Pasa el tiempo, las mujeres conquistan nuevos derechos, retroceden en otros, pero hay algo que sigue invariable: la mayor carga de tareas de cuidado y del hogar sigue recayendo sobre ellas. La última Encuesta Nacional de Uso del Tiempo y Trabajo No Remunerado, que se presentó en 2023 en Uruguay, arrojó que las mujeres dedican casi 14 horas más que los varones al trabajo no remunerado.
Hace años que en la mente de Inés Martínez Echagüe ronda una idea: desde el siglo pasado las mujeres se incorporaron al mercado laboral, a la universidad, a la política. Cada vez más, ellas fueron ganando participación en la esfera pública, pero no se ha visto lo opuesto con los varones. Es decir, ellos no se han involucrado tanto en la esfera privada o en el trabajo no remunerado. “Las mujeres han cambiado un montón, ahora falta que cambien los varones”, dice, optimista, en entrevista con la diaria.
La socióloga se radicó en Estados Unidos para profundizar en sus estudios académicos. Allí investigó por qué el trabajo no remunerado continúa recayendo sobre las mujeres y, sobre todo, por qué fallan las parejas heterosexuales que intentan igualar el tiempo que disponen para las tareas domésticas. Para eso entrevistó a 40 integrantes de parejas heterosexuales (por separado). Parece que el esfuerzo por intentar la igualdad en el trabajo no remunerado también tiene un costo alto para las mujeres.
¿Qué es el trabajo por la igualdad?
Es el trabajo que se necesita para crear y mantener una distribución igualitaria del trabajo no remunerado al interior de los hogares. Para el caso de las parejas heterosexuales, donde hay expectativas de género, este trabajo tiende a caer en la desigualdad muy fácilmente. Muchas veces, sin que haya una decisión consciente, un poco por la socialización que hemos tenido, por lo que creemos que se espera de nosotros, o por lo que efectivamente se espera. Lo que descubrí al intentar entender por qué las parejas que decían querer la igualdad no la conseguían es porque conseguir la igualdad requiere trabajo. No se alcanza de la nada. Este estudio también puede ser pensado para parejas queer, familias o roommates.
Sabemos que las mujeres son las que cargan en mayor medida con el trabajo doméstico y de cuidados en los hogares. ¿Por qué no funciona la igualdad en las tareas domésticas? ¿Qué muestran los estudios?
Hay muchas teorías que intentan explicar esto. Para las teorías clásicas no son cuestiones de género, son cuestiones que tienen que ver con que las mujeres están menos tiempo trabajando fuera del hogar. Una de las teorías se llama time availability: los varones trabajan más fuera de la casa y las mujeres menos, por eso es que ellas hacen más en el hogar. Pero también se observa que los varones varían mucho menos el tiempo que dedican al trabajo no remunerado que las mujeres, ellos son más inflexibles en esto, y no depende únicamente del tiempo que tengan disponible.
Otra teoría explica que las diferencias en el tiempo dedicado a las tareas del hogar entre hombres y mujeres tienen que ver con el dinero. La persona que tenga más plata en el vínculo va a tener más recursos para negociar cuánto tiempo le dedica al trabajo al interior del hogar. Para esta teoría, no es que las mujeres estén haciendo más por ser mujeres y las expectativas de género. Sin embargo, cuando el varón se queda en la casa y la mujer es la proveedora, igual la mujer hace el mayor trabajo no remunerado. Y cuando las parejas ganan lo mismo, la diferencia en el tiempo que le dedican al hogar se achica, es más igualitaria, pero de todos modos las mujeres siguen haciendo más que los varones.
Entonces, si bien tanto el tiempo que tengan disponible por fuera del trabajo remunerado y la cantidad de dinero que hagan en ese trabajo afectan la posibilidad de conseguir la igualdad, no la borran. Lo que pasa con estas teorías es que no explican por qué cuando las mujeres ganan más o menos lo mismo que los varones y tienen el mismo tiempo disponible siguen haciendo más trabajo no remunerado. Esa pregunta sigue sin responderse y es lo que me llevó a creer que es necesario mi trabajo. Esto es el mundo laboral, las políticas, el tiempo y los recursos, atravesado por el género.
¿Cómo fue la selección de la población entrevistada?
