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Centro de la ciudad de Gaza el 10 de octubre, tras los ataques aéreos israelíes.

Foto: Belal Al Sabbagh / AFP

El complejo futuro político de la acción militar

11 minutos de lectura
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Al lanzar desde Gaza un ataque militar sorpresivo de gran amplitud en suelo israelí, durante la madrugada del 7 de octubre, Hamas provocó una respuesta devastadora para las poblaciones civiles y las infraestructuras del enclave. Si bien se autoatribuye, en la actualidad, el rol de paladín de la resistencia palestina, los abusos cometidos durante su ofensiva hipotecan su futuro político.

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“Hoy Medio Oriente está más tranquilo de lo que ha estado en 20 años”. El 29 de setiembre, al participar en la conferencia anual del sitio The Atlantic1, Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, quiso ver en la normalización de la relación entre Israel y varios países árabes una señal de apaciguamiento en la región. ¿Más tranquilo? Esa misma semana, sin embargo, varios enfrentamientos opusieron en la frontera de Gaza a las fuerzas de seguridad israelíes y palestinos que habían ido a proclamar su derecho a retornar a la tierra de sus ancestros, recordando las “Marchas del Retorno” de 2018 y 2019, durante las cuales 200 manifestantes perdieron la vida bajo las balas de los francotiradores israelíes. ¿Más tranquilo, de verdad? El 26 de setiembre, el coordinador especial para el proceso de paz en Medio Oriente, Tor Wennesland, informó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre la continuación ilegal, en virtud del derecho internacional, de la colonización en Cisjordania y en Jerusalén Este. Un informe realizado a fines del mes de agosto por varias organizaciones israelíes de defensa de los derechos humanos apunta por su lado a la persistencia de la violencia en los territorios ocupados: entre el 1° de enero y fines de agosto 220 palestinos fueron asesinados allí por el ejército de Tel Aviv o por los colonos2. Por lo visto, nade de esto parece conmover mucho a Sullivan. Después de todo, como lo afirma una noukta (“broma”) que se escucha a menudo en el mundo árabe, sólo se considera preocupante la situación en Medio Oriente cuando los palestinos no son los únicos en sufrir violencias.

Una semana más tarde, la situación cambió de forma dramática. El “Diluvio de Al Aqsa” –nombre en clave del ataque sorpresa llevado a cabo en Israel el 7 de octubre por diferentes organizaciones armadas palestinas bajo la égida de Hamas y de su rama militar, las brigadas Izz Al-Din Al-Qassam– hizo que la región ingresara en una era de gran incertidumbre. El alto número de víctimas israelíes (1.400 muertos, entre ellos varios cientos de civiles masacrados); la magnitud del trauma en el seno de la población, gran parte de la cual considera al gobierno de Benjamin Netanyahu responsable del desastre; la radical respuesta de Tel Aviv, que de inmediato puso en marcha la operación “Espada de Hierro”, una campaña de bombardeos aéreos masivos que provocaron –según un recuento que llega al 23 de octubre– más de 5.000 muertos y miles de heridos civiles, tornan imposible cualquier retorno a la situación previa.

Buscar una explicación no es justificar: ¿por qué Hamas y sus aliados provocaron entonces este ataque, si no podían ignorar que generaría una respuesta tan devastadora para la población civil del enclave? Como lo destaca la investigadora Sophie Pommier, la estrategia del partido islamista busca, en primer lugar, responder al mantenimiento del bloqueo impuesto a Gaza desde 2007 por parte de Israel, pero también por parte de Egipto3. Otro motivo invocado por el jefe del ala política de Hamas4: el empeoramiento de la política de ocupación y de colonización, el aumento de incidentes en la Explanada de las Mezquitas, así como las incesantes provocaciones de Itamar Ben-Gvir, ministro israelí de Seguridad Interior, que endureció las condiciones de detención de unos 6.000 prisioneros palestinos. El ataque por parte de colonos al pueblo palestino de Huwara en Cisjordania, el pasado 26 de febrero, marcó a los palestinos de Gaza, convenciendo a muchos de ellos de que el gobierno de extrema derecha dirigido por Netanyahu estaba decidido a recurrir a la mano dura para expulsar a una parte de la población de esos territorios. Así, el ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, declaró: “Considero que Huwara debería ser destruido”, mientras que el general israelí a cargo de las tropas desplegadas en Cisjordania, Yehuda Fuchs, no dudó en calificar esta violencia de “pogromo” dirigido contra los palestinos. Como consecuencia de estos acontecimientos, se incrementaron los discursos escatológicos en las redes sociales palestinas, y un tenaz rumor se propagó en ellas: Tel Aviv estaría preparando el envío de dos millones de colonos para desbordar la población palestina en Cisjordania.

