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Camila Minerva Rodríguez.

Foto: Junior Reynoso

Camila Minerva Rodríguez, nieta de Minerva Mirabal: “No se ha cumplido con la lucha de las hermanas Mirabal, aunque las pongan en billetes y en estatuas”

8 minutos de lectura
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Las Bravas | La nieta de la activista dominicana –asesinada el 25 de noviembre de 1960 junto a sus hermanas María Teresa y Patria– habló sobre la figura de su abuela, la lucha política y democrática de las Mirabal y las cartas de amor entre sus abuelos.

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Camila Minerva Rodríguez es la hija de Minerva Tavárez Mirabal (conocida como Minou) y Doroteo Rodríguez Iriarte. Las venas abiertas de América Latina la tienen a ella, sangre de su sangre, con orgullo y rebeldía, con intimidad e historias que la desvelaron y le acurrucaron el sueño, que la despiertan y que la ponen como la revolución de las nietas que ponen su historia para multiplicar las historias feministas, anticorrupción y ambientalistas. Ella es la nieta de Minerva Mirabal y, cada 25 de noviembre, cuando se celebra el día de la no violencia hacia las mujeres, se toma la fecha en homenaje a su abuela (Minerva) y a sus tías (Patria y María Teresa), conocidas como las mariposas Mirabal –que fueron asesinadas, en 1960, por la dictadura de Rafael Trujillo–. “Soy revolucionaria de sangre”, define Camila.

Su ADN es parte de la historia de América Latina. Su abuela Minerva nació en Ojo de Agua y se puso en el centro de la tormenta cuando compartió una fiesta con Trujillo y él la acosó con un poder que no conocía límites, y ella lo rechazó y le pidió que terminara el lawfare (persecución judicial) contra Pericles Franco, uno de los fundadores del Partido Socialista Popular. Su bisabuelo, Enrique, fue detenido varias veces y se murió en 1953. Minerva, Patria y María Teresa fueron encarceladas, violadas, torturadas y asesinadas el 25 de noviembre de 1960, cuando venían de visitar a sus esposos en la cárcel. La dictadura quiso que pareciera un accidente. Pero el triple femicidio se convirtió en un emblema de lucha. En 1981, en el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en Bogotá, Colombia, decidieron que cada 25 de noviembre se celebrara el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y la agenda se internacionalizó el 17 de diciembre de 1999, cuando la ONU decretó la fecha internacional del 25N como un hito violeta para frenar la violencia de género.

Camila es la nieta de Minerva y de Manuel Manolo Tavárez Justo, que fue presidente de la Agrupación 14 de Junio (en la que las hermanas ya eran conocidas como Las Mariposas), creada en 1959, que buscó unificar todos los movimientos en contra de la dictadura de Trujillo (que duró de 1930 a 1961), una de las más sangrientas y emblemáticas de América Latina. Camila tuvo tres abuelos en la lucha contra la dictadura. Su abuelo paterno, José Horacio Rodríguez, fue comandante de la gesta de Constanza, que llevó a cabo entre el 14 y el 19 de junio de 1959 el movimiento de liberación dominicano integrado por exiliados que trataron de derrocar a la dictadura. El objetivo era producir adhesión en la población igual que en Cuba, pero los estaban esperando, el objetivo fracasó y él fue asesinado.

Manolo y Minerva no conocían a José, pero fundaron el movimiento en su honor. Trujillo encarceló a Minerva y a Manolo y, después, la liberó para mandarla matar. Los principales problemas de Trujillo eran la iglesia y las Hermanas Mirabal. El 25 de noviembre de 1960, asesinaron a Minerva, Patria y María Teresa y a Rufino de la Cruz, que conducía el auto en el que iban. Las colocaron en un jeep y lo tiraron en un barranco. “Ese crimen es considerado el principio del fin o la gota que rebalsó el vaso”, explica Camila. Trujillo fue asesinado el 30 de mayo de 1961. El único juicio en un país sin juicios por las violaciones a los derechos humanos fue el crimen a las hermanas Mirabal. “Hubo continuación de la dictadura, no hubo justicia transicional y apenas algún ejercicio de memoria”, enumera Camila. Y enmarca: “La mala suerte de Republica Dominicana fue siempre estar demasiado cerca de Estados Unidos”.

¿Por qué el impacto de las hermanas Mirabal es tan grande? Qué te produce ser parte de esa genealogía familiar?

