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Ilustración: Erika Báez

Músicas uruguayas del folclore: un camino con trabas, exigencias, invisibilización, abuso de poder y discriminación

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La maternidad es una de las mayores limitantes para las mujeres que quieren dedicarse profesionalmente al folclore.

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Tras dialogar con músicas de folclore de diversos departamentos y edades, así como con colectivos de la música enfocados en promover la equidad de género en este sector –Más Músicas y Mujeres y Disidencias en la Música Uruguaya (Mydmus)–, queda en evidencia la invisibilización y la falta de oportunidades que viven las mujeres en la escena musical folclórica uruguaya. A la vez, sus relatos revelan que las músicas mujeres son sometidas a mayores exigencias respecto de los varones en cuanto a la vestimenta y la calidad vocal, y la maternidad es la mayor limitante.

Por otra parte, existe una ausencia de información acerca de las personas que se declaran públicamente con identidades de género disidentes en este sector, mientras que en otros géneros musicales hay disidencias y han tenido la oportunidad de participar en los ciclos de espectáculos organizados por Mydmus y desarrollados en el teatro Solís en 2022 y 2023. También en el ciclo Marea, de mujeres y disidencias de la música y el audiovisual, que se realizó en la sala Zitarrosa en 2021, 2022 y 2023.

Según el análisis de la Encuesta Continua de Hogares (2015-2018) realizado por el colectivo uruguayo Más Músicas en su investigación Equidad sonora, publicada en 2020, “los varones representan 61,3% del total de las personas ocupadas en trabajos artísticos”, cifra que asciende a 73,5% en el caso de los músicos. Si bien es uno de los sectores que concentra la mayor cantidad de personas empleadas en relación con otras áreas del arte, es el más masculinizado.

En los últimos años, un sinfín de mujeres lograron actuar en los escenarios más conocidos del folclore, acceder a los medios de comunicación, lanzar canciones, discos y recibir reconocimientos. Para Anita Valiente, cantante montevideana de 32 años que se dedica de forma exclusiva a esta profesión, encontrar un lugar en la música implica mucho trabajo y esfuerzo, por eso continúa “remándola”, trata de estar presente y de seguir grabando. Por otra parte, Natalia Tejera, cantante montevideana de 29 años, ganadora del concurso Guitarra Negra 2020 en la categoría Grupos, contó que se ha “desmotivado varias veces” al intentar grabar o buscar lugares para tocar, porque “no te habilitan los espacios”.

Según mencionó Diego Sosa, payador de Cerro Largo de 39 años, durante la pandemia las redes sociales ayudaron a que las músicas se visibilizaran. En cambio, en su momento, a las históricas Mercedes Sosa y Amalia de la Vega les costó más “ser difundidas en los medios y actuar en un festival” al no tener un “padrino”. Guadalupe Romero, cantante y compositora de 29 años, oriunda de Canelones, explicó que los padrinos “empujan a que la comisión organizadora de los festivales confíe en lo que hacés”, aunque “cuesta ganarse un lugar y que crean en vos”.

¿Apoyo y/o resistencia?

“Hay gente que pelea para que tengas un espacio” y otra que se “la nota molesta” porque las mujeres ocupen lugares, afirmó Maine Hermo, cantautora montevideana de 38 años y profesora de Literatura. No significa que “odien a las mujeres”, sino que “la postura machista está muy incorporada” y evalúan “cuánto saben de música y si pueden opinar o no”, explicó Sandra Costabel, música coloniense de 54 años.

Lucía Aramburu, cantora y profesora de música floridense de 25 años, mencionó que compartió con músicos referentes del folclore y se siente apoyada, pero no sabe si es por ser joven o por ser mujer. En el mismo sentido, Valiente, La Uruguayita, destacó que tuvo “suerte” porque desde su primer escenario los referentes del género le brindaron un espacio en su show para darse a conocer. Sin embargo, resaltó que las mujeres tienen que “pagar un derecho de piso”.

Por otra parte, Alejandro Silvera, cantor de Treinta y Tres de 38 años e integrante del dúo musical olimareño Copla Alta, mencionó que el intercambio que generan con otros músicos es por “cercanía y afinidad musical”. Además, agregó que han grabado canciones y compartido escenario con varias músicas; consideran que es “absolutamente normal” y “no una cuestión forzada”.