Hamas se jacta, con su ataque, de ser el abanderado de la resistencia palestina5. La Autoridad Nacional Palestina, por su parte, está reducida desde hace años a cargar con un rol supletorio de Tel Aviv en las cuestiones de seguridad y mantenimiento del orden. Su decisión de disparar balas reales en Yenín y en Ramallah sobre los manifestantes que reclamaban la salida del muy poco popular presidente Mahmud Abbas, de 87 años, tras el bombardeo del hospital Al-Ahli Arabi (17 de octubre), no hace sino reforzar la influencia política de Hamas. Este último también reivindica haberle demostrado al mundo entero que ninguna maniobra diplomática podrá hacer desaparecer la centralidad de la cuestión palestina. Durante los últimos años, la normalización entre varios países árabes (Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos, Sudán) e Israel relegó la suerte de los palestinos a un segundo plano. Aún es muy pronto para saber si la nueva guerra de Gaza marcará el fin de los Acuerdos de Abraham de 2020, que permitieron este acercamiento bajo la dirección del gobierno de Donald Trump. Igual de prematuro es afirmar que las tratativas entre Tel Aviv y Riad habrían terminado, pero una cosa es cierta: este proceso está detenido. Aun cuando los regímenes árabes involucrados no se preocupen mucho por lo que piensa su opinión pública, no pueden ignorar la persistencia de una fuerte adhesión a la causa palestina, como por cierto ya habían puesto de manifiesto las muestras de solidaridad de muchos jugadores e hinchas del Magreb y del Mashrek durante la Copa del Mundo de fútbol en Qatar6.

El péndulo egipcio

El caso de Egipto es un emblema de las contradicciones que caracterizan el enfoque de la cuestión palestina por parte de muchas capitales árabes. En este país, las manifestaciones, cualesquiera sean sus razones, están estrictamente prohibidas. Desde su llegada al poder por medio de un golpe de Estado, el presidente Abdelfatah al Sisi no tolera ninguna oposición, comenzando por la de la organización de los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, tan pronto como sucedieron los primeros bombardeos israelíes sobre Gaza, las autoridades dieron luz verde a algunas concentraciones populares en lugares decididos por el Ministerio del Interior. Estas concentraciones fueron presentadas como destinadas a “darle un mandato” a Al Sisi para defender de la mejor manera posible los intereses de los palestinos durante una “Cumbre por la Paz” organizada apresuradamente en El Cairo (20 de octubre).

Se desplegaron considerables fuerzas del orden, al temer el régimen eventuales desbordes que pudieran ponerlo en dificultad en un contexto de graves tensiones económicas. Los dirigentes egipcios también prefieren prevenir las acusaciones de traición por parte de una calle que sigue siendo muy hostil a los acuerdos de paz firmados con Tel Aviv en 1978 y 1979. A pesar de la vigilancia de las fuerzas de seguridad, pudieron llevarse a cabo varias marchas intensas con el lema “paz, libertad, Palestina árabe”, un eslogan que recuerda las consignas hostiles al presidente Hosni Mubarak en 2013. En El Cairo, varios cientos de manifestantes incluso traspasaron el cordón de seguridad para ocupar una parte de la emblemática Plaza Tahrir (1) al grito de “No le damos mandato a nadie, esta es una verdadera manifestación” y “Libertad, democracia, Palestina”.

A.B.

(1): Martin Roux, “Plaza Tahrir, un símbolo sitiado”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, febrero de 2021.

Con la propaganda que realizó después del ataque, Hamas pretende capitalizar lo que presenta como victorias militares: el cruce, en unos 30 lugares, de la barrera de seguridad considerada hermética; la ocupación, durante varios días, de sitios estratégicos (puesto fronterizo de Eretz, cuartel general de la división a cargo de Gaza, etc.) y la captura de varias decenas de soldados, trasladados como prisioneros de guerra al enclave. Mientras las cancillerías y los medios de comunicación occidentales, en particular en Francia, recuerdan sobre todo los abusos cometidos contra las poblaciones civiles, Hamas insiste en el hecho de que penetró en profundidad en territorio israelí (algo que el Hezbollah libanés jamás logró). Es un discurso que da en el blanco, en un mundo árabe resignado desde hace mucho ante la idea de una aplastante superioridad del Ejército israelí, en particular debido a su aviación y al equipamiento de última generación provisto por Estados Unidos.

¿Cuál reconfiguración?

Pero Hamas también tendrá que asumir todas las consecuencias de su ataque. Ya no se cuentan los cadáveres de gazatíes y las destrucciones, y cabe preguntarse cómo esta tierra –que ya sufrió seis guerras en 17 años– podrá levantarse de nuevo tras tantas devastaciones. La atención del mundo se posa sobre Gaza, pero la colonización continúa con mayor intensidad en Cisjordania. Desenfrenados, los colonos, protegidos por el Ejército, buscan confrontar todos los días con una población aterrorizada y abandonada a su suerte7. Apuntan, en particular, a los beduinos de los pueblos aislados en zonas rurales. Entre el 7 y el 17 de octubre, 58 palestinos fueron asesinados por el Ejército, y cientos, encarcelados.