Las hermanas Mirabal se han vuelto un ícono feminista a nivel global y de América Latina como imágenes de mujeres luchadoras que fueron asesinadas. Para la familia y para mí es un orgullo. Es un honor que se haga ese reconocimiento y que se decida honrar el 25 de noviembre, pero no deja de ser una minimización de la parte política de su lucha.

¿Por qué creés que se disminuye su lucha política?

Ellas son una figura política. Hoy se enamorarían del movimiento feminista, pero son referentes de la lucha democrática y, en la medida en que no hay revisión crítica de la dictadura y de las fuerzas armadas, del sistema político que no hizo cambios, si sigue la idea del perdón y de la impunidad, no podemos hablar de una democracia real si contiene un pacto de impunidad. No se ha cumplido la lucha de las hermanas Mirabal, aunque las pongan en los billetes y las estatuas en República Dominicana. Tenemos una deuda con las hermanas Mirabal, más allá de la violencia de género. Creer que su figura se reduce a la violencia de género es minimizar su lucha democrática, que fue marcada por la dictadura y tuvo un peso particular para las mujeres.

¿Cuál es la lucha de Las Mariposas que se esconde o queda solapada?

Ellas tuvieron una lucha democrática que es poco reconocida, y es importante reconocer esa violencia. Hoy vende hablar de algunas cosas. Hasta los trujillistas no tienen inconveniente en decir “matar mujeres es malo”, pero ¿cuál es el rol que tuvo la dictadura en ese asesinato y cuál es el rol de las fuerzas armadas?

¿Hay que repolitizar a las Mirabal?

Tienen que ser consideradas cuando pensamos su pasado político y su lucha por la reforma agraria y la democracia.

¿Vos cuestionás que las imágenes de Las Mariposas se conviertan en un feminismo edulcorado?

El feminismo quiere transformar la sociedad, no sólo la situación de las mujeres. Se quiere minimizar o desacreditar la lucha de las Mirabal diciendo que son sólo cosas de mujeres. El feminismo tiene que ser democrático y acompañar luchas sociales como la reforma agraria, pero hay una tokenización de los temas de género [token quiere decir símbolo en inglés y consiste en hacer pequeñas concesiones a grupos minoritarios para evitar acusaciones de prejuicio y discriminación] que excusa de machismo si se deja ingresar a una mujer a la Academia de Historia o de racismo si se votó por Barack Obama.

¿Cuál es el peligro de la tokenización del discurso feminista?

Si queremos hablar de las causas de la violencia estructural y de programas transformadores no se puede, pero de violencia de género sí. Las hermanas Mirabal deben ser una invitación para recordar que la violencia de género se mezcla con las violencias políticas y estructurales, y a no permitir que se vacíen de contenido.

Camila nació hace 31 años en República Dominicana y regala una forma de hablar que muestra una lengua universal en la que recorrió la Patagonia argentina para confirmar su amor con Iván, en la que cruzó a Haití y Cuba para ayudar y trabajar y mezclar los acentos como los pasos de baile en donde la tierra se hace mar y la poesía de la bocanada de aire propio se comparte para que la claridad no sea lo único que le da entidad a cada palabra. Ella no se define en una palabra. Es muchas y parte de esas muchedumbres que la habitan la hacen activista, política y ambientalista. “Soy de la gente que está en más cosas de las que debería”, se define, para que la multiplicidad de pasiones no se desbanden y tampoco la aten. Ella busca un amor que viaje (aunque no en moto, que le da miedo) y que la impulse, que contente sus dolores y que aliente sus pasiones, que le dé fruta y cereales, dulce y salado, que la elija a ella pero que no la haga elegir entre el amor y sus pasiones.

Si la definen la limitan, según sus propias palabras. Estudió Ciencias Sociales en República Dominicana. Se especializó en política ambiental y de riesgos. Colaboró en el departamento humanitario de la organización no gubernamental Oxfam en proyectos en Cuba, Haití y República Dominicana. Actualmente trabaja en el Ministerio de Ambiente dominicano en negociaciones sobre cómo hacer frente a las pérdidas por el cambio climático. Además, es militante del partido (al que define de vena progresista y feminista) Opción Democrática, que se creó en 2014 y consiguió reconocimiento en 2022.

¿Cómo fue crecer en esa familia con tanto peso político?