Abuso de poder y discriminación

Patricia Robaina, música de Cerro Largo, comentó que “el ambiente de los productores es jodido y el acoso también”, y si bien ha cambiado, ahora conversan “en voz alta” entre las músicas sobre sus vivencias y la elección de trabajar sólo con mujeres. En su caso, cuando era adolescente, le pasó que el dueño de cierto bar la contrataba porque “quería otras cosas” con ella y, si no accedía, no la contrataba.

Por otra parte, dijo que se siente “muy discriminada por ser del interior del país”. “Siento que a veces hay medios nacionales que les dan vida a compañeros que son de la frontera, pero a las mujeres nacidas allí no, y me parece que no es casualidad”, apuntó. Además, contó que llegó a sentir que no pertenece al ámbito o que “minimizan o ningunean” su trabajo. “Me costó mucho tiempo darme cuenta de que era una trabajadora de esto porque, cada vez que hacía cosas, mi trabajo no aparecía”, aseguró.

Piedras en el camino

Las músicas mujeres tienen mayores exigencias que los varones en relación con la vestimenta, sobre todo cuando no suelen utilizar el atuendo tradicional gauchesco, y a la calidad vocal, al querer interpretar canciones de músicos varones con trayectoria en el folclore. “Esto no sé si da para tu voz”, le comentaron a Alejandra Recoba, cantante y diseñadora gráfica olimareña de 28 años, cuando quiso cantar una canción de El Sabalero, y si bien antes se desmotivaba, hoy lo ve como un desafío. Por su parte, Romero comentó que algunas gurisas tienden a “masculinizarse” al cambiar su registro de voz por uno más grave para “venderse en los festivales”.

La mayoría de las músicas coinciden en que la estética de las mujeres es muy observada, lo que despierta inseguridades sobre su cuerpo o forma de vestir. Valiente dijo que durante cinco años de su carrera usó la vestimenta propia del gaucho –camisa, chaqueta, rastra y bombacha–, pero cuando decidió elegir su propio outfit fue criticada: “se olvidó de las raíces”, “le da vergüenza vestirse como gaucho”, señaló que le decían. En tanto, Romero contó que si bien “chocaba” cuando se ponía tacos altos o una minifalda para ir a un festival, le gusta “mostrar esa parte más provocativa” y a la vez demostrar que puede cantar una canción de Alfredo Zitarrosa “con todo el sentimiento”.

En el caso de Patricia Robaina, cantautora y guitarrista de Cerro Largo de 39 años, solía vestirse con vestidos cortos, pero luego decidió usar polleras largas o ropa grande porque “era una manera de protegerme, de estar más cómoda en lugares en los que estaba acompañada de varones”, aseguró. A Lucía Chappe, cantante floridense de 22 años, siempre le gustó usar alpargatas, bombacha y en ocasiones boina, pero cree que “se mira mucho la estética de la mujer y la del hombre no” y que “se tiene en cuenta si sos linda físicamente” porque “es lo que vende”.

Uno de los indicadores de la segregación horizontal en la música son los instrumentos que utilizan y, en consecuencia, sus roles en los grupos musicales, plantea el estudio Equidad sonora. El 66% de quienes contestaron el formulario del Primer Encuentro de Mujeres y Disidencias de la Música Uruguaya toca uno o dos instrumentos, 29,6% entre tres y seis, y 4,4% más de seis. La voz es el principal instrumento y el segundo la guitarra. Históricamente se asocia a las mujeres con el canto y, según aseguró Costabel, “faltan mujeres instrumentistas”, pero no porque no haya, sino que “no se visibilizan tanto”.

“Era difícil integrar a una mujer en un grupo musical hace 30 o 40 años” porque “era mal visto ser música”, sostuvo César Amarrillo Puñales, de 60 años, integrante de la comisión organizadora del Festival del Olimar en Treinta y Tres y cantante del grupo olimareño Cerno. Actualmente en la composición de los grupos musicales predominan instrumentistas varones, salvo alguna excepción como la banda de cumbia Kumbiaracha o la de rock Niña Lobo, que están integradas únicamente por mujeres y tocan diversos instrumentos.

Además, Puñales dijo que entre los pocos instrumentos que podían tocar las mujeres estaban el piano, el violín y el acordeón, pero “nunca la guitarra”, porque era “un instrumento de varón”. Hermo aseguró que no le fue fácil pedir una guitarra y que en el folclore se tiende a “conservar valores tradicionales y el machismo es uno de ellos”. Sin embargo, en este género hay cada vez más músicas que cantan y a la vez tocan uno o más instrumentos, como por ejemplo la guitarra y el bombo legüero.

