Sobre la mesa del comedor de Elizabeth Techera hay un retrato enmarcado de su hija desaparecida. La foto es un primer plano de la cara de Florencia, sonriente, de dientes grandes, ojos delineados y cerquillo.
Elizabeth trabaja como acompañante para ayudar en la salud y el bienestar de las personas que asiste. Tiene siete hijos, Florencia es la sexta. Está esperando al noveno nieto, lo que la “hace seguir viviendo”, dice con los ojos húmedos.
Desde marzo de 2019 hasta 2022, Elizabeth buscó a su hija incansablemente por los barrios de Montevideo y otros departamentos. La buscó sola, muy sola, y aún no sabe nada de ella: “Puede que mi hija esté viva o no, eso ya lo tengo asumido, pero ¿dónde está?”, pregunta.
En el Día Mundial contra la Trata de Personas, Elizabeth narra la historia de Florencia, que se enmarca en la explotación sexual, la violencia sexual, la violencia basada en género y en el consumo problemático de drogas a los que estaba expuesta en los años previos a su desaparición.
¿Qué recuerdos tienes de la desaparición de Florencia? ¿En qué circunstancias se dio?
Los recuerdos están bien grabados en la memoria, hay detalles que no olvido. Algún punto siempre me hace volver a la búsqueda, que fue muy exhaustiva. Con Florencia comienza todo a sus 14 años. De los 14 hasta los 19, cuando ella desaparece, son varios años de idas y venidas. Ella fue secuestrada por narcos acá en el barrio [Paso de la Arena] a los 14 años; estaba relacionándose con un joven que estaba en esa familia. Yo sabía que estaba con ese joven, pero desconocía totalmente lo de su familia. En ese momento ella vivía conmigo, fue al jardín y a la escuela acá en el barrio. Luego fue a la UTU, pero por su problemática era ir y faltar, y no terminó.
¿Cuál era su problemática?
Cuando ella fue secuestrada, sufrió un abuso y ahí empezó el verdadero infierno, que terminó mal. Estuvo cinco días desaparecida y la drogaron, de eso nunca se recuperó. En 2017 fue internada a través del INAU [Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay] por una orden judicial. Yo denunciaba tantas veces que en un momento una policía me dijo: “lo mejor que podés hacer ahora que es menor es dirigirte al juzgado y solicitar que haga alguna cosa en favor de ella”. El juez decidió internarla por INAU. Ella pasó por tres instituciones, de las cuales en algún momento se escapó.
¿Por qué instituciones del INAU pasó?
Una de ellas fue [el centro especializado en salud mental] API Maroñas, pero no tuvo mucho andamiento ahí. Otra fue el API Los Robles. Cuando recién ingresan están en situación de encarcelamiento, digamos. Por último, fue a [la Fundación] Dianova; allí estuvo bastante tiempo. Estuvo bien, recuperada, y también tuvo recaídas. Se escapó, estoy segura que dos veces. Allí convivía con otros adolescentes, realizaban actividades lúdicas, escribían, cantaban. Había un equipo multidisciplinario que estaba dedicado a cada menor.
Lo que sucede con estas instituciones, como casi todas lo hacen, es que cuando ellos deciden irse, a pesar de que son menores, se les abre la puerta. Las dos veces que salió fue junto con otras chicas. No se le puede decir “fuga” porque se ponen en un estado tan mal que, llegado el extremo, les abren la puerta para que se vayan.
Como el caso de la adolescente que estaba en una institución del INAU en Rivera, que fue víctima de explotación sexual en el marco de 17 salidas no autorizadas, y finalmente falleció luego de parir...
No estoy de acuerdo con que se les permita la salida, aunque no sé por dónde se pueda atacar este problema. En esas salidas muchas de las chicas sufren violaciones. Yo no tengo una buena experiencia con estas instituciones. No estoy de acuerdo con que se les abra la puerta; en primer lugar, se tendrían que comunicar con la familia para que las vaya a buscar.
¿Cómo fueron los meses previos a que Florencia desapareciera?
Florencia vivió con algunas personas por un tiempo corto, una semana o diez días. Te puedo decir que yo fui la persona con el vínculo más estrecho que tuvo y su confidente, me contaba lo que hacía. Yo nunca le dije “eso está mal” o “está bien”, simplemente le decía que tenía que dejar las drogas, le decía que se puede salir. Siempre fui una madre presente.
