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Foto: gentileza María Josefa Macz.

María Josefa Macz, vicepresidenta del Comité de Unidad Campesina de Guatemala: “Estamos en la calle exigiendo que se respete la decisión del pueblo”

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Las Bravas| Con la líder campesina guatemalteca, sobre su historia familiar, marcada por el conflicto armado desde antes de que naciera, y la lucha actual en defensa de la democracia en su país.

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La democracia ya no es democracia. Se vota, sí. Pero se puede votar y que el presidente –votado– derogue garantías democráticas básicas (el Poder Judicial) por un régimen de excepción, como en El Salvador. O el derecho a la protesta (de reunirse más de tres personas sin consulta al Poder Legislativo), como en Argentina. Se puede votar y que el Poder Legislativo voltee presidentes y ponga presidentas –porque el pinkwashing ya es un escándalo– sin que sean votados, como en Perú. Se puede votar y que haya golpes de Estado, como en Bolivia. Se puede votar y que haya presas políticas, ciudadanas desterradas y estudiantes torturados y perseguidos, como en Nicaragua. Se puede votar y que el presidente electo no pueda asumir como presidente, como en Guatemala.

La democracia ya no es democracia en la era de las democracias fake latinoamericanas. Pero el caso de Guatemala responde al lugar común de decir que se puede pasar de Guatemala a Guatepeor. Es peor. Votar y que te digan que si el candidato no gusta, no responde a intereses económicos, no es el plan que quieren los que deciden qué tiene que querer la ciudadanía a través del voto. El intento de anulación de la votación al Movimiento Semilla, en Guatemala, es un signo más de alarma del deterioro de democracias de baja intensidad en América Latina. Pero es un riesgo que debería tener más entidad porque denigra, directamente, el poder de decisión del voto popular.

El 14 de enero de 2024, Bernardo Arévalo, presidente electo (el 20 de agosto de 2023), debería asumir el gobierno y Karin Herrera la vicepresidencia. Todavía no se sabe si va a poder o si el poder en las sombras va a asumir que no es una democracia la democracia guatemalteca. Arévalo denunció: “Estamos ante un golpe de Estado absurdo, ridículo y perverso contra Guatemala”.

La letra chica del golpe viene del Ministerio Público Fiscal. El jefe de la Fiscalía Especial Contra la Impunidad, Rafael Curruchiche, mandó una orden para anular las elecciones por boletas tachadas, falta de firmas y otras justificaciones burocráticas. Sin embargo, la presidenta del Tribunal Supremo Electoral, Blanca Alfaro, sostuvo que los resultados electorales están “validados, oficializados y son inalterables”, en relación al presidente, pero también a las diputadas, diputados y otros cargos municipales y centroamericanos.

El presidente español, Pedro Sánchez, expresó el 8 de diciembre en X: “Quiero mostrar mi más absoluto rechazo a la actuación del Ministerio Público de Guatemala que atenta contra la democracia y la voluntad de la ciudadanía expresada en las urnas. Mi respaldo al presidente electo, Bernardo Arévalo”.

En Guatemala, la democracia no se defiende en X, sino en la calle, con una protesta instalada para reclamar por el cumplimiento del mandato popular. Hay cantos y carteles y una mayoría de mujeres mayas que no son escuchadas y que hablan en lenguas que no son traducidas, que no tienen voz y ahora también tambalea su voto.

María Josefa Macz es la vicepresidenta del Comité de Unidad Campesina (CUC). Se para sobre sus tacos, apenas por arriba del piso, pero que resaltan su posición erguida, su forma de hablar sin miedo, sus manos que tienen de la mano su dulzura firme, su liderazgo que no puede (ni debe) ser aplanado. “Seguimos en la resistencia frente al Ministerio Público para seguir demostrando la inconformidad del pueblo”, define.

La protesta de la 79 (por la séptima avenida y la novena calle) de la capital guatemalteca pide la dimisión de Curruchiche y de Consuelo Porras al cargo de fiscal general del Ministerio Público. El 14 de setiembre, Arévalo presentó un amparo y gritó: “¡renuncia, Consuelo!”. Pero el lawfare preventivo antes de asumir o para que no asuma un gobierno votado por el pueblo no frenó.

