En el marco de la investigación por el intento de golpe de Estado promovido por la ultraderecha contra el presidente Lula da Silva, la Justicia de Brasil descubrió una maniobra para envenenar al mandatario, de la que estaba enterado el expresidente Jair Bolsonaro. Sorpresivamente, el propio Bolsonaro reconoció que esta maniobra existió. “Queríamos matar al comunista ese porque era la única forma de salvar al país. A la hora de discutir cómo hacerlo llegamos a la conclusión de que lo mejor era inocularlo con la vacuna contra el coronavirus, de modo que falleciera de un infarto”, declaró ante la prensa el exmandatario.
Finalmente, la maniobra no prosperó porque el propio Lula da Silva decidió vacunarse voluntariamente. “Realmente no entiendo por qué lo hizo, pero no me importa. Lo único que me importa es que dentro de muy poco va a morir de un infarto y yo voy a poder volver al poder sin ensuciarme las manos. Dios estuvo de mi lado”, concluyó el líder ultraderechista.
Un nostálgico: “Destituciones, procesos judiciales, asonadas, envenenamientos. ¿Tan difícil es mandar a los militares a que bombardeen el Palacio Presidencial?”. Facho brasileño que añora los viejos buenos tiempos del siglo XX.