegados: oriundos de Vergara en Treinta y Tres, se habían mudado al barrio hacía pocos días, y el día de reinicio era para Bryan el primer día de clases en la escuela 123.
La mamá de Zoe, de tercer año, tampoco estuvo ese día. Ni ella, Romina, ni su hija. Zoe es la cuarta generación de una familia que fue siempre a esa misma escuela. Fue alumno el abuelo de Romina, el padre de Romina, el hermano de Romina y ella, madre de Zoe.
—Es la primera vez que hay un conflicto tan grande, llamó mucho la atención. Acá hay gente trabajadora, la mañana siempre fue tranquila. Creo que es alguien en específico, no somos todos. Y si arreglaron por ahí, venimos bien.
Para Romina, “es super triste que pasen estas cosas”.
—Me imaginé que estuvo feo, porque se pelearon arriba de los nenes, cayeron arriba, estaban todos llorando. Espero que no vuelva a pasar. Creo que el conflicto viene de la casa, no es la escuela. Acá, con las maestras, las directoras, siempre todo lo más bien. Los actos preciosos, los paseos.
Escuela 123 y 55, el 14 de noviembre, en Flor de Maroñas.
Foto: Gianni Schiaffarino
El reencuentro
El miércoles siguiente al conflicto estaban todos los portones de la escuela cerrados. Antes, estaban siempre todos abiertos, y las familias podían ingresar con los niños y niñas para acompañarles al salón. Desde este miércoles, está sólo el portón más chico sin tranca y es abierto por un guardia de seguridad que controla a quién dejar pasar y a quién no.
Ese día primero dejó pasar a la directora, a las maestras, a funcionarias y equipos técnicos, después a los niños y niñas que estaban con túnica y, minutos más tarde, también le dio pase a las familias, que ingresaron desconcertadas. “Abrimos la puerta con mucha alegría, teníamos ganas de verlos. Tenemos sentimientos encontrados al mismo tiempo, pero este es un espacio que queremos mucho y vamos a salir fortalecidos. Contamos con un equipo que no baja los brazos nunca y tampoco en los momentos difíciles: la escuela siempre va a estar abierta para recibirlos y siempre a través del diálogo y el respeto estaremos para escucharlos”, esbozó la directora de la escuela 123 con un micrófono, en el patio, frente a un cúmulo de familias y estudiantes que la escuchaban con atención.
Al lado de la directora estaban el resto de las maestras y también algunas autoridades: la directora general de Educación Inicial y Primaria, Gabriela Salsamendi, la subdirectora, Selva Pérez, y la consejera docente del Consejo Directivo Central, Daysi Iglesias. Minutos más tarde, llegó el presidente de la ANEP, Pablo Caggiani.
La directora explicó cómo va a ser el funcionamiento de ahora en más: el guardia de seguridad, el ingreso sólo para alumnos y alumnas, la presencia del equipo de Escuelas Disfrutables y de Pelota al Medio a la Esperanza, que permitirán disponibilidad de atención psicológica para las familias y los niños y niñas que así lo requieran.
Después abrió un espacio de preguntas para las familias, y dejó que las maestras lleven a los y las alumnas a sus respectivas clases. El patio lleno pasó a ser una ronda de no mucho más de diez madres, con los equipos técnicos en un inicio y luego sólo con la directora. “Los más chicos eran los que estaban más cerca. ¿Qué pasa con ellos?”, “tenemos miedo”, “esto nunca pasó”, “mi hijo lo cuenta como un chiste”, eran algunas de las preguntas y comentarios que plantearon las madres. La directora trató de mostrar tranquilidad: que era “lógico” sentir miedo y que lo cuenten como un “chiste” y que, justamente, los y las psicólogos trabajarán en ello, que lo que pasó “no representa a nuestra escuela” y que “vamos a salir de esto”.
Días atrás, la Asociación Civil Familias Organizadas de la Escuela Pública se pronunció sobre lo acontecido en la escuela 123: por medio de un comunicado, expresaron su “más profundo y enérgico repudio ante los graves hechos de violencia ocurridos”, que categorizaron como “absolutamente inaceptables”.
Asimismo, aseguraron que “situaciones de esta naturaleza, lamentablemente cada vez más recurrentes, no son hechos aislados, sino que responden a múltiples factores, tanto internos como externos a las instituciones, cuyas causas y raíces se necesitan entender para abordar en su cabalidad”.
Por esa razón, para las familias no basta sólo con “condenar” los hechos de violencia, sino que “es necesario que el Estado, a través de sus autoridades, abra espacios de diálogo, de diagnóstico, de reflexión y de construcción colectiva de soluciones que involucren a todos los actores que conformamos la comunidad educativa: docentes, familias, estudiantes, personal auxiliar, autoridades y vecinos”. la diaria quiso comunicarse con el colectivo, pero están a la espera de una nueva asamblea para profundizar sobre el tema.