“Lo que se prevé es que, finalmente, el Congreso tendría que decir qué hacer o podría elegir un presidente suplente mientras se dé todo el proceso. No hay una clara visión de que el presidente electo y los congresistas electos puedan tomar posesión en estos días, puede pasar cualquier situación y también el problema puede ser que no haya dinero para que el presidente electo pueda disponer el funcionamiento del gobierno”, dice la vicepresidenta del CUC.

María Josefa Macz tiene 41 años y pertenece al pueblo maya q'eqchi'. Es una mujer indígena y campesina, pero también se define como una campesina sin tierra. Su papá, José Víctor Sunuc Borof, era kakchiquel y su mamá, Dolores Macz, q'eqchi'. Su mamá era de Occidente. Ella vive en un territorio poqomchí. Tuvo que huir de su tierra el 5 de diciembre de 1981 cuando el Ejército secuestró a su papá, en la comunidad Choatalum, de Jilotepeque, del departamento Chimaltenango. Lo secuestró a él y a ella le quitó su identidad. Josefa no lleva el apellido de su papá porque él fue secuestrado antes de que ella naciera. Le llevaron al padre y a la forma de nombrarse. La desheredaron, incluso, de apellido. La marcaron con la huella indeleble del silencio ante el que ella se rebela. Su marca es traspasar el miedo y subir sus pies hasta la valentía del habla.

Durante 36 años (desde el 13 de noviembre de 1960 hasta el 29 de diciembre de 1996), en Guatemala hubo una guerra con 200.000 personas muertas y desaparecidas, según la Comisión de la Verdad. En ese año, el gobierno y cuatro facciones guerrilleras reunidas en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca firmaron la paz.

Josefa nació en marzo de 1982. A su papá lo secuestraron tres meses antes de que ella naciera. No sólo no conoció a su papá, tampoco su historia. Su mamá murió hace nueve años, de cáncer. “Hay muchas mujeres que han vivido durante el conflicto armado que han tenido cáncer”, enmarca.

Dolores trabajaba en oficios domésticos; en arreglar objetos o ropa usada que le regalaban sus patrones, enmendarla y venderla a sus vecinos y en hacer refacciones, esa palabra que en Guatemala implica hornear una merienda. Trabajar sin quejarse. Callar para sobrevivir. Dolores recién se animó a contarle la verdad sobre la desaparición de su papá después de la firma del acuerdo de paz. Antes de la firma, ella tenía mucho miedo.

Josefa se planta sobre sus zapatos, apenas por arriba del piso. Habla y se destaca porque no tiene miedo. Su voz tiene la suavidad dulce de las que se animan a hablar sin que hablar sea costumbre. No es ancestral, es el terrorismo de Estado el que le hizo bajar la voz. “Nosotras hablábamos muy despacito, muy poquito, porque mi mamá decía que si hablábamos fuerte nos estaban escuchando alrededor de la casa y que tenían cámaras o audios para escucharnos porque es lo que ella vivió durante el conflicto armado”, explica.

¿Cómo fue crecer sin conocer a tu papá y sin entender por qué no estaba presente?

Crecí sin la figura paterna, era normal para nosotros vivir así. Mi mamá no nos contaba nada. No teníamos mucho conocimiento porque vivíamos en una extrema pobreza. No teníamos vivienda. No teníamos terreno. No teníamos energía eléctrica. No teníamos una radio. No teníamos una televisión. No teníamos para comprar un periódico y saber lo que estaba aconteciendo a nivel nacional. Menos íbamos a tener verdad.

