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Marcha de la Diversidad en Montevideo (archivo, setiembre de 2024).

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Ni confundidas ni en una fase: por qué cada vez más mujeres se identifican como bisexuales

7 minutos de lectura
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En un contexto de más libertades sexuales y menos tabúes, estudios internacionales registran el incremento entre las más jóvenes; especialistas lo atribuyen al rechazo de las nuevas generaciones a encasillarse, el impulso feminista para transformar las formas de vincularnos, e incluso la brecha ideológica que empezó a abrirse entre mujeres y varones.

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La comunidad que está representada en la letra B de la sigla LGBTI+ ha sido históricamente una de las más invisibilizadas y cuestionadas, incluso a la interna del propio movimiento. Las personas bisexuales suelen ser discriminadas y sus deseos invalidados por prejuicios que apuntan a que no pueden decidir sobre su orientación sexual, que están pasando por una “fase”, que son promiscuas, que son heterocuriosas o que, en cambio, son homosexuales que no se animan a salir de ese clóset. A pesar de estos obstáculos y de la bifobia siempre latente, la evidencia relevada en distintos países muestra, por un lado, que en los últimos 30 años cada vez más personas se identifican como bisexuales y, por el otro, que es un fenómeno que hoy lideran concretamente las mujeres jóvenes.

La investigación “El auge de la bisexualidad”, publicada en 2023 por la revista académica The Journal of Sex Research, analizó la evolución de esta orientación sexual desde 1989 y encontró que el número de personas que dicen haber tenido vínculos bisexuales se multiplicó por tres en las últimas tres décadas. El estudio agrega otro dato: identificarse como bisexual fue más común entre las mujeres (3,7%) que entre los hombres (1,6%) y entre las personas más jóvenes que entre las mayores. Los resultados confirman lo que están mostrando las encuestas en algunos países y la sensibilidad social en otros donde todavía no hay datos, pero sí testimonios.

En España, la “Encuesta sobre relaciones sociales y afectivas pospandemia”, realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas en 2023, reveló que sólo 3,7% de la ciudadanía se reconoce como bisexual, pero la cifra se dispara a 16% entre las personas de entre 18 y 24 años (la llamada generación Z) y supera el 22% en las mujeres de esa edad.

La misma tendencia se percibe en Estados Unidos. Así lo refleja un sondeo de la consultora Gallup, publicado en 2024, que señala que 7,6% de las personas adultas se identifican como gays, lesbianas, bisexuales, trans y queer, más del doble que en 2012. El informe desagrega la información por generación: 2% de los baby boomers se declara hoy como LGBTI+, un porcentaje que escala a 5% entre la generación X, a 10% entre millennials y se duplica hasta 20% entre la generación Z. Dentro de la generación más joven, 15% se identifican bisexuales. Si ponemos la lupa en las mujeres de esta generación particular, casi 30% se identifica como LGBTI+ y la mayoría de ellas como bisexuales.

En la misma línea, una encuesta de la Oficina Nacional de Estadísticas de Reino Unido, de 2023, muestra que poco más de 10% de las personas de entre 16 y 24 años se identifican como lesbianas, gays o bisexuales, frente a 4,4% en 2018, y resalta que la razón clave para el incremento fue el “fuerte aumento en el número de jóvenes que se identifican como bisexuales”.

Los motivos que explican por qué cada vez más mujeres se identifican como bisexuales son múltiples y tienen que ver no sólo con nuevas generaciones que desisten de ponerle etiquetas a su deseo, sino también con factores de género sociales, culturales y hasta ideológicos.

En Uruguay no hay datos que confirmen esta tendencia, pero especialistas que conversaron con la diaria coincidieron en que están dadas las condiciones para afirmar, por lo menos, dos cosas: que en nuestro país existe un marco de transformaciones que habilitó a cuestionar la “heterosexualidad obligatoria” –ese concepto que acuñó la escritora estadounidense Adrienne Rich en los 80– y experimentar más las identidades sexuales, y que, en ese escenario, las mujeres son las que llevan la delantera.

