El trabajo de costurera permite que puedas transformar, con tus propias manos, una materia prima en un producto que sea útil para la gente. Por eso es un “oficio maravilloso”, dice Flor de Lis Feijoo, secretaria general del Sindicato Único de la Aguja (SUA). Y continúa: “Para mí coser significa transformar un insumo en algo que puede significar mucho para la sociedad, porque es la ropa con la que se viste, pero también significa mucho para nosotras, porque es con lo que trabajamos; nos dignifica la vida”.
El rubro de la vestimenta es uno de los más feminizados. Feijoo asegura que las mujeres hoy representan 85% de las afiliadas al sindicato. Son alrededor de 20.000 trabajadoras a lo largo y ancho del país. De ese total, hay cerca de 4.000 que hoy trabajan en fábricas y pequeños talleres; el resto lo hace desde su casa. Para la titular del SUA, esta modalidad de trabajado a domicilio –que se implementó siempre pero que creció durante la pandemia– implica una “enorme dificultad”. La principal es la precarización laboral, que se agudizó en el contexto de emergencia sanitaria, y para las trabajadoras se suma al desafío de también gestionar los cuidados familiares.
La crisis fue también una oportunidad para explotar la “pata social” del sindicato, asegura Feijoo: en los últimos meses, confeccionaron “tapabocas solidarios” para repartir en los barrios y en las ollas populares, regalaron muñecas y muñecos de trapo a niñas y niños en contextos de vulnerabilidad, y ahora se preparan para dar cursos al colectivo de personas en situación de calle Ni Todo Está Perdido para “que aprendan el oficio”.
En entrevista con la diaria, y a horas de celebrarse otro 1º de mayo, Feijoo profundizó sobre la situación de las trabajadoras este año, las iniciativas solidarias y el feminismo, entre otras cuestiones.
¿Cómo es la situación de las costureras en Uruguay hoy?
A pesar de que gracias a los Consejos de Salarios hemos tenido varias conquistas, aún nos está faltando muchísimo desde el punto de vista de tener un salario digno y, como sector, no está faltando que de verdad sean efectivas algunas reglamentaciones. Por ejemplo, tenemos la Ley 18.846 de la Vestimenta, aprobada en diciembre de 2011, que es una conquista del sindicato después de una larga lucha, pero que hoy aún no está reglamentada. Esto significa, por ejemplo, que el derecho de la trabajadora a domicilio con carácter de dependiente prácticamente no existe. Por lo tanto, la informalidad es muy grave en este sector, porque no hay ningún tipo de control.
“Durante la pandemia aumentó la informalidad y se profundizaron las desigualdades y la precarización laboral de cientos de mujeres”.
¿Cómo impactó la pandemia en su trabajo?
La pandemia aseguró un mayor empleo de la actividad. Sin embargo, eso no generó que se terminara con la informalidad. A la mayoría de las compañeras que hoy en día hacen túnicas descartables, por ejemplo, les están pagando en su casa seis, siete u ocho pesos por cada prenda, que si la vas a comprar a cualquier lugar, te sale 80, 100, 120 o 150 pesos. ¿Por qué? Porque hay un intermediario en el medio y estas compañeras, en su mayoría, no tienen ningún beneficio social, están trabajando en negro, algo que también es producto del mismo sistema capitalista y de cómo busca seguir asegurándose su rentabilidad con base en una plusvalía que termina siendo mínima. Los problemas que tenemos no dejan de ser los problemas de la propia sociedad. La primera contradicción en el sistema en que vivimos sigue siendo la del capital/trabajo; esos intereses, totalmente contrapuestos, te obligan a una disputa permanente entre una situación de esclava asalariada o de semiesclavitud, para poder mejorar la calidad de vida que también es mínima. Esta es una situación real que padecen las compañeras que trabajan dentro de esta categoría, es decir, como trabajadoras a domicilio. Entonces, en resumen, durante la pandemia aumentó la informalidad y se profundizaron las desigualdades y la precarización laboral de cientos de mujeres.
¿Esto repercutió de alguna forma en la autonomía económica de las trabajadoras?
Indiscutiblemente, perdés autonomía económica. Entendemos que, en primer lugar, hay una lucha por la transformación de la estructura económica que es vital, ya que no tenés otra forma de desarrollarte. Las mujeres cobran un salario tan módico, trabajando en su casa día y noche, 15 horas por día, mientras gestionan todo el tema de los cuidados, además; y es bastante complicado, porque es el trabajo que existe y, al no haber otro, tú hoy trabajas por cualquier cosa. Hoy te traen para hacer una túnica a cinco pesos y tú la haces, porque no tienes forma de pedir diez pesos, porque no hay otra cosa. Entonces, si bien en cierta forma se mantuvo el trabajo en función de la crisis sanitaria, por la necesidad que existe de los insumos médicos –túnicas, sobretúnicas, uniformes, tapabocas–, también hay que recordar que hay un aprovechamiento de determinados sectores para utilizar esta mano de obra y llevar la riqueza hacia otro lado, no hacia las propias compañeras, que siguen sin poder desarrollarse y sin poder salir de sus casas. Además, hay que recordar que, para estas compañeras, frente a una situación de crisis general, nunca va a ser lo mismo comprar un litro de aceite a 125 pesos que a 60. La economía las mató. La economía nos está matando a todas y todos.