Pero Hamas tendrá que responder ante todo por la masacre de civiles israelíes desarmados, entre ellos varias decenas de jóvenes reunidos en una fiesta electrónica en el desierto cercano a Gaza, y por las matanzas cometidas en el kibutz de Kfar Aza. Estos abusos, que entran en la categoría de crímenes de guerra, también impactaron a los simpatizantes de la causa palestina alrededor del mundo, además de que horrorizaron a una gran parte del bando de la paz en Israel. Tales actos, así como la captura de civiles como rehenes, contraria al derecho de guerra, conducen necesariamente a preguntarse sobre el futuro político de Hamas y sobre su participación en eventuales negociaciones de paz. ¿Quién, en Israel, incluyendo a la izquierda, aceptará hoy por hoy dialogar con él? Por cierto, uno de los desafíos de la guerra es saber hasta dónde llegará la venganza de Tel Aviv. Varios de sus responsables llamaron a erradicar el partido islamista –algo imposible– o, al menos, a eliminarlo de Gaza. Esta segunda opción se basa en un escenario que se perfiló desde los primeros días tras el ataque del 7 de octubre. Al exigir a las poblaciones civiles que se reunieran en el sur del enclave, Israel dio la impresión de estar preparando su traslado definitivo, incluso su expulsión, hacia el Sinaí egipcio. Sin embargo, El Cairo no quiere oír hablar de campos de refugiados palestinos en su suelo, y la administración estadounidense parece hostil a tal desplazamiento, sinónimo de una nueva nakba (“catástrofe”).

“Ya no hay que conformarse con cortar el pasto”8, clamaban varios mensajes iracundos de internautas israelíes en la red social X (ex Twitter). Para ellos, Israel no debe limitarse a reproducir el mismo escenario de las guerras anteriores, es decir, la respuesta militar, la negociación vía Qatar y Egipto, y luego el retorno al precario statu quo con un Hamas que sigue administrando el enclave a la espera de un nuevo estallido. Según las declaraciones de los miembros del gobierno de Netanyahu, pero también de los responsables militares, se trataría de “reconfigurar Gaza” para luego entregar las llaves a un nuevo actor. ¿Cuál? Es un misterio. En este punto, ni Egipto ni la Autoridad Palestina parecen capaces de desempeñar ese rol. En cuanto a Netanyahu, en la doble hipótesis de que permanezca en el poder y de un mayor debilitamiento de Hamas, deberá encontrar un enemigo de repuesto tan útil como el primero, que permite asignar un carácter religioso a un conflicto de descolonización. ¿Acaso el jefe del Ejecutivo no declaró en marzo de 2019, ante parlamentarios de su partido, el Likud: “Quienquiera impedir la creación de un Estado palestino debe apoyar nuestra política de fortalecimiento de Hamas y de entrega de dinero a Hamas. Esto forma parte de nuestra estrategia: aislar a los palestinos de Gaza de aquellos de Cisjordania”?9 Salvo que la guerra conduzca a una iniciativa de paz comparable a la de Madrid en 1991, uno de los pocos momentos en que Estados Unidos forzó a Israel a sentarse en la mesa de negociaciones.

Akram Belkaïd, jefe de redacción de Le Monde diplomatique (París). Traducción: Micaela Houston.

El espectro de un conflicto regional

¿Está Irán detrás del ataque de Hamas contra Israel? Según un artículo de The Wall Street Journal (8 de octubre), que sólo cita fuentes anónimas del partido islamista palestino y de Hezbollah, Teherán habría dado luz verde a la operación “Diluvio de Al Aqsa”. Los dirigentes iraníes lo niegan, al tiempo que aplauden las incursiones de Hamas y llaman a “perpetuar la resistencia”. En Estados Unidos, varios legisladores, tanto demócratas como republicanos, pidieron nuevas sanciones contra Teherán. Pero persiste una pregunta: si, en efecto, la República Islámica apadrina esta ofensiva, ¿por qué Hezb (“el partido”), su principal representante en la región, no entró en guerra al mismo tiempo que Hamas en nombre de “la unidad de los frentes” o de la “resistencia común”, expresiones que utilizan de manera regular los líderes del partido libanés? Una intervención de este tipo habría contribuido a desorganizar al Ejército israelí –que tenía varias unidades desplegadas en Cisjordania–, antes incluso de que el grupo aeronaval del portaaviones estadounidense USS Gerald Ford navegara “de manera preventiva”, según Washington, a lo largo de las costas israelíes.