Entrevisté a parejas heterosexuales con un alto nivel educativo, porque son las personas que más dicen querer alcanzar la igualdad. Por otro lado, generalmente tienen mayor nivel económico, por lo que tienen mayor flexibilidad de tiempo y dinero, están en una posición estructural favorecedora. Fui al mejor escenario posible, a las parejas que más quieren la igualdad y las que más podrían conseguirla, preguntándome: ¿por qué no lo logran?
¿Qué fue lo que más te llamó la atención en las entrevistas con varones?
Encontré grandes diferencias entre varones y mujeres. A los varones, cuando les preguntaba qué significa para ellos la igualdad, las respuestas eran muy abstractas. Pensaban la igualdad en términos de poder elegir, de tener las mismas oportunidades, pero no había un bajar a tierra qué significa eso en la pareja. De hecho, en algunos casos me respondieron con un “preguntale a mi pareja”. Ellos piensan “yo tengo buenas intenciones, mi pareja también, la igualdad va a suceder porque somos buena gente”, sin considerar que la reproducción de la desigualdad no pasa por ahí.
En definitiva, no habían pensado de forma profunda ni detenida sobre qué significa la igualdad en su vínculo ni cómo harían para conseguirlo. Porque no conocían a otros varones, padres o amigos que se hubieran visto afligidos por la desigualdad. Si se preocupaban iba a tener que ser por su pareja. De las 20 parejas, sólo tres estaban trabajando por la igualdad al momento de la entrevista. En dos de ellas hubo un trabajo de educación de la mujer hacia el varón; lo convenció de que la igualdad es importante. Y uno de los varones descubrió que esto prevenía peleas y conflictos, por eso le servía hacerlo. Me faltó ver mayor proactividad en los varones; ellos quieren la igualdad, pero depositaban la responsabilidad en la mujer.
¿Y con las mujeres?
Las mujeres me hablaban con lujo de detalles sobre las teorías de la desigualad porque habían tomado cursos de género, habían observado a la madre, a las tías, a las amigas que se casaban y todo cambiaba. Antes de mudarse con alguien y tener hijos, ya anticipaban que eso se venía. Era algo que les preocupaba mucho. Ellas ya habían enfrentado desigualdades y violencias, y habían tenido la oportunidad de estar en espacios donde eso se cuestiona. Los varones no habían hecho ese trabajo.
En el estudio describís detalladamente los pasos que dan las parejas, principalmente las mujeres, en este trabajo por la igualdad. ¿Cómo son?
Identificar estos pasos tiene que ver con el hecho de ilustrar, establecer y validar que crear y sostener una relación igualitaria requiere trabajo. El primer paso es la anticipación de la desigualdad. Generalmente, las preocupaciones empiezan al momento de mudarse con una pareja o de tener hijes, cuando es claro que se vienen tareas domésticas y de cuidado.
El segundo paso es trazar estrategias para evadir la desigualdad, y ahí no existe una forma única. Las mujeres tienen en cuenta los tiempos de las personas o las tareas que le gustan más a uno y a otro. Había parejas que hacían las tareas los dos juntos los sábados, así hacían más o menos lo mismo. Otras toman turnos para dormir y ocuparse del bebé, o para pasear al perro. Otra estrategia es hacer las tareas individualmente; una mujer me decía que su pareja nunca lavaba la ropa, entonces tenían un cajón de ropa sucia para él y otro para ella. Aunque esto no siempre funcionaba, [porque] al final ella hacía todo igual.
El tercero es monitorear que más o menos cada quien esté cumpliendo lo suyo y que se esté sosteniendo la igualdad. Hay quienes me decían que no son tan estrictos, que tenían flexibilidad. Pero muchas veces las mujeres descubrían que el varón no había limpiado lo que tenía que limpiar o hecho lo que tenía que hacer, entonces ella tenía que iniciar una conversación. Ahí entra el trabajo emocional, porque se juega la culpa y la frustración. Sucedía reiteradas veces que el varón, aunque no se negaba explícitamente, se olvidaba o no se daba cuenta de que había platos para sacar del lavavajillas.
El siguiente paso es que, una vez que el sistema no está funcionando, ¿cómo hacemos para que funcione? Hay que desarrollar un sistema diferente, a eso lo llamo “arreglar”. Aquí se repite el proceso. Varias parejas utilizaban apps que les mandaban a los varones una lista de cosas para hacer mensuales o cotidianas. Pero al menos en dos casos ellos se seguían olvidando o no veían la app, casos en que eran ingeniero o desarrollador web.