Una de las tantas problemáticas que agudizó la pandemia fue la división desigual de los cuidados, como mencionabas. ¿Cómo vienen gestionando las costureras la conciliación entre el trabajo y los cuidados en casa?
Lo que nos sucede a las mujeres de nuestro sector no es muy diferente a lo que viven las mujeres en el resto de los sectores. La división sexual del trabajo tiene una relación directa con la subordinación económica, social y política de las mujeres. Las compañeras siguen teniendo que trabajar y ocuparse del cuidado familiar, el rol social que históricamente han desempeñado las mujeres, y eso las coloca en un grado de sometimiento en donde terminan siendo oprimidas.
En estos últimos meses han confeccionado tapabocas para repartir en barrios y ollas populares. ¿Han impulsado otro tipo de iniciativas solidarias?
Sí. Nosotras tenemos dos patas como sindicato: una, obviamente, es defender los derechos de las trabajadoras y los trabajadores, y otra tiene que ver con un aspecto social. Dentro de ese aspecto social, empoderamos muchísimo desde nuestra casa sindical. Entonces, cuando empezó la pandemia, lo primero que se nos ocurrió fue producir tapabocas solidarios para repartir a las vecinas y los vecinos, así como en alguna olla popular o algún merendero que lo estuviera necesitando. Lo hacíamos con insumos que nos habían quedado de cuando dábamos clases en las cárceles. En menor medida, eso lo seguimos haciendo. Otra cosa que se nos ocurrió es hacer muñecas y muñecos en tela para regalarles a las niñas y los niños en el Día del Niño y para el Día de Reyes, siempre para algún centro determinado. Este año lo vamos a hacer de nuevo para el Día del Niño, en alguna otra institución en la que estos niños puedan recibir juguetes hechos por una trabajadora de la vestimenta. Es muy especial, porque entendemos que es también una forma de contribuir desde nuestro oficio en este momento de crisis impresionante que tenemos. Asimismo, por ejemplo, en junio vamos a estar desarrollando cursos de capacitación en la casa del SUA, en forma solidaria, para los compañeros del colectivo Ni Todo Está Perdido y para algunas ollas y merenderos puntuales. La idea es enseñarles cómo desarrollar el oficio, cómo hacer una prenda y cómo también, además, hacer esta prenda en forma de producción, para que esos compañeros, el día de mañana, puedan también trabajar de esto. Nos parece que es re importante para el desarrollo, sobre todo de las mujeres, aprender un oficio. Generás esa cuestión de poder decir “aquí estamos, sabemos hacer algo y lo que queremos es trabajo; no queremos estar más en un merendero o en una olla, queremos tener una vida digna”. Eso también permite las transformaciones profundas que queremos como sociedad. Así que en los próximos seis meses vamos a estar dedicadas a esa cuestión.
Uno de los objetivos de las muñecas y los muñecos de trapo era también concientizar sobre la violencia de género. ¿Cómo asume el compromiso el sindicato y cómo se vincula la temática con las trabajadoras?
Entendemos que la lucha por la igualdad y contra la violencia de género tiene que pasar por la educación institucional, pero también por la que reciben las niñas y los niños en la casa. Nos pareció que un muñeco era muy significativo en esto de que atender y cuidar a otro no es una tarea sólo de las mujeres. El niño también debe saber jugar con una muñeca o un muñeco, debe ponerle atención a este juguete, y este juguete también debe significar cosas para él.
Otro proyecto que se construyó en manos de las trabajadoras del SUA fue el de las balconeras feministas que regaló el Municipio B en Montevideo de cara al 8 de marzo, que se convirtieron en protagonistas de las fachadas hasta el día de hoy. ¿Cómo fue participar de esta iniciativa?