Escuela 123 y 55, el 14 de noviembre, en Flor de Maroñas.
Foto: Gianni Schiaffarino
Los programas de acompañamiento
El programa Escuelas Disfrutables cuenta con alrededor de 200 profesionales. En la jurisdicción que incluye a Flor de Maroñas y Jardines del Hipódromo, el programa trabaja en duplas: usualmente, un trabajador o trabajadora social y un psicólogo o psicóloga. Así es el caso de la escuela 123 y el de la 55, que tienen en cada turno una dupla de acompañamiento que forma parte del programa.
Silvio Flores, coordinador nacional del programa Escuelas Disfrutables, estaba acompañando al equipo en el primer día del retorno a las clases. En diálogo con la diaria, explicó que el rol es intervenir desde lo “psicosocial”. “En este caso, que son situaciones traumáticas para la comunidad educativa, lo que se hace es estar a disposición de las familias, de los estudiantes y del equipo docente”, dijo. En ese marco, narró que “se hacen una serie de actividades que permiten poner en palabras eso que superó la realidad de la escuela”.
De hecho, contó que la apertura realizada por la directora al inicio del día, en la que dijo unas palabras y dio la oportunidad de intercambiar sobre el tema, fue promovida por Escuelas Disfrutables y es lo que hacen cada vez que sucede un hecho violento en un centro educativo y tienen que intervenir.
Además, señaló que los trabajadores sociales y psicólogos “evacúan dudas de las familias” y, en estos primeros días, intentan “instalar la rutina escolar”. Por otro lado, el trabajo del programa comenzó días atrás a la reapertura de la escuela: Flores contó que tuvieron entrevistas personalizadas con las familias involucradas en el conflicto para “entender el porqué del detonante y acompañarlo”, porque el cometido es el “proceso de afiliación a la escuela, que los chiquilines y las familias sigan viniendo y lo hagan de forma armoniosa, sin que quede el estigma de la persona que fue golpeada o de la persona que golpeó”. Al mismo tiempo, se reunieron con las maestras y la directora para promover el fortalecimiento y la recomposición del equipo.
La escuela 123 es “dispositivo tres” para el programa Escuelas Disfrutables. Eso significa, según explicó Flores, que el programa debió instalarse ante una situación de “emergencia” y que, por tanto, hasta que finalice el año las duplas estarán yendo una vez por semana a la escuela durante la jornada completa de ambos turnos. “Con este grado de dificultad no”, respondió Flores ante la pregunta de si habían tenido que intervenir en un caso de tenor similar. “Es la primera vez que se da esta irrupción en el local escolar y que se incentivó que haya problemas entre niños. No habíamos visto, nos sorprende, nos preocupa”, agregó.
Sin embargo, aseguró que el equipo de Escuelas Disfrutables “está muy consolidado” y, en ese marco, pudieron lograr que la escuela “se recomponga”. “Más allá de este tiempo que se tuvieron que tomar, se pudieron recomponer y estamos hablando con todas las partes; se respira un clima de calma”, aseguró.
El recrudecimiento de las violencias dentro y en los alrededores de los centros educativos es denunciado por todos los sindicatos de la educación e incluso admitido por las distintas autoridades. Eso se ve reflejado en la demanda de Escuelas Disfrutables, que, según su coordinador, es “mucha” y viene en aumento. “Hay una sobreexigencia”, pero también “muy buena disposición para que se incremente el número de trabajadores sociales y de psicólogos”, aseguró. Dijo que están “reorganizando” los recursos destinados al programa para poder “cubrir esta primera línea”. Consideró que el programa “está robusto y funcionando muy bien”, si bien se necesita un trabajo más interinstitucional, más “satelital”. “La familia y los docentes se encuentran entre la espada y la pared, porque por más que nosotros orientamos y derivamos, es complejo que se cumpla ese proceso, por ejemplo, a nivel de medicina, psicología, psiquiatría”, aseveró.
Agustín Iparraguirre, director de Pelota al Medio a la Esperanza, programa del Ministerio del Interior que responde a la Policía Nacional en vinculación con la ANEP, narró a la diaria que desde marzo trabajan con 30 escuelas y que, ante el pedido de Primaria y la ANEP, dispusieron que “el programa intervenga hasta fin de año de manera intensiva” en la escuela 123, que no estaba incluida en el mapa anterior.
“Es un programa de movimiento para chiquilines, pero también de resolución de conflictos, con talleres, movilidad, teatro”, explicó Iparraguirre. El equipo es de 60 personas y, en este caso, serán cinco profesores de educación física y psicólogos. La intención es trabajar junto con las maestras y los niños y niñas, para “armar el proyecto entre todos”. Si bien lo seguro es que la intervención será hasta que terminen las clases, el coordinador manifestó que “la idea es poder seguir con el programa el año que viene”.