Por otro lado, “la maternidad representa una limitación por el tiempo que insume [ensayos, shows nocturnos y giras musicales] y por la falta de protección social en el caso de las mujeres músicas”, asegura la investigación Equidad sonora, y dice que la paternidad no obstruye el progreso musical de los varones. El 30,5% de las personas que completaron el formulario convive con sus hijas e hijos y 1,4% con personas en situación de dependencia: dedican tiempo a las tareas de cuidados y domésticas y a “otros empleos más rentables”, dada la remuneración escasa que perciben en la música.

“Hay que remar siendo madre” en el mercado del arte, y más si pertenecés a una clase social pobre o media, ya que grabar un videoclip, por ejemplo, implica un costo económico alto, expresó Robaina, que fue madre soltera y durante algunos años no tuvo el apoyo de la figura paterna. Además, contó que en el jardín de infantes le han preguntado “¿con quién dejás a tu hija cuando te vas de gira?”, algo que, según considera, no se les cuestiona a los varones.

A través de los medios

El acceso a los medios de comunicación es una dificultad que enfrentan músicas y músicos, y para quienes son del interior es más complejo llegar a los de Montevideo. “Al principio se me hizo un poco difícil, pero no defino si fue por ser del interior o por ser mujer”, expresó Aramburu. Sin embargo, destacó que se le “abrieron las puertas” cuando participó en la Criolla del Prado, en Montevideo, y del programa de televisión Got Talent en 2020. En ese sentido, en la capital hay más oportunidades de visibilización, mediante la radio, la televisión o la prensa escrita.

En 2018 Valiente fue la cuarta mujer en 45 años en recibir el Charrúa de Oro y, según contó, a partir de ese momento obtuvo visibilidad en la prensa capitalina y “fue mucho más fácil llegar a los medios del interior”. Si bien hoy tiene “la suerte” de que la llamen para participar en programas de radio o televisión, en sus inicios golpeó “puertas a más no poder” hasta que entendió el funcionamiento: contactar a la producción y no esperar a que te llamen. No obstante, mencionó que hay artistas del interior que envían su material a alguna radio o canal de Montevideo y queda en un “bueno, suerte”.

Diana Ramundey, cantante y compositora montevideana de 38 años, trabajó diez años en televisión y, si bien conoce a mucha gente, aseguró que cuesta que “te den el OK”. Sin embargo, cree que la radio y la prensa escrita son más accesibles, tanto en Montevideo como en el interior, ya que la televisión “es show y te llaman o no porque te necesitan para transmitir algo”. En la misma línea, Braulio López, músico de 81 años y exintegrante de Los Olimareños, sostuvo que los medios actuales no son justos al momento de difundir, ya que tienen “un interés económico detrás”.

“Cuando era joven, si bien tenía trayectoria, no tenía difusión, y esto es lo que les falta a las mujeres”, afirmó en tanto Cristina Alonso, cantante de folclore de San José de 64 años y organizadora de eventos musicales.

Desde diciembre de 2014 está vigente la Ley de Medios, que regula la prestación de servicios de radio, televisión y otros servicios de comunicación audiovisual. En el artículo 49 de la reglamentación de 2019 se establece que “los servicios de radiodifusión de radio abierta [FM y AM], los servicios abonados en sus señales radiales propias [por ejemplo la proveedora de televisión DirectTV], y las señales de radio establecidas en Uruguay”, deben transmitir en su programación musical al menos 30% de música nacional, que incluya a autores, compositores o intérpretes de nacionalidad uruguaya (natural o legal) de los diversos géneros musicales.

“¿Cómo se está aplicando? ¿Quién la está controlando? Realmente es un desastre”, cuestionó Pamela Román, gestora cultural e integrante de Mydmus, acerca de la ley. Además, aseguró que, al escuchar la música emitida por las radios, observa que algunas reproducen la misma playlist: “Ni siquiera son las mismas bandas; son los mismos temas”. En relación con esto, el músico rochense Carlos Malo, de 39 años, dijo que han luchado por los derechos de autor y de difusión de la música uruguaya, y, si bien hay una ley instalada, “no se respeta nada”.

Este artículo surge de un trabajo final de grado de Periodismo de la Facultad de Información y Comunicación.

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