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Mahia Macias, en el Rosedal del Prado.

Foto: Alessandro Maradei

La historia de Mahia Macias, una niña futbolista

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A sus nueve años, y tras múltiples esfuerzos, juega con varones en el plantel de Nacional.

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Leído por Andrés Alba
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La edad de entrada a cualquier deporte es clave, y se relaciona con el rendimiento y el desarrollo de las habilidades que se pueden generar. Según la Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI), en Uruguay actualmente hay 894 clubes de fútbol infantil, de los cuales 611 son de modalidad mixta (niñas y niños) y 283 son sólo de niñas.

Mahia Macias tiene nueve años, y desde los cuatro juega al fútbol. Juega en Nacional, en un equipo compuesto por ella y varones, y recuerda muy bien cómo fue convenciendo a su madre: “Cuando le dije a mi mamá que quería jugar al fútbol, se puso a llorar. Supongo que fue porque ella no quería que juegue al fútbol porque era mujer”. Dahiana, mamá de Mahia, confiesa que no quería que su hija jugara al fútbol porque soñaba con “tener una princesita”, por lo que anotó a Mahia en clases de ballet y de patín, pero ambas actividades fracasaron.

Flavio, papá de Mahia, cuenta que quien descubrió el potencial futbolístico de su hija fue un vecino que la vio jugando en la vereda y le dijo: “Che, tu nena anda bien con la pelota, ¿por qué no la llevás a algún cuadro?”. Siguiendo el consejo, Flavio llevó a Mahia a probarse en un cuadro de barrio. Como soñaba con ver a su hija jugando con la camiseta del Club Nacional de Football, contó: “Llamé a Nacional, hablé para que empezara a practicar. Me dijeron que sí, pero cuando les dije ‘tengo un problema: es una nena’, cambió la historia”. Luego de varios intentos, lograron que le dieran la oportunidad de ir a una práctica y demostrar sus habilidades. “Hicieron un partido de práctica y Mahia anotó seis goles”. Le permitieron seguir yendo a entrenar, pero no la dejaban jugar los partidos oficiales. “Les terminó ganando por insistencia, porque no faltaba a una práctica y siempre se esforzaba por demostrar que ella podía”, dice Dahiana, orgullosa de su hija.

Sin embargo, a pesar de que Mahia logró que la ficharan en Nacional, no fueron todas alegrías. Sus padres tuvieron que soportar críticas y la acompañaron en situaciones frustrantes. “Verla jugar en la práctica y demostrar que jugaba mejor que muchos niños, pero después quedaba en el banco, era frustrante. Le decía siempre que si ella estaba en el mismo nivel que un varón lo iban a elegir a él, entonces ella tenía que dar más, tenía que exigirse el doble para que la eligieran”, cuenta Flavio.

Dahiana sufrió mucho las críticas que le hacían a su hija desde la tribuna o los entrenadores del cuadro oponente: “Pasamos mucho dentro de la cancha, escuchar que gritaban ‘paren a la nena’, ‘no te puede ganar una nena’ o ‘pegale a la nena’, era horrible. Llegaba de los partidos y en lugar de venir contenta, venía a encerrarme a llorar”. Según Mahia, ahora su mamá es su fan número uno “porque no se pierde ningún partido” y es quien la lleva a todas las prácticas.

La destacada jugadora tricolor dice que esos comentarios no le afectaron, sino que, al contrario, la potenciaron aún más: “No sé por qué piensan que las nenas no podemos jugar... ¡Si somos iguales! ¿Qué tenemos de diferente? Que nosotras tenemos el pelo largo, nomás”.

El fútbol femenino no sólo carece de recursos y oportunidades, sino que también carga con prejuicios y cuestionamientos. Existe la idea de que si la nena juega al fútbol va a ser “machona”, esto se da por la idea de que ‘como el fútbol es algo de varones, si una nena juega al fútbol va a actuar como un varón’. En relación a esto, Flavio opina que si bien “las cabecitas están cambiando”, todavía existen padres que tienen la idea de que “si la nena juega al fútbol va a ser un macho y si el nene juega con una muñequita va a salir gay”. Según él, “eso no tiene nada que ver” y “niñas y niños deberían poder jugar al fútbol y divertirse sin estar cargados de estereotipos”.

