El 3 de octubre de 2019, en la intersección de Avenida de las Leyes y Colombia, en el entorno del Palacio Legislativo, se instaló la piedra fundamental para la construcción del Memorial de Ex Presas Políticas, que llevará el nombre “Las mujeres construimos historia defendiendo la vida”. Dos años después, la construcción de ese monumento sigue en pausa. Por ese motivo, el viernes las integrantes del grupo Ex Presas Políticas del Uruguay se reunieron en el lugar para exigir avances.
La actividad comenzó con la presentación de la murga de mujeres Perlita Cucú, que, con cantos sobre la libertad, la memoria y la justicia, instalaron el ambiente propicio para el encuentro. En el momento de la retirada, las ex presas políticas se levantaron de sus sillas y, entre aplausos y risas, se unieron al baile.
El momento festivo duró unos minutos. Quedó a la vista la necesidad del encuentro cara a cara y del disfrute de las compañeras en el espacio público que la pandemia interrumpió por tanto tiempo. Luego, cerca de 20 mujeres ex presas políticas de diferentes edades dispusieron sus sillas en forma de círculo y se sentaron para intercambiar miradas y reflexiones sobre la necesidad de visibilizar el aporte y la lucha de las mujeres durante la dictadura.
“Por nosotras y las nuevas generaciones”
El puntapié para el intercambio fue la pregunta “¿por qué un memorial?”. Una a una, las mujeres reflexionaron al respecto. Algunas leyeron, unas se inspiraron en la emoción del momento y otras les dieron voz a notas escritas que distintas y distintos participantes habían depositado en una caja abierta al público.
Muchos reclamos fueron compartidos. Las congregadas exigieron la instalación del memorial para identificar y reconocer los aportes de las mujeres en las luchas durante el período comprendido entre junio de 1968 y marzo de 1985, pero también para que las generaciones actuales y futuras conozcan y reflexionen sobre lo ocurrido en esa época y sean “garantes de la no repetición de los aberrantes hechos” acontecidos. Plantearon la necesidad de un espacio de memoria para “no caer en la oscuridad del olvido” y deconstruir el relato de la “historia sesgada”, “llena de vacíos” y “mentira”.
El memorial para las ex presas políticas es “una herramienta importante de recopilación, transformación y reafirmación de la memoria y de la identidad colectiva”.
Al mismo tiempo, exigieron un memorial porque es su “derecho, el de todas las mujeres y de toda la sociedad”, y porque no se trata sólo de un “homenaje y reconocimiento”, sino que constituye “una herramienta importante de recopilación, transformación y reafirmación de la memoria y de la identidad colectiva”.
“¿Por qué un memorial? Porque sin las mujeres no hay pasado, no hay presente y no habrá futuro. Porque las mujeres hemos estado a la par en todas las luchas, en todos los lugares y en todos los rincones. Porque transitamos los oscuros años de la dictadura multiplicando la lucha y multiplicando el amor, porque no se va a la lucha si no es por amor”, manifestó una de ellas.
Las mujeres también plantearon la necesidad de un memorial para dar “visibilidad” a las compañeras que lucharon “para transformar el mundo”, por la “verdad y la justicia'”, para que sus voces “siempre estén vivas en otras voces”.
“Sé que no es fácil empoderarse y decir desde adentro ‘quiero un memorial’. ¿Quién soy? ¿Qué me distingue de otras personas para tener esa pretensión? A veces somos personas incómodas para que nos tengan cerca. Hay gente que nos dice: ‘No cuentes mucho lo que te pasó porque capaz que te hace mal’, porque ‘le puede hacer mal al que escucha’ o porque ‘hay que dar vuelta la página’. Pero yo no me olvido del miedo, del frío, de la desnudez, del enorme deseo de que me mataran de una vez. Sin embargo, acá estoy, como tantas compañeras. Somos porfiadas, y aunque sea molesto e incómodo, sigo y seguiré contando y haciendo memoria”, expresó otra de las participantes.