Un mundo con menos etiquetas

El aumento de las personas que se identifican como bisexuales, en general, se explica por una serie de cambios sociales, culturales y normativos que atravesaron los países (sobre todo en Occidente) en este siglo y que contribuyeron a visibilizar las distintas trayectorias y realidades del colectivo LGBTI+, a terminar con muchos tabúes y prejuicios, a construir más tolerancia y, así, a habilitar que las personas puedan experimentar con más libertad y menos miedos su orientación sexual. Además, hay más canales de información, nuevas formas de generar redes de apoyo y, sobre todo, una nueva generación con más tendencia a ubicarse en posiciones no heterosexuales y que no quiere encasillar las formas de vincularse.

“Las reglas de juego del campo de la sexualidad están cambiando”, apuntó en este sentido el sociólogo Juan José Meré, asesor en VIH del Fondo de Población de las Naciones Unidas y consultor de Onusida en Uruguay, a la diaria. “Las pautas de socialización, las habilitaciones, algunas normas y las modalidades de relacionamiento entre los géneros se han tensionado a la luz de mayor amplitud de pautas, de prácticas sexuales y afectivas, mayor aceptación, mayor tolerancia, mayor posicionamiento en muchos terrenos. Todo eso impacta en las estructuras tradicionales, patriarcales, heterosexuales, machistas, abre espacios para los jóvenes, que son los que aprovechan esos intersticios, y generan plasticidades en los hábitos afectivos y sexuales”, analizó.

Para la antropóloga social Mercedes Oyhantcabal, que indagó en el tema mientras hacía su tesis de maestría “Resistir y transformar guiones sexuales: cuerpo, emociones y negociaciones del placer y del deseo en el encuentro heterosexual”, en el último tiempo también se empieza a “romper con esta idea de que ciertas prácticas sexuales se convierten en identidad”. “Antes estaba muy arraigada la idea de que, si vos tenías una experiencia homosexual, eras homosexual; la identidad se transformaba en esencia. Esta idea de que vos podés experimentar distintas cosas y no por eso estar condenada a tener una etiqueta, que además es una etiqueta estigmatizante, se ha problematizado mucho, y la identidad empieza a pensarse como algo no tan fijo sino mucho más maleable, transformable, que depende de los contextos, que puede ir mutando, que se puede descubrir”, explicó a la diaria.

La académica dijo que “eso va posibilitando otro montón de movimientos” que, “para la sexualidad entre mujeres en particular, implica encontrarse con otras formas de disfrutar los cuerpos, de salirse de esta noción de la sexualidad meramente reproductiva, sino como un espacio de descubrimiento, de placer, de goce, que se puede dar con varones, pero también se puede encontrar con mujeres”.

La incidencia del feminismo

Hay consenso en cuanto a la incidencia que tuvo en este fenómeno la última ola feminista, con su propuesta de transformar las maneras en las que nos vinculamos y también en la visibilización de las distintas formas de violencia de género. “Los feminismos generan mucha conciencia de lo que son las violencias en los vínculos sexoafectivos, y en ese sentido hay ciertos guiones muy patriarcales, machistas, que subsumen a las mujeres a que el placer sea colocado en el varón, y hay algo que se evidencia y que se problematiza en eso por parte de las mujeres que quieren otras formas de placer”, aseguró Oyhantcabal. Esto “posibilita a que las mujeres experimenten y se encuentren con otras mujeres para descubrir su propio goce y su placer desde otros lados que quizá con varones no han podido explorar tanto”.

Por otra parte, el feminismo también “ha erotizado mucho los vínculos de amistad entre mujeres”, señaló la antropóloga, “no sólo en términos de erotismo sexual, sino de generar una fascinación por el vínculo entre mujeres, potenciarlo mucho más, enriquecerlo”. “Y, en esto de que la sexualidad ya dejó de ser esa dimensión tan sagrada, sólo volcada a la pareja heterosexual casada, reproductiva, etcétera, de ese erotismo que se da en la relación entre mujeres se puede pasar fácilmente también a una exploración sexual o un enamoramiento”, apuntó.