Fue una iniciativa que nos dio muchísima alegría, porque para nosotras ver esa balconera en cada ventana significa que allí hay una casa que es feminista y que tiene un producto elaborado por manos de mujeres. Entonces fue muy significativo en nuestra lucha, que entendemos que es de clase y feminista. Es imposible, desde un sindicato, no ser en primer lugar clasista, por el propio sistema en el que vivimos y por la lucha cotidiana de lo que significa para nosotras la pelea por una sociedad mejor. Pero no dejamos de ser un sindicato clasista feminista, ya que buscamos la emancipación; y la cultura patriarcal, dentro de la hegemonía dominante, utiliza muchísimos elementos desestabilizadores del propio individuo que son vinculantes a lo colectivo. El patriarcado es un elemento dentro del capitalismo que es muy jodido para el conjunto de las mujeres. Cuando hablamos de feminismo clasista es porque también, inevitablemente, tenemos que hacer una diferencia. Nosotras vivimos vinculadas al trabajo, y cuando tú peleas por tener ese trabajo y ese salario dignos, también peleas con mujeres, porque el capitalismo se divide en clases. Entonces, decimos que somos un sindicato de mujeres clasista y feminista. Es una pelea conjunta, pero hay que saber identificar bien cuáles son las peleas y quiénes somos los protagonistas de las peleas, para que se pueda llegar a esa verdadera transformación de la sociedad.
¿Se sienten representadas por los feminismos que hay en Uruguay?
Cuando hablamos de feminismo, hablamos en definitiva de igualdad de oportunidades, con todo lo que eso implica y en todos sus términos, entre mujeres y hombres. Todo feminismo que apueste en ese sentido nos representa.
“Queremos enseñar el oficio para que las mujeres sepan hacer cosas con las que se puedan desenvolver y no tengan que padecer esa dependencia económica que te termina poniendo en un grado de sumisión”.
Un informe presentado en marzo por ONU Mujeres y el Instituto Nacional de las Mujeres sobre las mujeres en los puestos de decisión reveló que, pese a los avances de los últimos años, el ámbito sindical sigue siendo un ámbito masculinizado. Entre otras cosas, muestra que las mujeres siguen siendo minoría tanto en los directorios de los sindicatos como en los puestos de poder de la central sindical. ¿Cómo evaluás este panorama?
Las mujeres seguimos siendo minoría, a pesar de que ha habido un gran avance desde el último congreso del PIT-CNT para que las compañeras ocupen determinados lugares, sobre todo en nuestra central. ¿Por qué no hay mujeres? Porque estamos hablando de que vivimos en un sistema patriarcal donde las compañeras no tienen ni el tiempo ni la posibilidad de estar en determinados ámbitos, debido a la tarea y a ese rol social de cuidadoras que les asignó la sociedad. Acá hay un problema cultural, de educación. Todas las compañeras deberíamos estar en los roles que queramos o desde los que nosotras podamos aportar para el desarrollo de los objetivos que tenemos entre todos. El tema de los lugares de poder de las mujeres es muy complejo. Los hombres son más y nosotras somos menos, y somos menos porque tenemos un millón de tareas, no sólo la de dirigir: también tenemos que llegar a casa, cuidar a los niños, cocinar, lavar, ver los deberes de las criaturas. Hay un millón de cosas para ver a las que los hombres, en este sistema, no les ponen cabeza, entonces ellos siempre van a estar ahí primero. Esto lo vas a transformar con educación, con mucha rebeldía y con las posibilidades que te dé el sistema para que vos puedas salir adelante, también desarrollarte de manera integral y tener las posibilidades de ser independiente desde el punto de vista económico. Nosotras ponemos muchísimo énfasis en esto, por eso queremos enseñar el oficio, para que las mujeres sepan hacer cosas con las que se puedan desenvolver y no tengan que padecer esa dependencia económica que te termina poniendo en un grado de sumisión.
¿Cuáles son los principales reclamos al Estado para este 1º de mayo?
El primer reclamo es la generación de trabajo digno para el conjunto de las uruguayas y los uruguayos. El segundo tiene que ver con el papel del Estado en la responsabilidad que tiene con las miles de personas que están en una olla popular intentando comer, porque lamentablemente hay hambre. La consigna del PIT-CNT de este 1º de mayo, que es “Primero la vida, primero el trabajo”, habla mucho de esto. Primero la vida, porque se nos está muriendo un montón de gente ante un sistema de salud que está prácticamente desbordado y en un contexto en el que no encontramos una respuesta frente a esto de que o trabajas o te quedas en tu casa, pero si no trabajas, no comes. Pero “primero la vida” no sólo alude a la situación de crisis sanitaria, también significa la vida digna a la que apelamos las trabajadoras y los trabajadores en este país, para el pueblo en su conjunto. El Estado tiene una enorme responsabilidad en que tengamos las condiciones necesarias para sostener esta vida en circunstancias dignas. Para eso es importante el trabajo, es como la columna vertebral de la sociedad y es lo que te dignifica. Si no tienes trabajo y tienes un sistema de salud horrible, y encima el Estado no genera una renta básica para aquella cantidad de personas que realmente la están sufriendo, con unos pocos pesos que son tres migajas que le dan a una madre que no tiene trabajo y tiene tres hijos, ¿de qué estamos hablando?