En el caso de que Teherán supiese, hay que examinar dos hipótesis. La primera es que ignoraba los detalles precisos, en particular la fecha exacta del lanzamiento de las hostilidades. Varios analistas árabes (Al Jazeera, 9-10-2023) se quedan con este escenario: Hamas habría tomado en soledad la decisión de desencadenar el ataque sin advertir a sus aliados. Y más importante aún, lo habría planificado la cúpula militar, personificada por su jefe, Mohammed Deif, sin referírselo a Teherán, ni siquiera a la dirección política exiliada en Qatar. Una manera de evitar las filtraciones, pero también de afirmar la primacía de los dirigentes del interior frente a los del exterior.

La segunda hipótesis es que Teherán no quería que en un primer momento Hezbollah fuera asociado al ataque, manteniéndolo en reserva mientras esperaba el avance de los acontecimientos. Para el régimen de los mullahs, el partido libanés es una palanca valiosa para disuadir a Israel de lanzar un ataque contra sus instalaciones nucleares. No se trata entonces de usarla a la ligera. En el pasado Teherán dudó mucho antes de presionar a Hezbollah a comprometerse en un frente exterior, en este caso en Siria para defender el régimen de Bashar al Assad. El conflicto de baja intensidad que las milicias libanesas sostienen en la frontera norte de Israel sólo tiene por finalidad recordarle a Tel Aviv que siempre tendrá que contar con ellas. Desde la Guerra de los Treinta y Tres Días de 2006 que lo enfrentó con Israel, Hezbollah, que se considera vencedor del conflicto, se fortaleció de manera considerable desde el punto de vista militar. Y, aunque reconocen la supremacía de la aviación israelí, sus dirigentes insisten en el hecho de que no temen un enfrentamiento terrestre.

Una semana después del ataque, el guía supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, amenazó a Israel con recurrir a la fuerza en caso de que persistan los bombardeos aéreos sobre Gaza. “Si los crímenes del régimen sionista prosiguen, las fuerzas musulmanas y de la resistencia se van a impacientar, y nadie podrá detenerlas”, declaró el 17 de octubre el número uno iraní. Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores iraní, Hossein Amir Abdollahian, advirtió a Estados Unidos e Israel que la situación podría volverse “incontrolable” en Medio Oriente. Para decirlo con claridad, Teherán explica que no podría impedir que Hezbollah, junto con otros actores que se le responden, ataquen a Israel. El jueves 19 de octubre, un buque de la marina estadounidense que navegaba por el mar Rojo interceptó varios misiles y drones disparados desde Yemen por los hutíes, milicianos proiraníes. Estos artefactos de largo alcance estaban orientados hacia el norte y, según Washington, habrían podido alcanzar territorio israelí. Cada día la prensa iraní cercana al poder reclama que todas las facciones armadas chiitas del Líbano, de Yemen, de Siria y de Irak concentren ahora sus fuerzas contra Israel. Los riesgos de una deflagración general en el Mashrek son, en este punto, reales.

Consciente del peligro de que se abra un segundo frente en el norte, el gobierno de Tel Aviv hizo evacuar varias localidades cercanas a la frontera y multiplica sus advertencias contra Hezbollah e Irán. Con el correr de los días, las escaramuzas habituales se agravaron, recordando, por su intensidad y su carácter repetitivo, el preludio que llevó a la guerra de 2006. ¿Pero tiene realmente interés Hezbollah en desencadenar una guerra contra Israel? Hacerlo sería correr el riesgo de sufrir una represalia estadounidense, 40 años después de que la US Navy bombardeara las costas libanesas como respuesta al doble atentado en Beirut que mató a 241 soldados estadounidenses y a 58 paracaidistas franceses. Porque una de las primeras consecuencias del ataque de Hamas contra Israel es el regreso con fuerza de la marina de Estados Unidos a la región.

Akram Belkaïd, jefe de redacción de Le Monde diplomatique (París). Traducción: Merlina Massip.


  1. “How democracy can move forward, with Jake Sullivan and Will Hurd. The Atlantic Festival 2023”, 29-9-2023. 

  2. RFI, 28-8-2023. 

  3. Sophie Pommier, “La stratégie à quitte ou double du Hamas”, Orient XXI, 16-10-2023. 

  4. Ibid

  5. Alain Gresh, “Qu’est-ce que le Hamas ?, Nouvelles d’Orient, blog.mondediplo.net, 27-1-2009. 

  6. “Coupe du monde de football, un moment palestinien”, Orient XXI, 8-12-2022. 

  7. Julie Connan, “En Cisjordanie, la vengeance débridée des colons”, La Croix, 16-10-2023. 

  8. Sagi Refael, “‘Gaza: Tonte de la pelouse’ par l’artiste Jaime Scholnick”, The Markaz Review, 14-7-2021. 

  9. Benjamin Barthe, “Gaza. La fabrique d’une poudrière”, Le Monde, París, 15-10-2023. 

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