En un sentido parecido, la activista feminista y LGBTI+ Daniela Buquet, integrante del colectivo Ovejas Negras, consideró que “la ola feminista de 2018, más en el contexto particular de Uruguay con la [aprobación de la] Ley Integral para Personas Trans, habilitó a experimentar mucho más las identidades sexuales” y, en ese marco, “hay un proceso socialmente más habilitado para que las mujeres experimenten su bisexualidad en distintos procesos”. La militante dijo a la diaria que eso se percibe “en adolescentes, donde hay una permisividad mayor, pero también en mujeres jóvenes que se permiten salir de esa heterosexualidad obligatoria a la que se creían atadas”.

Buquet coincide en que el feminismo “generó en las mujeres un proceso mucho más profundo que en los varones” y, en ese proceso, “hay un montón de mujeres que hoy pretenden otras cosas de los vínculos”. En contrapartida, consideró que en muchos varones generó “un repliegue y se sienten muy conflictuados en cómo es ahora conquistar a alguien y en que todo está como en tela de juicio”. Piensa que la diferencia es quizás que ellos “no han tenido ese espacio y esa posibilidad de poder cuestionarse cómo son esos vínculos –no se lo armaron– y las mujeres sí lo hicimos”.

Otro elemento que traen expertas y expertos de algunos países para explicar el fenómeno es la brecha ideológica de género que se empezó a identificar recientemente en algunas latitudes y que muestra que, específicamente en la generación Z, ellas se inclinan cada vez más a la izquierda y ellos cada vez más a la derecha. En este escenario, no es descabellado pensar que la brecha ideológica entre mujeres y hombres también puede ser afectiva.

Varones bisexuales: entre el mandato de la masculinidad y la traición al género

Hay otra razón que puede fundamentar por qué son las mujeres las que lideran esta “revolución bisexual” y es que, para los varones, dar ese paso implica otras barreras. “Cuando el varón decide estar con otro varón y hacerlo público, es un quiebre en la masculinidad hegemónica, es transgredir un límite muy fuerte”, señaló Buquet. “Que un varón públicamente diga ‘yo también estoy con otros varones’ y eso no signifique cuestionar su heterosexualidad es algo complejo; es complejo que lo acepten otras mujeres heterosexuales y es complejo que lo acepten en su grupo de pares”, puntualizó.

“Estamos en un momento en el que los varones han sido muy desestabilizados por el feminismo y por el movimiento LGBTI+, con las reivindicaciones que ambos grupos hacen y que les obliga de cierta forma a buscar una identidad”, reflexionó Oyhantcabal. En este escenario, “las mujeres han problematizado mucho la masculinidad, pero los propios varones no se han problematizado tanto”. Para la antropóloga, hoy en día a ellos les quedan “dos movimientos”: “Salir en búsqueda de nuevas formas de ser varón y construir nuevas legitimidades en la forma de ser varón, o reafirmar las viejas y conocidas formas de ser varón”.

Eso, a la vez, puede responder en parte a por qué algunos varones se están volviendo más de derecha o más conservadores: porque hay una necesidad de reafirmar la identidad. “Lo que están intentando hacer los varones más conservadores es volver a naturalizar todos aquellos rasgos que han históricamente definido la masculinidad y que han sido puestos en cuestión”, afirmó la académica, y esto hace que a otros les cueste más definirse no heterosexuales, porque hacerlo significa que “te pasaste para el otro lado”.

“Se han ampliado mucho las posibilidades de ser de las mujeres, de las disidencias, pero no tanto la de los varones”, apuntó la antropóloga; “entonces, si el mandato de género para los varones sigue siendo tan rígido, estos movimientos siguen costando, porque hacerlos es traicionar el género”.

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