Su papá estaba en la montaña, estaba alzado porque los militares querían quitarle las tierras a su comunidad y sabía que los militares los buscaban por oponerse al saqueo. No había lugar para fiestas. Pero el 7 de diciembre su hermano Carlos David cumplía dos años. Su papá bajó del monte para verlo. El 5 de diciembre, dos días antes del cumpleaños, iba a dormir en la casa para los preparativos del festejo. El Ejército llegó a la casa y se lo llevó antes de soplar las velas o de desear felicidad. Su mamá preguntó qué debía. El Ejército no contestó, no explicó, no respondió. Un militar le puso un arma en la cabeza. A su mamá, con Josefa dentro de su vientre, también le pusieron el arma. El Ejército le dijo que no era con ella, que se fuera a ver a sus hijos. Su mamá no volvió a ver a su papá. Los persiguió media hora. Sólo encontró una fosa con varios cadáveres que llevaban varios días en descomposición. No volvió a ver a su marido, ni vivo ni muerto. Josefa nunca lo conoció. Ni puede honrarlo en una tumba.

Su mamá se quedó 15 días más en la comunidad. El Ejército fue a la comunidad y juntó a los hombres. Su mamá se infiltró para escuchar qué pasaba. Les dijeron que se iba a ir a esa brigada pero iba a llegar otra más cruel que iba a arrasar con toda la comunidad. Entonces, ella decidió irse.

¿Tu mamá tenía la ilusión de que tu papá estuviera vivo?

Exactamente. Ya en la firma de la paz ella nos empezó a decir “vean, posiblemente va a aparecer su papá porque ahorita ya vienen los retornados. Y como ya está la firma de la paz, ya están apareciendo los que han secuestrado, los que se han ido”. Entonces se compró una radio de batería para estar escuchando las noticias. Es un poco doloroso pensar en eso.

La radio significaba esperanza.

Sí, más para mi mamá...

¿Qué escuchaban?

Ya poníamos un poco de noticias para escuchar qué estaba pasando, quiénes habían firmado la paz, quiénes estaban apareciendo. Pero nunca tuvimos noticias suyas. Mi mamá recordó que había un primo que trabajaba en la guardia de honor y que en un calabozo, que es un agujero debajo de la tierra, había como hoyos para castigar a las personas que se oponían al gobierno o al Ejército. Él le dijo que había un señor del mismo lugar que decía que iba a volver a buscar a su familia. Mi mamá, como no sabía si él murió, qué pasó, tenía esperanza. Pero asesinaron al primo de mi mamá que le pasaba un poco de información y ella fue perdiendo la esperanza.

¿Nunca apareció, ni estuvo identificado el cadáver? ¿No pudieron hacer el duelo ni enterrarlo ni tener una tumba para llorar?

No, hasta hoy fecha no. Nosotros fuimos a hacer la muestra de ADN, pero hasta ahorita no sabemos nada de él.

¿Cómo siguieron su vida?

Nosotros ya tratamos como de superar la situación, pudimos estudiar y todo, porque mi mamá no sabía leer ni escribir pero su objetivo era que nosotros pudiéramos leer y escribir. Ella decía “para que ustedes no se queden sin conocer”. Porque a ella le dejaban papeles pegados del correo y ella no entendía. Y así fue que yo me gradué de perito contador y llegué a la organización, el Comité de Unidad Campesina del municipio de Tactic, que se organizó en la clandestinidad durante el conflicto, por toda la injusticia que se estaba viviendo en ese momento, y sale a la luz pública el 15 de abril de 1978. Ahora es parte de la Convergencia Maya.

¿Qué pasó durante el conflicto con las mujeres?

El Ejército estaba arrasando con las tierras de las comunidades y muchas mujeres fueron objetos sexuales, fueron secuestradas, fueron esclavizadas sexualmente por el Ejército. Pero ahora la injusticia sigue y sigue la lucha.

¿Cuál es su reclamo actual?

Ya llevamos más de 60 días en las calles exigiendo que se respete la decisión del pueblo, los derechos del campesinado y de las mujeres indígenas.

Las Bravas es un espacio de la diaria Feminismos que busca amplificar las voces y experiencias de mujeres feministas que están cambiando la historia en América Latina. Está a cargo de Luciana Peker, periodista argentina especializada en género y autora de Sexteame: amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), La revolución de las hijas (2019) y Putita golosa, por un feminismo del goce (2018), entre otros libros.

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