“No necesitamos leer por qué queremos un memorial”, dijo bien alto una de las mujeres. Señaló que tampoco es necesario usar metáforas para hablar sobre cómo transcurrieron los años de la dictadura cívico-militar. “Se tiene que saber sin morbo qué fue lo que pasó. A mí, por ser mujer, dirigente sindical y de izquierda, diez sucios milicos me violaron. No nos podemos callar, tenemos que escribir lo que ocurrió y gritarlo a los cuatro vientos para que haya verdadera memoria”, apuntó.
Por las que ya no están
En los discursos de las mujeres allí sentadas estuvieron presentes en todo momento las referencias a las compañeras de lucha que ya no están porque “las mató la dictadura” o porque murieron sin que se reconociera su aporte y sin que encontraran a sus hijas o hijos desaparecidos ni obtuvieran una reparación justa. También recordaron a sus madres, a las mujeres “anónimas” que pelearon por la democracia, a las que criaron hijas o hijos en cautiverio y a las que perdieron sus embarazos a golpes.
“Yo estoy aquí no sólo por mí sino por todas mis compañeras del interior, por las compañeras que murieron dentro de las cárceles, por todas esas compañeras que cuando salieron en libertad fueron conducidas al suicidio, por todas las compañeras y compañeros que aún siguen desaparecidos”, dijo una de las mujeres.
Otra de las participantes sostuvo: “La memoria siempre firme hará que este lugar nos emocione siempre. En nosotras están las que ya no están, pero que nos siguen hablando al oído, que brillan en nuestro recuerdo, por el gesto, por la sonrisa y la vivencia nunca olvidada. En nosotras también están las voces fuertes y claras de las más jóvenes, que luchan, que ponen la memoria en la calle, que acompañan solidaria y amorosamente”.
“[En la cárcel] se construyeron los estigmas de mala madre, mala esposa, mala mujer, mala hija. Para la sociedad, no sólo transgredimos las normas penales, sino también la condición femenina”.
Doble castigo
Por otra parte, varias mujeres recordaron que las presas políticas fueron “doblemente” castigadas por el “poder autoritario y machista”: por su condición de “mujeres transgresoras” de los mandatos sociales de la época y por integrar movimientos sociales, políticos, gremiales o sindicales. “[En la cárcel] se construyeron los estigmas de mala madre, mala esposa, mala mujer, mala hija. Para la sociedad, no sólo transgredimos las normas penales, sino también la condición femenina”, aseguró una de las mujeres.
“Nosotras verdaderamente rompimos con lo que era el mandato de género de ese momento: esposas, madres, y además nos metimos de militantes, activistas, luchadoras peleando por una sociedad más justa y contra el terrorismo de Estado desde 1968 a 1985”, manifestó otra integrante del grupo.
No sólo plantearon el sufrimiento de las mujeres que lucharon por la democracia, también marcaron que las “mujeres del bando enemigo” eran “transformadas en esclavas o esposas obligadas de los vencedores”. Una de las mujeres señaló: “En la historia del siglo XX se encuentran muchos casos donde se ejerce la violencia sexual contra las mujeres que pertenecen al supuesto bando enemigo de manera sistemática y como forma de tortura, amenaza y escarmiento”.
“Nosotras no somos más que una pequeña muestra de humanidad de ser mujeres, las que llevan siglos caminando para dejarnos huellas de amor y de lucha. Sigamos respetándolas, sigamos respetándonos”, planteó otra compañera.
Mucho más que una historia
Narrar y escribir la historia de las mujeres ex presas políticas implica más “que llenar un vacío y completar la historia”, dijo a la diaria la politóloga e investigadora Ana Laura de Giorgi, que estuvo presente en la actividad. “Cuando la historia se narra desde una perspectiva androcéntrica ‒es decir, desde una perspectiva del mundo que habitan los varones‒ se pierden cosas que tienen que ver con otros aspectos de la vida”, señaló.
