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Diálogos con mi columna vertebral

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Las tomas que Fernando Morán consiguió “al mejor estilo de un cazador”, antes del amanecer, desde su casa en Minas —donde cumple con el aislamiento voluntario— y en un contexto de sospecha general.

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Despierto, desde antes de las seis, en la oscuridad. De una habitación a otra, sin hacerme notar, llego al frente. Levanto las cortinas, miro invariablemente a la derecha. Falta tiempo para que el sol afile el horizonte. El edificio está a oscuras, la luz de la antena delata su presencia.

La avenida iluminada se asemeja a un dinosaurio. En tensión, espero. Ignorado por hormigas, arañas y caracoles que hacen, no esperan. Fotos extrañas. Desde un lugar no acostumbrado. Distancia. Preveo movimientos, deseo que ocurran ciertas cosas. Sin intercambio consciente.

Lo primario es egoísta. Necesito la cámara y hacer fotos. No importa mucho qué ni cómo. La sorpresa, la revelación.

La luz ambiente determina 2.8 de apertura. Jugar con la distancia focal, ver los objetos perder su forma, las luces, su tamaño y definición. El obturador parece retumbar en la madrugada. Hay un límite, un desafío, como este aislamiento. Espero.

Disfruto estar solo, permanecer en casa no me es particularmente molesto, me cuesta poco apropiarme del espacio y hacerme lugar. Sentir el silencio.

Después de tener las fotos, mirarlas, encontrar coincidencias en la composición, la exposición. Luego de todo eso puedo elaborar las teorías que quiera en torno al resultado; aun así, lo primario es egoísta.

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