Ella venía a casa todas las semanas, tres o cuatro veces, pero no se quedaba. Me decía que quería salir pero que no podía. Yo le ofrecía comida, tomábamos mate, se bañaba en alguna ocasión. Le decía “por qué no te quedas y vamos viendo qué camino recorrer para ayudarte”, pero no lo logré. No había forma, no la encontré. Una se plantea qué cosas hice mal; por supuesto que no hay nadie perfecto y menos en la tarea de ser padres, pero ¿qué faltó? Eso me pregunto.
Su papá estuvo en determinadas ocasiones, pero no era presente ni activo, eso también influyó en ella. De ninguna manera una madre puede hacer de padre. Un papá que trabajaba todo el día y que no tenía tiempo o no se hacía el tiempo, aunque él asistía a Dianova cuando era solicitado, y en la búsqueda de Florencia él iba a recorrer y a buscarla.
¿Cuáles fueron los primeros pasos luego de la desaparición de Florencia?
El último día que vino a casa fue el 25 de marzo de 2019. Pasaron siete, diez días y, como vi que no venía, fui a hacer la denuncia. Luego salí a buscarla. Yo sabía más o menos los lugares donde ella se movía. La ruta 5 era uno de esos. Antes de que desapareciera, yo salía a buscarla y muchas veces la encontré, sobre todo en el barrio 19 de Abril.
La denuncia la hice en la seccional 23 de Paso de la Arena. Dejé pasar una semana y fui para ver qué novedades había, cosa que nunca sucede, porque en la mayoría de los casos no se busca a nadie, a no ser que tenga una salida a la luz muy importante. Nosotras sabemos, por experiencia y por escuchar a otras familias con desaparecidos, que es muy difícil que la Policía o Interpol salgan a buscar a alguien.
Una vez llamé por teléfono [a la comisaría] para decir que me habían dicho que Florencia estaba en el Cerro. La busqué, fui todas las noches y nunca la encontré. Ellos me dijeron que si yo me atrevía a meterme en una boca, era bajo mi propio riesgo. Nunca asistieron a la búsqueda. Creo que lo único bueno que hizo Interpol fue citarnos para sacarnos muestras de ADN al padre y a mí. Esa fue la única lucecita de esperanza, porque, en caso de que apareciera un cuerpo, ellos lo cotejan con el ADN de los familiares.
“Una vez llamé por teléfono [a la comisaría] para decir que me habían dicho que Florencia estaba en el Cerro. La busqué, fui todas las noches y nunca la encontré. Ellos me dijeron que si yo me atrevía a meterme en una boca, era bajo mi propio riesgo. Nunca asistieron a la búsqueda”.
¿Cómo fue (o está siendo) la búsqueda de Florencia? ¿Por qué barrios fuiste? ¿Quién te acompañó?
Hace bastante que no salgo a buscarla, porque ¿a dónde voy a ir con más de cinco años [desde la desaparición]? La búsqueda tuvo un auge después de que comencé a salir a la luz pública, hay mucha gente solidaria que sin conocerla en persona creía haberla visto, y allá me dirigía. Tuve el acompañamiento de una pareja y salíamos todas las noches en moto.
Anduve por Montevideo, San José, Canelones y Maldonado. Acá en Montevideo recorrí 8 de Octubre, el barrio Las Torres, Maracaná, el Cerro, Barra de Santa Lucía, el Centro, Ciudad Vieja, la Aduana, la Cruz de Carrasco, Malvín Alto, Malvín Norte, Nuevo París. En fin, en donde tuviese un indicativo de que alguien se parecía a mi hija.
Iba siempre de noche, porque los puntos de droga funcionan en ese horario, el adicto duerme de día y vive de noche. Se ve de todo. Me vinculé con muchísimas personas en situación de calle. No podemos mirar para el costado, esto es una problemática a nivel estatal.
La búsqueda más intensa fue de 2019 a 2022, y no hay ninguna certeza, aunque ha sido una búsqueda comprometida y permanente en el tiempo. La Policía me dijo que iba a venir para mostrarles el lugar donde Florencia convivió un tiempo y nunca vino.
¿Cómo describes la ausencia y la negligencia del Estado en la búsqueda de tu hija?
Del gobierno nadie me prestó atención, ni el Ministerio del Interior, que es el que debería hacerse cargo. Son a diario las desapariciones de gurisas jóvenes, y en algunos casos se busca y en otros no. No sé cuál es el punto de inflexión que hace que a algunas se las busque y a otras no.