En ese sentido, contar la historia de estas mujeres es dar a conocer aspectos que no aparecen en los relatos de los varones, como los “cuidados y la resistencia en términos de lazos afectivos”, sostuvo De Giorgi. Además, señaló que una característica del relato de las mujeres ex presas políticas es que es “muy sacrificial” y plantea “la utopía y la lucha por cambiarlo todo”.
“Es una historia que se abre un poco más, que no son dos bandos, que no es sólo la violencia y el lugar de la víctima. Aparecen otros costados, y así, cuando se recuerda, no se recuerda lo mismo, no sólo porque no se hayan vivido las mismas cosas, sino porque las mujeres vemos otras cosas”, expresó la académica.
En la misma línea, Brenda Falero, integrante del grupo de Mujeres Ex Presas Políticas, sostuvo a la diaria que conocer la historia de ella y sus compañeras y “guardarla” es “muy importante” para la memoria colectiva de las y los uruguayos. Contó que hubo presas políticas en todo el país, y si bien la cantidad fue menor a la de los varones presos políticos, las historias de las mujeres “son más significativas porque la prisión implicó muchas dimensiones”, como “la familia, los hijos, los hijos criados en prisión, los hijos nacidos en prisión, los hijos abortados”. “La historia no está completa si se cuenta sólo de un lado”, agregó.
Cuestión de tiempo
“Una vez en libertad, nos centramos en recuperar ‒o intentar recuperar‒ nuestra vida. Entonces, la impunidad ganó espacio. Después nos preguntamos por qué no hablamos antes, pero no con el fin de autocastigarnos y responsabilizarnos. Quizás no hablamos porque no había condiciones. No es que la gente genéricamente no quisiera escuchar, pero la sociedad blindó un poco el terreno de la memoria”, expresó a la diaria Antonia Yañez, integrante del grupo de ex presas políticas.
Esas circunstancias generaron que los hombres “rápidamente” adquirieran “preeminencia con respecto a los temas de la cárcel” y tortura en dictadura. “Creo que nosotras dimos un paso importante, quizás tardío, en la reconstrucción de la memoria con los libros, en las denuncias como la que llamamos “de las 28 mujeres”, pero que fue realmente una expresión de todo el colectivo de mujeres, porque lo que narramos lo vivieron prácticamente todas las mujeres”, manifestó, y agregó: “El tiempo nos permitió algo más”.
En la misma línea, María Luz Osimoni, también integrante del grupo, dijo a la diaria que la escasa visibilidad que tuvieron ‒y tienen‒ las mujeres en este período de la historia quizás se relaciona al lugar histórico que se les ha dado. “Desde hace siglos la historia está repleta de mujeres que pelearon pero aparecen poco y no se sabe quiénes fueron. Recién ahora se comienza a reconocerlas”, manifestó. Consideró que la visibilidad que están adquiriendo las mujeres “evidentemente” tiene que ver con el movimiento feminista, que ha colocado “el género a nivel social”.
Abrazo generacional
Osimoni sostuvo que uno de los propósitos principales del memorial es generar un intercambio entre generaciones, porque “lo peor que nos puede pasar como sociedad es el olvido, porque quien olvida repite”. Señaló que es necesario que las generaciones actuales y las futuras tengan claro cómo se llegó al golpe de Estado, qué fue el terrorismo de Estado y qué ocurrió durante ese período.
“Cuando se habla al respecto, el tema siempre queda en medio de una nebulosa, sobre todo en escuelas y liceos, en donde, salvo por algunos docentes muy comprometidos, es muy difícil para los jóvenes escuchar lo que pasó y por qué pasó”, dijo la ex presa política.
“El mensaje tiene que ser que nosotras hemos sido parte de esta historia, y en la condición de mujeres hemos sido parte de la historia de las mujeres en su lucha y, en ese sentido, lo que queremos es que exista una continuidad”, planteó Osimoni, en la que las jóvenes “tomen la palabra” en las reivindicaciones por memoria, verdad y justicia, y por los derechos de las mujeres en todos los ámbitos de lucha social.