No sé cómo habría sido crecer sin eso. Es un orgullo muy grande. Mis abuelos y mi mamá han sido un gran ejemplo e inspiración. Yo no sería quien soy sin su convicción de lucha, y me debo a esa historia por tener una mejor República Dominicana. La dictadura me quitó a tres de mis cuatro abuelos, y pienso mis decisiones con la pregunta: “¿Qué pensarían Minerva y Manolo?”.

¿Te pesó en algún momento?

En algún momento de la adolescencia lo sentí como una carga y dije: “No soy feminista, soy humanista”. Crecí sintiendo a mi mamá, a mi papá, a mis tíos pensar y repensar la historia, y recuerdo la sensación de “¡qué necesidad!, ya no estamos en dictadura”. Me llevó mucho tiempo entender que hay heridas que siguen sangrando y llagas que no cierran, y lo actual que es esa historia y la relevancia que tiene. Tuve una etapa, bien adolescente, a los 15, de rechazo a mi mamá, de sentir que era una carga ser la nieta de Minerva, que se convirtió en una figura intachable, casi mítica, de Dominicana. Hay gente con la cara tatuada de mi abuela y yo no la conocí.

¿Qué conocías vos de tu abuela, a quien no pudiste conocer?

Yo conocía la Minerva que se graduó, la que estaba en la cárcel, la que fue torturada frente a su esposo y que no dio los nombres de las personas que estaban en su núcleo revolucionario, la que pintaba, la que bordaba (por suerte no cantaba, ja ja), la que era una de las mujeres más bellas de su época y era imposible ser más, y si bien estaba la idea de superación, yo sentía una cosa irreal. La dictadura me quitó a mi abuela dos veces: la real y la imaginaria.

¿Qué te acercó a tu abuela?

Adela Mirabal Reyes, conocida como Dedé Mirabal, mi tía y sobreviviente del asesinato de las hermanas Mirabal, adoptó y crio a nueve hijos como si fueran de ella. Para mí era mi abuela. Ella sobrevivió para contar la historia. Y una noche que estábamos con Mamá Dedé ella sabía que no me gustaba que me mandaran a dormir y me empezó a contar historias de Minerva: que ella compartía cama y que cuando mi abuela era niña se estaba encaramando de un árbol y no quería llorar porque no quería que le reclamaran que se había subido a un árbol; cuando recitaba poemas; cuando caminaban al pueblo. Me cuenta no la historia de la líder revolucionaria, ni la que estudió derecho, sino de su hermana, de su amiga, de la adolescente que le daban rabietas y que no le gustaba comer algunas cosas. Fue la primera vez que me hablaron de mi abuela como la persona de carne y hueso que era un ser vivo y no un fantasma inalcanzable de coraje, pureza, valentía y entrega. Eso marcó un cambio importante para mí, y ser su nieta dejó de ser una carga. Yo siempre voy a estar comparada e inexorablemente vinculada a ella. Es una invitación a recordar que ese sacrificio por un ideal de justicia, desarrollo e igualdad es un norte de a dónde queremos ir.

¿Qué decían las cartas de amor entre tus abuelos?

El intercambio de cartas me pone la piel de gallina, yo le escribiría eso a Iván. Me gusta cuando ella dice: “Yo ya te escribí dos cartas y tú no me has respondido ninguna”. Y él le responde: “Pero yo te escribí una carta de dos páginas”. Ese reclamo de cariño que sigue siendo como se han hablado los amantes la vida entera. Ellos estuvieron en la cárcel al mismo tiempo y él negoció una celda para poder ver cuando sacaban a las mujeres por un agujerito, y le escribía cartas en el papel de un cigarrillo que Minerva se escondía en la ropa interior, a pesar de que él le decía que las destruyera. Ella quería casarse y tener una oficina con él. Esa imagen es de mis favoritas. Y también que ella escondía que le llevaba cinco años. Conservamos las cartas porque ella las escondía en diferentes ropas y mi mamá las encontró en una cartera. Por eso publicamos Mañana te escribiré otra vez, que es el libro de recopilación de cartas, desde el noviazgo hasta la cárcel. Por suerte, ella le reclamaba que él le escribiera más largo y gracias a eso tenemos escrita parte de su historia.

Las Bravas es un espacio de la diaria Feminismos que busca amplificar las voces y experiencias de mujeres feministas que están cambiando la historia en América Latina. Está a cargo de Luciana Peker, periodista argentina especializada en género y autora de Sexteame: amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), La revolución de las hijas (2019) y Putita golosa, por un feminismo del goce (2018), entre otros libros.

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