Verónica Sosa y Virginia Camaño son entrenadoras de una escuelita de fútbol para niños que funciona en el Club Naval. Verónica presentó un proyecto al club para poner una escuelita para niñas: “Empecé con el proyecto de fútbol femenino porque cuando era chica tuve mucha carencia en la formación, no tuve oportunidades, entonces siempre quise dar a las niñas lo que yo no tuve”. Cuando comenzó con el proyecto eran sólo seis niñas, hoy son más de 30 y debido al éxito de la escuelita le pidieron abrir la propuesta también a los varones. “Siempre vi que el varón la tenía más fácil, pero me encontré con otra realidad. Los niños llegaban frustrados por las presiones de tener que jugar bien al fútbol”, cuenta Verónica, y asegura que muchos niños sufren situaciones de bullying en los colegios porque no juegan bien y llegan al punto de no querer ir a los cumpleaños que se hacen en canchas de fútbol.

En este sentido, los varones se ven mucho más presionados a tener que jugar bien al fútbol. Virginia sugiere que “algunos varones tienen más presión porque les dicen que así ‘van a sacar a la familia de la pobreza’. Dice que para las nenas “es más un ‘si quiere jugar a la pelota que lo haga, que se divierta’”.

Mahia, la niña que juega al fútbol con los varones, resalta que los partidos “se viven diferente”: “La mayoría de mis compañeros lloran cuando perdemos. Pero yo no lloro; si perdemos la final sí, pero si no, no”.

Muchos profesores de Educación Física usan el “gol de nena vale doble” como incentivo para que los varones les pasen la pelota a las nenas. De lo contrario, juegan entre ellos y las ignoran. En cuanto a esto, Virginia afirma que “ahora los varones están empezando a pasársela más a las nenas, porque ven que ellas juegan. No está más eso de que la nena le tiene miedo a la pelota o que le pega mal”.

Así cómo los profesores incentivan a los varones para que les pasen la pelota a las nenas, la FIFA les exige a los clubes que tengan un departamento de fútbol femenino para que el masculino pueda competir en una liga. Por eso, ahora los clubes afiliados a la Asociación Uruguaya de Fútbol tienen que tener un cuadro femenino para poder competir.

Si ella puede, ¿por qué yo no?

Si en el buscador de Google se escribe ‘Jugadoras de fútbol uruguayas en el exterior’, el primer resultado dice: ‘Jóvenes cracks uruguayos que crecen en el exterior’ y a continuación se despliega una lista de nombres de varones que juegan en otros países.

Leticia Bueno, periodista deportiva, hace referencia a la importancia que tiene para las niñas tener referentes. “Las gurisas que están empezando ahora a jugar en Uruguay tienen referentes: Esperanza Pizarro, Yamila Badell, Daiana Farías y varias más. Que las nenas vean que hay gurisas que lo lograron, hace que ellas también puedan soñar con hacerlo. Mahia también es el claro ejemplo de esto. Ella dice muy segura que su ídola máxima es Yamila Badell, una chica uruguaya de 24 años que vistió la camiseta celeste en varias ocasiones y actualmente juega en España”.

Sosa y Camaño cuentan que en una actividad les preguntaron a las niñas si les gustaría ser jugadoras profesionales: “Tuvimos que explicarles que profesional incluye vivir de eso, que les paguen y no tener otro trabajo aparte. Muchas quedaron pensando, no lo veían cómo una opción real”, cuenta Sosa. Ambas entrenadoras fomentan que sus jugadoras miren fútbol femenino, sobre todo cuando juega la selección uruguaya. “Hubo un gran avance; antes venían con la camiseta de Luis Suárez o Edinson Cavani, ahora quieren ser cómo Alex Morgan, ahora miran mujeres y se identifican con ellas”, agrega Camaño.

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