En la escuela 123, los primeros días de vuelta a las clases Pelota al Medio trabaja con cuarto, quinto y sexto de escuela para darles la “bienvenida”, pero luego trabajarán dos veces por semana únicamente con sexto año, que fue el curso en el que sucedió el conflicto. “La situación es muy triste, ver lo que vimos públicamente, cuando nos acercamos en estos días que nos reunimos con el colectivo docente, nos dio mucha tristeza, sobre todo por los niños y también por el colectivo que trabaja día a día para mejorar la calidad en el barrio, la educación de los chiquilines; es doloroso”, esgrimió.
Escuela 123 y 55, el 12 de noviembre, en Flor de Maroñas.
Foto: Alessandro Maradei
El después
La situación de agresión múltiple que tuvo lugar el miércoles de la semana pasada en la escuela 123 pasó inmediatamente a la órbita de la Justicia, tras ser catalogada por la filial montevideana de la Asociación de Maestros del Uruguay como un “punto de inflexión”. Desde entonces, el proceso de identificación de las personas involucradas continúa, pero los testimonios ya han sido varios y también hubo una primera resolución.
El jueves fue imputada la madre de una niña de la escuela que fue quien ingresó al centro educativo con el grupo de personas que golpearon a niños, niñas, maestras y familias. La jueza en lo penal de 34º turno, Blanca Rieiro, formalizó a la mujer, de 30 años, por un delito de lesiones personales agravadas por la premeditación, dos delitos de violencia privada, un delito de agresión a trabajadores de la educación y un delito de omisión de los deberes de la patria potestad.
Así, dispuso como medida cautelar la prisión domiciliaria por 120 días con tobillera, con autorización para salir al trabajo de lunes a viernes entre las 7.00 y las 15.00, además de la prohibición de acercamiento o comunicación con las víctimas y testigos, así como la prohibición de acercamiento a la escuela 123 en un radio de 500 metros.
Según aseguró en la audiencia la fiscal Patricia Rodríguez, a la salida de la escuela la imputada ingresó al local exhortando a que saliera la maestra de su hija y luego su hija comenzó a golpear a una niña de su clase, hermana de otra a la que acusaban de hacerle bullying. Padres y madres intentaron separarlas, pero la madre de la niña los agredió y, junto a sus acompañantes, también golpearon a la madre de las dos hermanas. “La tiran al piso y comienzan a darle golpes de puño en la cabeza y patadas en la espalda y en los brazos”, aseguró.
En diálogo con la diaria, Selva Pérez, subdirectora de la Dirección General de Educación Inicial y Primaria, aseguró que desde el día en que se retomaron las clases en la escuela “el funcionamiento ha sido normal para los niños”. “El clima institucional está tranquilo y se está mirando la posibilidad de reactivar las actividades que la escuela tenía pensadas y planificadas para darles oportunidad a los niños de vivir una muestra de fin de año, una salida didáctica, porque tienen todo el derecho del mundo a vivir las experiencias”, dijo.
Por otro lado, destacó que desde que pasó la situación de violencia no hubo ningún niño o niña al que le hayan dado de baja de la institución. “Eso es un elemento importante que nutre al colectivo docente y que da esperanzas: es una señal de que sucedieron cosas que no hubiéramos querido que sucedan, pero el clima institucional se recompone y la escuela sigue”, manifestó.
Específicamente sobre las niñas involucradas en el conflicto que, como aclaró Pérez, fue “generado por el mundo adulto”, dijo que desde la escuela se está llegando a ellas a través de la plataforma CREA, sobre todo a la hija de la imputada, que “está en su casa porque no puede llevarla a la escuela, entonces la escuela tiene que ir hacia esa niña”.
“En esta situación no está bien ponerse en el lugar de condenar para un lado y para el otro, sino desarrollar la comprensión de lo que sucedió, qué cosas no pudieron ser las ideales, para generar aprendizaje en la comunidad educativa y en la familia y, a partir de ahí, seguir”, aseguró la subdirectora de Primaria, a modo de reflexión sobre la situación puntual.
En cuanto al avance de las situaciones de violencia en las escuelas públicas del país en general, Pérez recalcó que “la escuela sigue siendo un bastión fundamental de la sociedad” y que “cuando hay una situación de dolor, como esta, cuando no se tienen estrategias para poder comunicar, darle forma a este dolor desde lo verbal, ahí es donde escala y explota”. Pero, aunque esa manifestación sea “de una manera equivocada”, subrayó que la escuela “los hace visibles” y, por tanto, desde ese lugar la institución educativa “sigue representando una espectacular oportunidad para tejer comunidad”. “Tal vez el más profundo aprendizaje es analizar esta situación no tomándola como una agresión a lo personal, sino como un grito de pedido de ayuda a lo estatal”, finalizó.