Al último paso le llamo “retener el trabajo”. A él le tocaba lavar los platos y ves la pila de platos sucios y decís “los lavo y ya fue”. Pero algunas mujeres se aguantaban, no los lavaban. Es decir, priorizaban la igualdad antes que resolver la tarea rápido, que tiene un costo emocional, porque ellas tienden a tener estándares más altos de limpieza. Como los varones tienden a tener estándares más bajos, algunas mujeres se acostumbraban a tener la casa menos hecha. Como se iguala para abajo, hacemos todos menos y vivimos en condiciones que no son mis ideales.
Entonces, cuando los varones no colaboran en las tareas es más costoso para las mujeres, y las discusiones se vuelven más picantes. Y ahí tienen tres opciones: siguen intentando y desgastándose emocionalmente, abandonan la relación, o –lo que observé que muchas hacían– las mujeres hacen lo que él no está haciendo y justifican la desigualdad en la distribución de tareas agarrándose de cosas intangibles del vínculo. Te decían: “No hacemos las mismas tareas en el hogar, pero somos iguales intelectualmente”, o “tenemos la misma posibilidad de toma de decisiones”. También se comparaban con parejas de otras generaciones como sus padres, donde estos términos de igualdad no se manejaban. Así terminaban salvando el vínculo y, de alguna forma, sus ideales, disminuyendo el peso de esa desigualdad más material, diciendo “somos una pareja igualitaria por otras cosas”.
Algunas mujeres me decían “yo al principio pensé que la igualdad es hacer las tareas 50/50, pero al final eso no es tan importante”. La mayoría de las entrevistadas ya estaba justificando la desigualdad o estaba en vías de hacerlo. Y ¿cuáles son las alternativas? Porque dejar la pareja por esto es exponerse a que, si querés buscar otra pareja, la cantidad de varones que hagan este trabajo o estén comprometidos con la igualdad tampoco es muy grande. Eso es un factor que hace que las mujeres sigan en esta pareja no perfecta y también quieran salvar sus ideales.
¿Cuál es la lectura que hacés y el costo que tiene para las mujeres dejar de lado la igualdad?
A pesar de que las mujeres cambian sus ideales, lo cual es triste, lo hacían después de haber intentado la igualdad. Para mí, no tenía sentido pensar que las mujeres justificaban la desigualdad sin haber intentado antes que funcionara la igualdad. El decidir seguir una situación de desigualdad en las tareas del hogar y de cuidados tiene que ver con una relación de costos, porque intentar conseguir la igualdad puede ser muy desgastante. Tiene que ver con la supervivencia y con sostener la familia, la pareja y el hogar.
¿Cómo creés que se pueden aplicar los hallazgos de tu investigación en Uruguay?
Esta es una investigación cualitativa, tiene que ver con preguntas de cómo sucede algo; de tener ideales igualitarios a no lograrlos, ¿cómo se llega a eso? Hay un mecanismo en el que lograr la igualdad en las tareas del hogar para las parejas lleva trabajo, que recae principalmente en las mujeres. Ese mecanismo lo podemos usar para ver si se da en otros países que no sean Estados Unidos.
En Uruguay hay mucho trabajo sobre el rol de las políticas públicas y del Estado en ayudar a que suceda la igualdad, pero es necesario el cambio cultural. Si el varón no quiere hacer el cuidado, es muy difícil. Hay que acompañar a los varones, generar políticas específicas para que se pongan las pilas. Un caso paradigmático es que si sos madre en Uruguay tenés varios meses de licencia, pero si sos padre sólo 17 días. Ahí desde el Estado ya se genera una desigualdad. Los varones tendrían que tener el mismo tiempo y que se busque que todo el mundo se tome esa licencia.
La tasa de fertilidad ha caído en picada en Uruguay y en el mundo. Hay teorías que dicen que tiene que ver con el individualismo de las personas, y otras que dicen que es porque las mujeres están cansadas de hacerse cargo de todo. Las políticas públicas disponibles para ayudar en las tareas de cuidado impactan de forma positiva en la posibilidad de lograr la igualdad en las familias.