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Lingüística sin pelos en la lengua

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Un baño de realidad.

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Estamos en un momento crucial para la historia del país, como en todo cambio de mando, como en toda transición. Son tiempos en los que el gobierno está transicionando para ser oposición y la oposición para ser gobierno. Se arma el Ejecutivo y se organizan las direcciones y sus equipos. Y así como se mueve el mercado de pases en el fútbol, se mueve el mercado de pases en comisión en el Estado. El gobierno entrante comienza a definir los énfasis, los modos de aplicar el programa y si invita a Nicolás Maduro o a Edmundo González a la asunción. El Frente Amplio tiene el desafío de mantener el vínculo con las bases, y sus sectores se juegan la difícil parada de agarrar cargos en el gobierno o presentar nombres para las intendencias, con el riesgo de perder y después tener que volver al Parlamento con la urna cansada. Es una coyuntura en la que el juvenil de Nacional Agustín dos Santos pide perdón por gritarle el gol en la cara a la hinchada de Peñarol y Valentina dos Santos junta firmas para que la perdonen y la habiliten como candidata. En fin, dos santos.

Estamos en un período de definiciones en el que el nuevo gobierno traza líneas estratégicas para enfrentar grandes desafíos en áreas clave que no pueden esperar más, como la educación, la salud y la seguridad.

La maldición de Malinche ya lo había espoileado

Sin dejar pasar por alto lo antes mencionado, que obviamente es importante, quiero plantear una preocupación como ciudadano, y si bien parece que es un tema menor y que no es un tema de salud pública, no es un tema menor y es un tema de salud pública. Hoy vengo a plantear que luchemos por dejar de usar un anglicismo particular. Uno. Y que cerremos filas en esa cruzada.

Antes que nada, voy a dejar dos consideraciones importantes; esta columna no es un tratado contra los anglicismos ni mucho menos, no tengo nada contra los anglicismos (tengo un amigo que va al Anglo) ni contra los francesismos, ni lo latinismos, ni los arabismos, ni contra ningún ismo. Pero tampoco es una defensa del idioma español. Under any concept.

Baño vs baneo

El anglicismo banear es un término muy usado en la actualidad, sobre todo en el universo de internet y sobre todo por nuestras/os adolescentes, y cuya definición es “bloquear o restringir el acceso de un usuario a un sistema, red, foro o actividad similar en internet”. El baneo de redes sociales puede generar una gran angustia en nuestros/as chiquilines, ya que estas plataformas son una parte fundamental de su vida social, identidad y entretenimiento. Dicho baneo (prohibición o restricción) del acceso a redes como TikTok, Instagram o Whatsapp dejan a la gurisada con un nivel de ansiedad y estrés que reíte del black friday (noche de los descuentos).

El problema es que banear, ese maldito verbo foráneo, fonéticamente se parece mucho a nuestro querido verbo bañar. Y tienen connotaciones opuestas, una de restricción y otra de higiene. Una prohíbe, la otra limpia. Por otro lado, tenemos que en la adolescencia el baño es algo que no se ve como una prioridad, ya sea porque están en babia, por la falta de motivación o simplemente por desafiar las normas establecidas, por lo tanto, flaco favor le hacemos al permitir asociar esa connotación negativa al baño. Y si le sumamos que vivimos en un país que está en la posición 60 del ranking en comprensión lectora (no quiero saber en la auditiva) en las pruebas PISA, más el estado de rebeldía permanente y el revoltijo hormonal que los aqueja, ¿vos te pensás que cuando le decís algo del baño al gurí, que está esperando que le digas cualquier cosa para contestarte lo contrario, va a escuchar que le decís que se bañe o que se banee? Va a escuchar que lo querés banear y ahí se arma troya y que viene portazo y que deseando cumplir 18 para irme de una vez y que vos no me entendés y por qué no te baneás vos y que esto y que lo otro. Y entonces, una actividad que por la edad ya es discutida se la complicamos más por no cuidar una palabra fundamental. Yo nunca les pido nada, pero en esta oportunidad les voy a pedir encarecidamente, por nuestra muchachada, por nuestro futuro, por nuestra patria, que les digamos basta a los malinches y de una vez y para siempre baneemos el uso del verbo banear.

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