Yo sé que el narcotráfico sirve para mucha cosa a nivel gubernamental y estatal, hay gente “de arriba” que se involucra. Esto se tapa y se sigue tapando. Hay leyes acerca de la trata [de personas] que están guardadas en un cajón, falla la falta del Estado a todo nivel. El tema de la trata en nuestro país sigue siendo un tema desconocido por jueces y abogados; lo digo con propiedad. Hay un desconocimiento total, no hay protocolos, no hay política de Estado; en este país no se hace nada.
¿Consideras que la desaparición de Florencia tiene que ver con la trata de personas?
Existe una posibilidad muy grande de que sea trata, porque el narcotráfico no se separa en absoluto de lo que sucede con la trata de mujeres. Con este grupo de madres que presentamos la denuncia en común en la Fiscalía General de la Nación, luego de un proceso interno, nuestro caso pasó a formar parte de la Fiscalía de Delitos Sexuales. Nos tocó la fiscal Alicia Ghione. ¿Mi hija está muerta? No lo sé; mi hija está desaparecida. ¿A dónde fue llevada para explotación? Puede ser a cualquier parte del mundo.
¿Qué avances tuvo la denuncia colectiva que hicieron junto con el colectivo ¿Dónde Están Nuestras Gurisas? en 2021 y que luego ampliaron en 2022?
Debe estar durmiendo en algún cajón. Hemos pedido audiencia con la fiscal Ghione y no nos ha dado información ni se ha reunido con nosotras. El colectivo es el sostén de las madres que somos, siempre están viendo por dónde seguir. Una puede llamar por teléfono a Interpol y siempre te contestan que están buscando y sabemos que no es así. 2024 ha sido caótico, hemos presentado escritos solicitando que nos respondan qué se ha hecho en cuanto a nuestras hijas, pero la Fiscalía no ha respondido a nuestros reclamos.
Desde las Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina hasta las madres buscadoras en México o el caso de ustedes, principalmente son mujeres y madres las que buscan a sus desaparecidas...
Creo firmemente que las mujeres somos las que sacamos adelante a la familia así tengamos un esposo. La mujer es la que apoya a los hijos y los cobija, por eso la implicancia de las mujeres. Y muchas mujeres solas. En el grupo con el que presentamos la denuncia en común somos siete mujeres, y una sola que tiene esposo, las demás solas. Además, quien nos apoya es un colectivo formado por mujeres. Las mujeres apoyamos a otras mujeres, porque nuestros derechos están siendo vulnerados permanentemente, desde lo más mínimo que se te pueda ocurrir. Las mujeres nos necesitamos.
¿Qué aprendizajes te ha dejado la desaparición de tu hija y su búsqueda?
Creo que soy una resiliente de la vida. Hay un antes y un después de la desaparición de Florencia en mi vida. Tengo mis días, me he atendido la salud integral, tengo mis momentos de bajón, pero trato de sobreponerme y seguir, porque lo que yo no haga por mi hija no lo va a hacer absolutamente nadie. El Estado a mí me abandonó y también abandonó a mi hija. Tengo que insistir, golpear puertas, estamos en período de elecciones, hay que ver si los candidatos [presidenciables] tienen pensado involucrarse.
Desaparecen y aparecen [gurisas], y muchas veces no aparecen más, pasa todos los días. Lo que más me decepciona y lo que más me bajonea es no tener ese amparo, ese apoyo, que yo pueda decir: estoy teniendo respuestas. Puede que mi hija esté viva o no, y ya lo tengo asumido, pero ¿dónde está? ¿Quién la ha buscado? Hay un gran debe ahí.
“Lo que no hace la Justicia lo tenemos que hacer nosotras”.
¿Qué le dirías a una madre que acaba de sufrir la desaparición de una hija?
Me he contactado con madres con hijas desaparecidas, más que nada para hacerles saber que no están solas. Hay una parte fundamental y es que la búsqueda la tienen que ejercer ellas mismas y el entorno familiar, si pueden tener ese apoyo. No dejar de buscarla. Buscar entre amistades, novios, los lugares donde se ha movido, investigar. Lo que no hace la Justicia lo tenemos que hacer nosotras. No descansarse en que la comisaría le dijo que si saben de algo la llaman, en la comisaría no hacen nada. Esto le puede pasar a cualquiera, no hay condición de riqueza, estatus social o barrio humilde. Las familias se tienen que animar a denunciar, esto no puede quedar entre cuatro paredes.